Feijóo transforma la investidura en una moción de censura y Sánchez opta por ignorarlo
El dirigente del PP aprovecha el debate para estrenarse como líder de la oposición mientras el presidente en funciones rehúye el choque
Todo quedó muy claro desde el primer momento, exactamente desde la primera palabra del discurso de Alberto Núñez Feijóo. El líder del PP se subió a la tribuna del Congreso, ordenó sus papeles, saludó y pronunció: “Amnistía”. Horas después, ya en medio del fragor de las réplicas y las contrarréplicas, la cuestión se transparentó todavía más, cuando el diputado de Sumar Enrique Santiago hizo una cerrada defensa de una posible amnistía a los encausados por el procés y el candidato a presidente se lo agradeció con cierta ironía: “Usted ha venido a concretar de qué va esta investidura”. Y de eso fue, efectivamente, la más extraña sesión de investidura que haya vivido el Congreso. El teórico aspirante a La Moncloa la transformó en una moción de censura a un Gobierno en funciones o más bien a un Gobierno que ni se ha formado y cuyo eventual presidente ni siquiera es candidato oficial.
El orden del día rezaba que el político gallego llegaba allí para pedir el apoyo de la Cámara en su intento de dirigir el Gobierno, pero lo que hizo en realidad fue estrenar su papel como futuro líder de la oposición. La anomalía de la situación la acabó de completar el atacado: Pedro Sánchez optó por desdeñar a Feijóo, no intervino en el debate y cedió el testigo al diputado Óscar Puente, que elevó al rojo la atmósfera en el hemiciclo con una incendiaria intervención contra el líder del PP. Era la primera vez que un presidente en funciones decidía no participar de una sesión de investidura.
Citó Feijóo la palabra amnistía y sobre eso dio vueltas durante minutos y minutos. Su primer mensaje fue asegurar que él no es presidente porque no quiere. Para ello construyó una especie de silogismo: si él aceptase la amnistía y el referéndum, tendría los apoyos de los independentistas, pasando por alto que en tal caso perdería el de Vox y volvería a quedarse sin la mayoría necesaria.
Tuvieron que pasar casi 40 minutos —el discurso se extendió hasta los 100— para que empezase a enunciar alguna propuesta de gobierno. Durante ese tiempo, se extendió en lanzar las mayores alarmas sobre el futuro de la democracia española si finalmente se aprueban las medidas de gracia como parte de los pactos de Sánchez con el independentismo. “Sería un ataque directo a los valores democráticos esenciales”, afirmó. Y tras dar por hecho que la amnistía no es constitucional, sentenció: “Fuera de la Constitución, no hay democracia”.
Feijóo zurró con reiteración a Sánchez. Lo acusó de practicar el “frentismo” y el “engaño sistemático”. Y en medio de estos feroces ataques, trató de colocar la idea de que él es el representante de la “concordia entre los españoles”. En ese intento llegó tan lejos como a proclamarse el continuador de Adolfo Suárez, de Felipe González, de José María Aznar, de Mariano Rajoy y hasta, en algunos aspectos, de José Luis Rodríguez Zapatero.
Cuando llegó la hora de esbozar un programa de gobierno, las medidas estrella estuvieron también entroncadas con el conflicto catalán: anunció que promovería la tipificación de un nuevo delito de “deslealtad constitucional”. De todo lo demás hubo pocas novedades respecto a lo que ya había presentado en la campaña electoral. En economía, trazó otra vez un panorama catastrofista de la situación española, blandiendo datos que sus adversarios tachaban de falsos, y reiteró la consabida oferta de bajada de impuestos. Por lo demás rescató sus ofertas de pactos de Estado —hasta seis— sin precisar mucho el contenido.
Sánchez asistió al discurso de Feijóo con profusión de gestos de regocijo y hasta carcajadas mientras conversaba con las vicepresidentas en funciones Nadia Calviño y Yolanda Díaz. Los socialistas llevaban días sembrando la duda de si su líder intervendría en el debate. Y durante la pausa para el almuerzo que siguió al discurso del candidato, quedó claro que Sánchez había decidido pasar olímpicamente. El testigo no lo recogió siquiera el portavoz del grupo, Patxi López, sino un nuevo diputado, uno de los de verbo más impetuoso: el exalcalde de Valladolid Óscar Puente.
Feijóo había empezado desde primera hora con una letanía que ya no soltó en toda la jornada. Cualquiera que fuese el portavoz que tuviera enfrente, echaba por delante que él fue el ganador de las elecciones. La elección del portavoz socialista buscaba atacar a Feijóo por ahí y resaltar sus contradicciones, ya que Puente fue el más votado en las pasadas elecciones municipales en Valladolid, pero el PP le quitó la alcaldía tras pactar con Vox.
Así que Puente se subió a la tribuna armado con un arsenal entero de sarcasmos para hablar a Feijóo “de ganador a ganador”. Comenzó diciéndole que el delito de deslealtad constitucional se lo podían aplicar a él mismo por bloquear la renovación del Poder Judicial y acabó acusando al candidato de cobrar sobresueldos, sembrando dudas sobre el incremento de su patrimonio y citando su vieja amistad con el capo gallego Marcial Dorado. Todo eso entre ovaciones entusiastas de los socialistas y protestas y pateos de los populares. Cuando Feijóo subió a la tribuna, atacó a Sánchez por su mutis: “Me pidió seis debates en campaña y al segundo ya no aparece”. Los escaños populares estallaron en un coro: “¡Cobarde! ¡Cobarde!”.
El líder popular, un tanto descolocado con la agresividad de Puente, sacó su mejor vena irónica en los duelos con los portavoces de Sumar y de los independentistas catalanes. Entre otras cosas, porque se volvió a hablar de lo que más quería él: la amnistía. Los tres diputados que intervinieron por Sumar la defendieron como el instrumento para pacificar la política catalana. Tanto Gabriel Rufián, de ERC, como Míriam Nogueras, de Junts, subrayaron que las medidas de gracia son solo un primer paso y que su reivindicación final es el referéndum. Sin una consulta sobre la independencia, subrayó el portavoz de Esquerra, “la amnistía serviría de poco”. Nogueras reprochó al PP sus campañas “contra Cataluña” desde los tiempos del Estatut y culminó: “Necesitamos la independencia por la supervivencia lingüística, cultural y económica de nuestra nación”. Feijóo rechazó frontalmente sus argumentos, aunque se esforzó por no entrar al choque directo.
Las únicas palabras amables para el candidato vinieron del líder de Vox. Santiago Abascal y Feijóo dejaron claro que tienen diferencias, pero protagonizaron un debate versallesco en el que se evidenció su nueva condición de socios. Entre gestos amistosos de uno y otro lado, el popular dio las gracias a Abascal “por su patriotismo”. Antes, en su discurso inicial, había definido a Vox como “fuerza unitaria”. Feijóo deslizó una insinuación susceptible de ser interpretada como un llamamiento a la reunificación de la derecha: “Si todo el centroderecha hubiese ido junto a las elecciones, tendríamos 190 diputados”. El guiño dio pie a una de las escasas acometidas de Abascal: “¿Esas cuentas se las ha echado el mismo que le dijo que iba a ganar con mayoría?”.
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