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Prácticas laborales para salvar pueblos en riesgo de extinción

Navarra envía a universitarios a iniciar su vida profesional en zonas despobladas. La falta de alojamiento es el principal atranco y hay quien reside en una furgoneta camperizada

David Crespo, en el pueblo de Ochagavía donde trabaja para sacar adelante una casa cultural, en una imagen cedida.
David Crespo, en el pueblo de Ochagavía donde trabaja para sacar adelante una casa cultural, en una imagen cedida.
Amaia Otazu

John Jiménez Ruiz tiene 22 años y, tras estudiar Trabajo Social en Pamplona, realiza sus prácticas formativas remuneradas en la granja-escuela de Ultzama, a unos 24 kilómetros de la capital navarra. Su vivienda es una furgoneta camperizada. Este joven natural de La Rioja es uno de los participantes en la segunda edición del programa Raíces/Sustraiak, denominado también Erasmus Rural, financiado por el Gobierno foral y gestionado por la Universidad Pública de Navarra. A diferencia de otras iniciativas similares, como las impulsadas por otras comunidades como Aragón o por el Gobierno de España bajo el nombre de Campus Rural, las prácticas navarras deben desarrollarse en municipios en riesgo de despoblación.

El abanico es amplio. El 64% de los municipios de Navarra sufren algún riesgo de despoblación y en uno de cada 4 municipios este riesgo es extremo. “El medio rural navarro se está olvidando, pero es un problema no solo de La Rioja o de Navarra sino de toda España”, reflexiona Jiménez Ruiz. Según explica el director general de Administración Local y Despoblación del Gobierno foral, Jesús Mari Rodríguez, “interesa que el alumnado pueda hacer un proceso de inmersión en las zonas rurales, bien a través del trabajo en una entidad local o bien en una pyme”. “Es una buena manera de conocer el territorio y de aportar valor y talento”, aduce.

Jóvenes como John Jiménez tienen la oportunidad de vivir una experiencia laboral fuera de casa y sin marcharse al extranjero o a una gran ciudad. Sin embargo, esta opción no está exenta de dificultades, empezando por la vivienda. Jiménez tiene que vivir en una furgoneta camperizada en Ultzama ante la imposibilidad de encontrar un alquiler razonable que pueda costearse con los cerca de 1.000 euros mensuales que percibe con esta beca. Similar situación atraviesa David Crespo, estudiante de Sociología Aplicada de 22 años y natural de Tudela. Vive en Pamplona y desde hace mes y medio trabaja en el pueblo de Ochagavía, a unos 85 kilómetros de la capital, sacando adelante la casa cultural Casa Koleto.

Crespo tampoco ha podido encontrar una vivienda asequible en el pueblo porque, detalla, los alojamientos disponibles son sobre todo casas rurales. “Si hubiese vivienda barata, sí que me habría venido a vivir aquí, pero en vez de eso, me compré un coche. Voy y vengo, aunque algunos días teletrabajo”, expone. El suyo no es el único caso. Recuerda el de otros trabajadores del pueblo que han tenido que buscar alojamiento en localidades cercanas, como una profesora del colegio que estuvo tres meses viviendo en un camping próximo porque no podía costearse una habitación.

Desde la Dirección General de Despoblación reconocen que la vivienda y las comunicaciones son dos graves problemas con los que se enfrentan las áreas rurales. Su máximo responsable apuesta por habilitar ayudas a la rehabilitación, pero reconoce que “son medidas que llegarán poco a poco”.

Más allá de las dificultades, este programa rural permite a los jóvenes participar en iniciativas para dinamizar el turismo, fomentar la participación de la ciudadanía en la vida pública o elaborar vino. Crespo trabaja para poner en marcha el futuro centro etnográfico-cultural Casa Koleto de Ochagavía. “Es una casa antigua, de una familia adinerada del siglo XVIII, que quiere utilizarse como atractivo turístico para que los visitantes puedan ver cómo era la vida en el valle de Salazar hace años”, explica. Entre los objetos que van a exponerse destacan, por ejemplo, útiles antiguos de ganadería, cuyo funcionamiento ha podido descubrir gracias a la colaboración de los mayores del pueblo: “Me he servido de documentos que tienen algunas personas del pueblo, me he entrevistado con ellas para que me expliquen cómo funcionaban los objetos y me cuenten aspectos de la cultura porque en internet no había información sobre esto. Es lo más interesante, aprender hablando con la gente”.

John Jiménez, en la granja-escuela en la que trabaja, en una imagen cedida.
John Jiménez, en la granja-escuela en la que trabaja, en una imagen cedida.

Crespo se encuentra en su salsa porque su objetivo es enfocar su carrera a aplicar la sociología al desarrollo territorial, con iniciativas que fomenten, entre otras cosas, el turismo sostenible y cultural: “Me gustaría dedicarme a mejorar la experiencia de los pueblos porque creo que es la unidad más interesante para lanzar proyectos que faciliten la democracia y el acercamiento de las personas a la política”.

Jiménez también comparte la inquietud de Crespo por desarrollar su vida y carrera en el mundo rural: “Si las prácticas no hubieran sido en el medio rural, nunca las habría cogido. Siempre he sido de pueblo, siempre he vivido en uno y nunca me he acostumbrado a la ciudad. La verdad es que estoy encantado”. En su caso, su proyecto se enmarca en la labor de la granja-escuela de Ultzama, en concreto en la empresa de inserción que busca la inclusión sociolaboral de personas en exclusión social o en riesgo de estarlo.

Entre las principales enseñanzas que se lleva de sus prácticas laborales, John Jiménez subraya la necesidad de dinamizar la vida en los pueblos con actividades juveniles, fiestas, deporte, “que se mueva a la juventud, pero también a la infancia y a las personas mayores”.

En esta segunda edición de Raíces/Sustraiak se han ofertado 28 plazas que pueden ser solicitadas por jóvenes graduados o estudiantes de cualquier grado, máster o programa de intercambio de la Universidad Pública de Navarra (UPNA), entidad encargada de gestionarlo. La vicerrectora de Estudiantes, Empleo y Emprendimiento, Cristina Bayona, detalla que son las entidades locales o empresas las que ofrecen proyectos formativos, el estudiantado elige entre ellos los que más le interesan y posteriormente se les adjudica una plaza. En este programa, incide, se prioriza a los municipios en riesgo de despoblación y se fomenta que entidades como pequeños ayuntamientos o mancomunidades puedan acoger a estudiantes en prácticas remuneradas, que son financiadas en su totalidad por el Gobierno navarro. En la misma línea, Navarra colabora con el proyecto europeo Kinesis, que permite que alumnado procedente de Italia, Alemania o Estonia realice prácticas en localidades navarras.

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