Drama en la sierra de la Culebra, el paraíso del lobo ibérico que quedó abrasado por un rayo
La joya natural de Zamora ha perdido la mitad de su terreno bajo las llamas. “Podemos colgar el letrero de cerrado por liquidación”, lamenta un alcalde de los pueblos que viven del monte, la fauna y el turismo
Cualquier vecino de los pueblos que salpican el perfil de serpiente de la sierra de la Culebra puede citar de corrido, como si rezase una oración en latín, los nombres científicos de un montón de boletus, amanitas, níscalos. Una breve pregunta sobre setas de la zona puede tener por respuesta un completo tratado de micología, porque en el suelo que se extiende a los pies de los pinos, los robles, los melojos y los castaños en esta sierra zamorana crecen estos cotizados tesoros gastronómicos que solo se pueden recolectar con una licencia especial. En el mismo ecosistema conviven ciervos, corzos, jabalíes, zorros, nutrias, tejones, gatos monteses y uno de los mayores reductos de lobos ibéricos de España, estos últimos a salvo de los cazadores por las últimas medidas de protección aprobadas por el Gobierno central. El escenario de la que ya es la mayor catástrofe ambiental de la historia en Castilla y León, según la Consejería de Medio Ambiente, era la joya natural de Zamora. El incendio, originado por un rayo, ha carbonizado desde el miércoles unas 30.000 hectáreas. Y con ellas, el principal sustento económico, a través de la venta de madera, la gestión de los cupos de caza y el turismo, de una quincena de ayuntamientos de esta parte de la España despoblada.
En la madrugada del domingo, y cuando parecía que lo peor podía venir aún, las primeras lluvias llegaron desde el oeste como una bendición que contribuyó a aplacar la furia del fuego y a refrescar la tierra. Con los hidroaviones y los helicópteros trabajando una mañana más sobre sus cabezas, los 1.800 vecinos que habían sido desalojados pudieron regresar para comprobar los daños materiales en torno a sus pueblos. Y los alcaldes comenzaron a hacer balance provisional a la espera de la cifra definitiva de superficie arrasada y pérdidas económicas que dé la Junta de Castilla y León. Lorenzo Jiménez, regidor popular de Villardeciervos, calcula que el devastador incendio forestal ha afectado “como mínimo a la mitad” de las 70.000 hectáreas de la sierra de la Culebra. “Podemos colgar el cartel de cerrado por liquidación, porque hemos quedado aniquilados”, lamenta. Su municipio de 420 almas triplica en vacaciones su población por las familias que regresan y los turistas, sobre todo madrileños, pero también vascos, catalanes y británicos y alemanes, que reservan semanas enteras y hacen “esperas para observar a los lobos” o “asistir al espectáculo de la berrea” de los ciervos en septiembre y octubre.
Lobeznos cercados por las llamas
El lobo tiene en estos parajes su segunda mayor presencia de España, tras la cordillera cantábrica. Javier Talegón, de la asociación Llobu para la observación de este animal, pide tiempo para analizar el impacto del fuego en la especie, pero teme que de las 10 manadas asentadas en la zona, al menos seis hayan perdido sus territorios. La principal preocupación son las “zonas de reproducción”, donde estos animales pasan de grupos de tres o cuatro a añadir cuatro o cinco crías: si han sido arrasadas, se producirá un desplazamiento de los individuos. Jorge Echegaray, de la Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico (Ascel), sostiene que se ha dado una “brutal destrucción del hábitat con consecuencias como la degradación sobre las presas salvajes”. Muchos corzos o jabalíes han muerto o se han desplazado, algo que el lobo ibérico no siempre hace por la territorialidad de sus congéneres, que dificulta que otros lobos se asienten en sus espacios. La densidad de estos ejemplares, teme Echegaray, se compromete porque esta desgracia ha sucedido en época reproductiva, con cachorros de apenas dos meses y que no siempre pueden ser transportados por sus madres ante la irrupción de las llamas. Por eso, el experto sospecha que algunos no habrán sobrevivido, al igual que miles de anfibios o reptiles abrasados por el fuego. “La sierra de la Culebra nunca ha sido valorada por la Junta como espacio natural protegido ni santuario de la protección del lobo. El modelo de explotación forestal de coníferas en masa ha generado un polvorín”, censura el zamorano, que cree que “a largo plazo será extremadamente grave porque el hábitat y las presas condicionan la densidad” de este depredador.
“No hay duda: este incendio, ya de por sí gravísimo, se ha producido en el peor momento del año, una época fatal para el lobo”, insiste en la misma línea Lorenzo Jiménez. “Es un animal más inteligente que el ser humano”, asegura el alcalde, “y ojalá me equivoque, pero las madres pueden dar su vida por defender a sus camaditas”. Gracias, sobre todo, al lobo ibérico, la sierra de la Culebra “es conocida en el mundo entero”, afirma. “Aquí vienen grandes expertos a estudiarlos, como el estadounidense David Mech”, fundador del Centro Internacional del Lobo e investigador de la Universidad de Minnesota. Los alcaldes de la zona sospechan que muchos animales empezarán a aparecer a partir de ahora carbonizados entre los rescoldos de esta reserva regional de caza que serpentea suavemente entre las comarcas de Aliste, Sanabria, la Carballeda y la portuguesa de Tras os Montes. “Sabemos que hay ciervos vivos, porque se ha logrado fotografiar a algunos que regresaron al lugar donde vivían, pero se lo han encontrado totalmente arrasado por el fuego”, cuenta Jiménez.
La desgracia golpea de nuevo una zona históricamente castigada por la despoblación: Zamora ha perdido el 40% de su censo desde 1950 y 30.000 personas en lo que va de siglo. La edad media de sus 170.000 habitantes es de 51 años, ocho más que la nacional, y la previsión para 2033 según Eurostat hace temblar: será la provincia más envejecida del continente, con 62,7 años de media. Para entonces la negra situación demográfica estará al menos adornada por hojas verdes en la sierra de la Culebra. Si es que no vuelve a arder sobre lo quemado en un paisaje donde hasta los rebaños de ovejas, garantes de la limpieza de los montes, han caído en picado.
Un golpe letal para la economía
En esta reserva de la Biosfera, buena parte de los ingresos de los pueblos proceden de la venta de madera de pino. Del presupuesto municipal de 550.000 euros en Villardeciervos, 100.000 se corresponden al ingreso anual que reciben de la subasta de madera, que se organiza bajo la gestión de la mancomunidad de consistorios con el control del Gobierno regional. Los cupos de caza dejan en las comarcas que componen la sierra más de 200.000 euros; y el tirón de la micología y la venta de licencias para recolectar, 0,9 millones directos. Es innegable para todos que la catástrofe natural se ve acompañada de efectos sobre las finanzas de los zamoranos, que tienen en el turismo rural de estos lares una importante inyección económica, junto a la ganadería (con muchas reses perdidas ahora en el monte), la agricultura o la apicultura.
La desolación arrebata hasta la capacidad para expresar el dolor que causa el paisaje ennegrecido: Lidia Mateos, trabajadora del hostal El Salao (Villardeciervos), no acierta a definir lo ocurrido: “Es terrible, un drama, no hay palabras”. El teléfono se entrecorta por las dañadas torres de repetición mientras ella denuncia el “abandono tremendo” que han sentido y asimila un “presente chungo” que impide incluso mirar al futuro.
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