La Galicia que deja Feijóo
Después de 13 años al frente de la Xunta, en lo único que coinciden detractores y defensores del nuevo presidente del PP es en el control que tiene de su imagen
Alberto Núñez Feijóo tenía 48 años cuando tomó posesión de la presidencia de la Xunta de Galicia, en 2009. Estuvo escoltado en el acto por la nueva presidenta del Parlamento, Pilar Rojo, amiga personal de Mariano Rajoy, y por Manuel Chaves, vicepresidente del Gobierno. En la primera fila, Manuel Fraga dormitaba. El sueño del viejo político se esbozaba en Feijóo, después de una guerra civil en el PPdeG, una extraña figura de consenso de la derecha gallega: ni echado al monte de los de la boina del anterior delfín de Fraga, Xosé Cuiña, ni elitista de los del birrete de Rajoy y Romay Beccaría. Si bien Feijóo es ahijado político de este último, parte de su carrera se desarrolló en Madrid (su nombre se barajó como consejero de Sanidad de esa Comunidad) y allí, definitivamente, se va a asentar. Trece años después de empezar a presidir la Xunta, solo dos años menos que Fraga (Fraga gobernó Galicia tras no poder gobernar España; Feijóo intentará gobernar España tras gobernar Galicia), el último virrey de la derecha deja una comunidad en la que únicamente hay unanimidad respecto a la proyección de su imagen.
“Alberto Núñez Feijóo es un genio”, dice Valentín González Formoso, líder de los socialistas gallegos. “Del marketing político”, añade tras unos segundos de suspense. “Por la mañana puño de hierro en Galicia, de tarde moderación en Madrid, y a partir de la medianoche, un par de barbaridades en El gato al agua”, dice en referencia a un programa de la cadena Intereconomía. “Es el mismo tío”. ¿Qué Galicia deja atrás Feijóo? “Con los datos en la mano”, sigue Formoso, “deja Galicia con más deuda pública (del 8% al 19%), con más paro (del 9,5% al 11%) y con menos población: son datos objetivos. Perdimos todas las cajas, perdimos la galleguidad de Unión Fenosa, se cerraron en estos años 138 colegios y no ha abierto una sola residencia pública de la tercera edad”.
María Cadaval, doctora en Economía Aplicada de la Universidad de Santiago, circunscribe a la crisis de 2008 buena parte de los desastres económicos que se cebaron con Galicia en los primeros años de Feijóo, como la pérdida de CaixaGalicia y Caixanova, o el cierre de Ferroatlántica, Isowat, Poligal, Endesa en As Pontes, Naturgy en Meirama, “y otras muchas a las que, parece, el proceso de descarbonización las haya cogido por sorpresa”. A ese proceso de descarbonización precisamente hace mención el socialista Formoso para poner el acento en otro de los defectos en los que, a su juicio, ha incurrido la Administración del nuevo presidente del PP. “Se han dejado caer muchos sectores estratégicos por una razón muy simple: Feijóo siempre tuvo como objetivo acabar en Madrid, y eso ha hecho que pasase de largo en asuntos en los que podía dejarse plumas y salir en determinadas portadas. Minas de cobre, centrales de hidrógeno, sectores estratégicos… Aquí ha habido una parálisis absoluta porque un líder arriesga, y este presidente no arriesgó en nada que le pudiese causar problemas. “Todo su Gobierno”, dice la líder del BNG y jefa de la oposición en Galicia, Ana Pontón, “se explica en el abrazo que le dio tras su toma de posesión a Ignacio Galán, presidente de Iberdrola: ese abrazo explica el bum eólico depredador que tenemos en Galicia, y la negativa a pelear una tarifa eléctrica gallega”.
“Todos los indicadores de Galicia son superiores a los del resto de España”, dice Alfonso Rueda, vicepresidente de la Xunta y favorito en la sucesión de Feijóo. “Hay más y mejor calidad de vida. Y los datos que da la oposición hay que ponerlos en perspectiva con los datos macroeconómicos, sin ellos no se entienden. Cuando llegamos había 50.000 parados más, hoy hay 30.000 parados menos. La única realidad es que en Galicia hay hoy, después de 12 años de Gobierno de Núñez Feijóo, más y mejor calidad de vida. Mejor sanidad, mejores servicios sociales. La segunda comunidad autónoma de España que más ha crecido en Producto Interior Bruto (PIB). Y esto es marca Feijóo: nos hemos endeudado menos que la media, y somos la segunda comunidad con menos deuda por habitante. Hay muchos, muchos datos que contrarrestan lo dicho por la oposición, pero me parece importante destacar dos relacionados con la educación: las tasas universitarias llevan congeladas 11 años, y hay en Formación Profesional un 50% más de matriculados que en 2009, con una inserción laboral de entre el 80% y el 90%”.
Cadaval aporta análisis y datos. “No se recuperó el nivel de PIB de 2008 hasta una década después, en 2018, con más de un año de retraso con respecto a la media nacional. La composición de la estructura productiva apenas sufrió cambios, y los que se aprecian no son halagüeños. En 2021 el peso relativo del sector primario no había variado con respecto a 2015 (5,4% sobre el PIB, tres décimas menos), tampoco el de la construcción, alrededor del 7% del PIB, sí en cambio ha caído el peso relativo de la industria, que perdió dos puntos (del 18,8% al 16,8%) y subió el de la administración pública, dos puntos, así como un punto las actividades profesionales, manteniéndose el sector servicios en el mismo nivel, alrededor del 44% del total”, explica. La profesora universitaria recurre a Alicia en el país de las maravillas para responder a la pregunta de que cómo es posible que, a pesar de crecer, no haya cambiado demasiado la realidad productiva de Galicia. “Es el diálogo que la Reina Roja tiene con Alicia. La Reina corre con Alicia gritando ‘más rápido, más rápido’, y ella empieza a pensar: ‘¿Y si las cosas están corriendo con nosotros?’. ‘¡Creo que hemos estado bajo este árbol todo el tiempo! ¡Todo está igual que estaba!’. ‘¡Por supuesto!’, contestó la Reina, ‘¿cómo iba a estar?’. ‘Bueno, en mi país, si corres tan rápido durante tanto tiempo, sueles llegar a algún otro sitio’. ‘Pues es un país bastante lento. Aquí hay que correr todo lo posible para permanecer en el mismo lugar. Para llegar a otro sitio hay que correr el doble de rápido”.
Este diálogo, explica Cadaval, podría aplicarse a lo que ha ocurrido en Galicia con su tejido productivo. “Mientras otras regiones aprovecharon la recuperación (2014-2019) para crecer de una manera diferente a la anterior, conscientes de las modificaciones que se estaban produciendo en la economía mundial, y apostaron claramente por la I+D+i , Galicia corrió, pero no lo hizo a mayor ritmo que los demás, lo que explica que perviva un modelo económico clásico y con menos avances técnicos y organizativos de los que exigen la rapidez de las transformaciones en marcha, que la pandemia también ha acelerado. No se ha aprovechado el quinquenio de crecimiento para reforzar el tejido productivo ni para incrementar su nivel de resiliencia”.
La nacionalista Ana Pontón está segura de que la Galicia pos-Feijóo es una Galicia peor que la que se encontró el político de Os Peares (Ourense). “En 13 años no ha solucionado ningún problema de país: ninguno. Pero ha añadido varios: privatizaciones en la sanidad, recortes, colapso de la atención primaria y sumisión de políticas a los grandes lobbies económicos que ha hecho que sean esas grandes empresas las que se hayan beneficiado de nuestros recursos. Hay un resumen demoledor: se ha duplicado la deuda pública sin que mejorasen los servicios públicos. Hay 200.000 jóvenes emigrados fuera del país. Y un estado de la lengua gallega de acoso y derribo por parte de su Gobierno: es la única lengua del Estado que pierde hablantes”. Juan Vieites, presidente de la Confederación de Empresarios de Galicia, discrepa: según él, se ha creado riqueza y empleo, y el balance de los años de Feijóo es positivo “en todo lo relacionado con la socioeconomía”. “Ha dado algo muy importante para la economía: estabilidad. Y aunque los jóvenes se marchan porque hay una dinámica de conocer cosas fuera, otros muchos han elegido quedarse, y han podido hacerlo”.
A la estabilidad y el equilibrio se refiere también Cadaval para mencionar lo que considera un aspecto positivo de la Xunta de Feijóo. “En los peores momentos de la crisis producida por la Gran Recesión, los ajustes llevados a cabo por el Gobierno autonómico permitieron a Galicia mantener sus cuentas relativamente equilibradas, lo que se traduce en un menor endeudamiento relativo sobre PIB, con un cambio de tendencia significativo a partir de 2011. Esta posición diferencial permitió que la comunidad autónoma no tuviese que acudir a los mecanismos extraordinarios de liquidez ―como el FLA― y tenga así de mayor margen de maniobra para disponer de sus recursos. Y permite a la administración autonómica tener una estabilidad presupuestaria”, algo que compensa en parte una constatación peligrosa: “Solo cinco sectores —alimentos, bebidas, papel, química y otras manufactureras— produjeron en 2019 más que en 2007. Los efectos de la transición ecológica y la reforma del mercado eléctrico restaron competitividad a la industria de alto consumo eléctrico que, hasta el momento, tenía una importante presencia en la región”.
Apenas hay defensa fuera de su partido de la relación que el Gobierno de Feijóo mantiene con los medios de comunicación, tanto aquellos privados dependientes de publicidad institucional como de la Radio Televisión Galega (CRTVG), los medios públicos que el pasado 18 de marzo cumplían 200 venres (viernes) negros, 200 semanas de protesta vestidos de negro por la manipulación informativa y el uso de la radio y la televisión en beneficio del último presidente de la Xunta de Galicia.
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