La carga del partido ya pesa sobre Feijóo
El nuevo presidente del PP anhela más tiempo para aterrizar en sus nuevas responsabilidades y para tomar más decisiones
Alberto Núñez Feijóo ha generado tales expectativas ya en este nuevo PP, que antes de empezar a ejercer como máximo líder nacional del partido ha tenido la precaución de pedir ayuda y, sobre todo, tiempo. Al terminar el cónclave, tras un discurso de una hora en el que dedicó palabras genéricas de “respeto” e interés prácticamente para todos los sectores claves del país, se acercó a saludar a los periodistas para demandarles, al menos, unos días de tregua. La prensa le anticipó que no los tendrá. Feijóo aclaró que ya lo había comprobado.
Feijóo se siente muy observado, analizado y escrutado, tanto desde dentro del partido como desde fuera como por el Gobierno. Y tiene el temor “de no empatar” con las ilusiones que cree haber despertado. Sus colaboradores reconocen que Feijóo es reservado, cauteloso y desconfiado. El nuevo estandarte del PP ha lanzado este domingo desde el XX Congreso de Sevilla algo más que un mensaje sobre cómo nota ya el peso de la responsabilidad que le ha sido entregada y que aumentará por días: “Presidir el PP no es solo un honor, es un mandato; no es una tarea, es una obligación y un deber; no es un cargo, es una carga”.
Terminó el congreso de la enésima refundación del PP y uno de los principales colaboradores de Feijóo no recataba su euforia: “El avión vuela, ha despegado, ha cogido aire y ha aterrizado; el PP tiene nuevo líder contrastado, se han restañado bastante las heridas abiertas y su discurso muestra ya signos totalmente distintos con el pasado”.
Desde la Junta de Andalucía que preside Juan Manuel Moreno —al que Feijóo etiquetó como su “califa” en el nuevo eje de poder popular entre Galicia y Andalucía, con parada vigilante en Madrid―, también se reconoce la importancia de que el proyecto del dirigente gallego se asiente cuanto antes para ganar y poder competir bien en las próximas elecciones en ese territorio. Los comicios autonómicos en Andalucía se quieren programar para las primeras semanas de octubre, pero todo depende también de que el llamado ya efecto Feijóo se consolide y la marca PP nacional aporte algo para frenar el fenómeno Vox, el innombrable y descontrolado elefante en las urnas.
En el PP admiten que ahora mismo, en sus encuestas internas, las siglas de Vox están al alza en la política andaluza y nacional sin necesidad de nominar candidatos. Y ni Moreno ni Feijóo quieren atar sus carreras y sus futuros gobiernos a las exigencias de la ultraderecha, como está sufriendo estos días para cerrar la fecha de su investidura en Castilla y León el popular Alfonso Fernández Mañueco. Nadie habló directamente de Vox en el congreso del PP, pero el partido ultra está ahora en todas sus ecuaciones.
Feijóo, desde su contención en los anuncios y su renuencia a las concreciones, sí intentó armar este domingo en Sevilla un discurso que pudiera interpretarse como su programa no tanto electoral como de partido. Quería mostrar qué es lo que le gusta en el funcionamiento de su organización, qué le agrada y le molesta en el enrarecido clima político del país y cuál podría ser su estilo. Es casi ya una marca de serie que Feijóo se autodefine como un político centrado, responsable, moderado, maduro, templado, reflexivo, sosegado, previsible, que no insulta, rehúye los tuits y los grandes titulares. Su intervención abundó en todos esos clichés. Pero precisó: “Que no se equivoquen, moderación no es tibieza, diálogo no es sometimiento”.
En el atril escuchó a Moreno confesar que tiene “hambre de cambio”, para Andalucía y para España, pero Feijóo frenó a los ansiosos. En casi todas sus intervenciones explica que es un hombre de método, con un calendario aún por rellenar en la cabeza, tanto para sus equipos como para construir una alternativa de Estado y de gobierno a la del PSOE. Ahora quiere presentar este domingo al resto de su organigrama, con vicesecretarios bien pactados con los barones territoriales y a los que dará libertad para completar el escalafón, pero el lunes ya quiere celebrar su primera reunión de trabajo con el comité de dirección en Génova 13. Sigue buscando casa para que su familia se instale en Madrid tras el verano. Antes de que acabe este mes resolverá la incógnita, muy relevante en Galicia, de cómo le sucederá más que probablemente su vicepresidente, Alfonso Rueda, como máximo mandatario de la Xunta. Todo, paso a paso.
Cuando en estos días se le ha preguntado por otras decisiones por descifrar en el PP, como por ejemplo si quiere ser senador por designación autonómica para poder acceder como presidente de los grupos parlamentarios a los grandes debates en las Cortes, Feijóo contestaba casi invariablemente: “Tengo que darle una pensada”. Si se indagaba por los nuevos portavoces en el Congreso, el Senado o Europa, avanzaba: “Vamos a estudiarlo”. Si la cuestión se centraba en la fecha de las elecciones andaluzas, la respuesta la despejaba a la competencia exclusiva de Moreno.
Feijóo querría tener más margen para tomar tierra en Madrid. Pero sabe que eso no es posible. Este domingo enumeró y ambicionó tal cantidad de posibles pactos, acuerdos, consensos y escenarios para el entendimiento teórico con el Ejecutivo de Pedro Sánchez que darían para varias legislaturas. No hay elecciones generales a la vista, pero España está siempre en precampaña. A esas urgencias se incorpora Feijóo en el precipitado debate nacional.
"Las críticas hacia mí me vendrán de todas partes, pero que nadie cuente conmigo para participar más de este entretenimiento infantil en que ha degenerado la política española”.
— Partido Popular (@ppopular) April 2, 2022
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El PP de Feijóo es, según sus propias palabras, un partido ancho de gobierno, de grandes mayorías, autonomista y europeísta, no confederal, que respeta las instituciones y todas las lenguas cooficiales, la justicia, a los trabajadores, “a los que sufren”, a los agentes sociales, los sindicatos y las pequeñas y grandes empresas, “a todas las familias sin juzgar a nadie” y a la Casa Real y que reivindica todas “las aportaciones del jefe del Estado sin matices y ninguna enmienda”. El nuevo PP, y eso se supone que es un avance a las pretensiones de Vox, “no es bisagra, de aspiraciones pequeñas”. En la primera fila del auditorio estaba el presidente de la patronal, Antonio Garamendi, la responsable de la Fundación CEOE, Fátima Báñez, el secretario general de UGT, Pepe Álvarez, y justo detrás, el exalcalde socialista de A Coruña, Paco Vázquez. Feijóo confesó que tiene un solo amigo comunista, Regino Martín, de CCOO de Correos.
Feijóo lo mismo encontró palabras de alivio, consuelo, agradecimiento y reconocimiento tanto para Pablo Casado como para José María Aznar y Mariano Rajoy, para el polaco Donald Tusk como para el comisario griego casado con una asturiana Margaritis Schinás. Criticó mucho al Gobierno de Pedro Sánchez, pero porque argumentó que según su criterio no es ahora el mejor, pero ni le insultó ni lo descalificó con las fórmulas grandilocuentes que han empleado estos días otros oradores populares. Persigue ganar al líder socialista en las urnas, con ambición, pero sin estridencias ni ocurrencias: “Tengo 60 tacos, no estoy para bromas, no soy nuevo ni desconocido ni una incógnita. Estoy en el último cuarto del partido, que es dónde decide el resultado”. Bajó aún más el tono y acabó: “Voy a trabajar para merecer la confianza de los españoles”. Y casi se olvida de clausurar el evento.
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