La caída de Pablo Casado en ocho actos
Feijóo consultó con Rajoy su paso adelante en plena operación para defenestrar al líder popular, de la que participó todo el partido. EL PAÍS la reconstruye
Un via crucis de ocho días. De miércoles a miércoles. La caída de Pablo Casado como líder del PP es una novela corta, que transcurre en una semana que va del 16 al 23 de febrero, pero no por ello menos dramática. La intensidad de esas jornadas para la historia del principal partido de la oposición revela que el joven político palentino era un líder sentado sobre un polvorín que involucraba a generaciones actuales y pasadas del PP. La mecha prendió sobre un campo regado con gasolina. Así fueron, uno a uno, los ocho días que terminaron con Casado como presidente del PP:
Capítulo primero. Los espías salen de la oscuridad. Miércoles, 16 de febrero.
Son más de las nueve de la noche cuando El Confidencial y El Mundo publican casi a la vez dos informaciones similares: “Fontaneros de Génova contactaron con detectives para investigar al hermano de Ayuso”. Para la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y su jefe de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, la información no es ninguna sorpresa. La conocen desde el pasado diciembre, porque uno de los autores ya se la ha contado a Rodríguez. Al enterarse, el asesor de Ayuso había avisado al periodista de forma premonitoria:
—Como hagas público este asunto, el PP estalla.
Esa noche en la que aflora el presunto espionaje las luces están encendidas en Génova, 13. Se ha convocado una reunión de urgencia para coordinar la respuesta a las informaciones. El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, va a la sede, y se encuentra allí con el círculo de confianza de Casado: su jefe de gabinete, Diego Sanjuanbenito; su jefa de prensa, María Pelayo; el vicesecretario de Comunicación, Pablo Montesinos; y el secretario general, Teodoro García Egea, junto con su equipo personal. El líder estará rodeado en los momentos decisivos solo de su número dos y de un grupo de periodistas que son sus asesores más próximos.
—Hay que desmentirlo con toda contundencia, se resuelve.
Capítulo segundo. La reunión secreta del núcleo. Jueves, 17 de febrero.
Ayuso reacciona al presunto espionaje saliendo al ataque, con una comparecencia volcánica a mediodía en la que acusa a la dirección de pretender “destruirla”. El secretario general, Teodoro García Egea, contesta a la arremetida anunciando un expediente en su contra y acusándola de prácticas irregulares. Ya es público: el PP se ha abierto en canal.
Aquella tarde, el comité de dirección es citado en secreto en Génova. Casado informa de que dispone de un dossier sobre Ayuso, con una información que le llegó de forma anónima sobre los contratos del hermano de la presidenta con el Gobierno de Madrid, a la que da toda la credibilidad.
—Ayuso no puede ser presidenta del PP de Madrid porque trata de parapetarse con ese cargo para escapar de este caso de corrupción, dicen Casado y Teodoro al resto del núcleo, que recibe con asombro la información.
Pasadas las diez de la noche, la jefa de prensa de Casado confirma a la COPE que será el líder del PP y no su número dos, como estaba previsto, quien acuda a una entrevista la mañana siguiente a primera hora. En el equipo hay dudas, pero se decide que vaya Casado ante el temor a que arrecien las críticas reprochándole que esté escondido. Aquella entrevista se convertiría en su epitafio.
Capítulo tercero. Los enemigos, cara a cara. Viernes, 18 de febrero.
Casado dispara contra Ayuso en la radio. “La cuestión es si es entendible que el 1 de abril, cuando morían en España 700 personas, se puede contratar con tu hermana y recibir 286.000€ de beneficio por vender mascarillas”, lanza. El contenido de la entrevista no está preparado al detalle, como muchas de las intervenciones de Casado. A él le gusta improvisar, y ese día, ese mensaje definitivo es de su cosecha.
Tras la entrevista, Cuca Gamarra y Javier Maroto envían mensajes de apoyo a Casado en el chat de la dirección. El equipo directo del líder tampoco se da cuenta de que acaba de incendiar al partido. Pero Casado recibe pronto decenas de llamadas pidiéndole que arregle las cosas con Ayuso. Llega a sus oídos también que se ha convocado una manifestación ante la sede el domingo en favor de la líder madrileña. Así que la cita en secreto en Génova esa tarde.
La reunión dura tres horas. La tensión entre ambos es brutal. Casado le hace a Ayuso un largo relato de todo lo que ha pasado y le insta a dar carpetazo con un comunicado conjunto. Ella está muy enfadada. Se va de allí con el compromiso de acordar un texto, pero nunca llegaría a firmarlo.
Esa noche, la jefa de prensa de Casado se intercambia con el jefe de prensa de Ayuso el borrador del comunicado, en el que el líder del PP recula y da por válidas sus explicaciones sobre el contrato y por concluido el expediente contra ella. El problema para el acuerdo es la parte del texto sobre el espionaje. Se redactan dos versiones. La primera dice:
“La presidenta de la Comunidad de Madrid ha podido confirmar que la dirección del PP no ha ordenado ninguna investigación sobre las actividades profesionales de su entorno”.
El jefe de prensa de Ayuso responde que la rechazan, porque ella no puede confirmar tal cosa. La segunda versión que le remiten es mucho más suave:
“Pablo Casado ha asegurado a Isabel Díaz Ayuso que nunca ha ordenado una investigación sobre las actividades profesionales de su entorno y que emprenderá acciones legales contra quien asegure lo contrario”.
Ayuso tampoco da por confirmado el texto. A las once y media de la noche, quedan en terminar de decidirlo el día siguiente por la mañana. En paralelo, los teléfonos de los barones echan humo. El tiempo de Casado empieza a agotarse.
Capítulo cuarto. La capitulación infructuosa. Sábado, 19 de febrero.
Génova revela por la mañana a los periodistas que Casado y Ayuso se han visto la tarde anterior e informa de que se procederá a cerrar el expediente contra ella. Andrea Levy, presidenta del Comité de Garantías, se entera por un teletipo del cierre del expediente, cuando es a ella a quien le corresponde cerrarlo. García Egea no está de acuerdo con la capitulación; la decisión es del líder. La Puerta del Sol tarda poco en emitir la respuesta a la cesión de Casado: “La reunión fue infructuosa”, zanjan.
En paralelo al acuerdo fallido entre los dos rivales, la operación para derribar a Casado está ya en marcha espoleada por los acontecimientos. Desde el viernes, la mayoría de los líderes territoriales está en contacto. Dos tienen un papel principal: Alberto Núñez Feijóo, presidente de Galicia, y Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente de Andalucía. Juntos irán dando todos los pasos. Algunos de los barones piden ya en privado a Casado que destituya a García Egea.
Todo se precipita porque el terreno está abonado. El año había empezado para Casado en la cuerda floja, sin que él lo supiera. A la vuelta de Navidad, cuando se publican las primeras encuestas que alertan de una caída en la intención de voto del PP, pesos pesados del partido empiezan a hablar de la posibilidad de que Feijóo tome el testigo antes de las generales. Esos días, Ayuso le hace llegar al barón gallego el mensaje de que tendrá su apoyo si quiere presidir el PP.
Capítulo quinto. Rajoy está al tanto. Domingo, 20 de febrero.
La manifestación ante la sede de Génova, con más de 4.000 militantes enfervorecidos partidarios de Ayuso, es la gota que colma el vaso. El círculo de Casado cree que puede sobrevivir defendiendo que en la protesta hay infiltrados de Vox. Pero los barones y sobre todo su futuro sucesor, Feijóo, creen ya que el líder tiene que irse. Feijóo consulta y habla entonces con el expresidente del Gobierno Mariano Rajoy.
Feijóo localiza a Rajoy fuera de Madrid, en un viaje privado. Le comunica su decisión y no le pide apoyo. Sí le pregunta cómo lo ve. Rajoy piensa ahora que “Feijóo es el mejor para asumir esa responsabilidad y la solución lógica” a esta situación, según fuentes de su entorno. El expresidente contesta a un buen número de llamadas en esos días de relevantes miembros del PP que le expresan su “malestar” por la situación del partido. Él también hace llamadas a otros dirigentes, algunos de los que luego participan en la revuelta interna. No da instrucciones, pero pregunta: “¿Qué vais a hacer?”.
Fuentes del PP apuntan que en la fase final de esta operación el otro expresidente, José María Aznar, no tiene ningún papel, aunque siente una “enorme decepción” con lo que ha hecho Casado con “su partido” y con Ayuso. Aznar sí había contactado con Casado a principios del verano pasado para pedirle que cesara su enfrentamiento con Ayuso.
Capítulo sexto. El ‘comité florero’ se rebela. Lunes, 21 de febrero.
A las once de la mañana llegan a Génova los integrantes del comité de dirección, un órgano que para muchos de sus miembros actuaba de florero, sin ninguna capacidad decisoria. Ese día es el primero que el comité pinta algo. La reunión dura ocho horas y es tensísima y definitiva. La exministra Elvira Rodríguez abre brecha cuestionando que el contrato con el hermano de Ayuso sea constitutivo de un delito. Le sigue Ana Pastor, que reclama saber si ha existido o no un espionaje. Belén Hoyo es la primera que pide la dimisión de García Egea. Lo dice delante de él, sin paños calientes. En la reunión se escuchan frases durísimas contra el secretario general:
—Teo es lo peor que te ha pasado. Te ha hecho mucho daño.
Durante la mañana, Casado y García Egea se resisten todo lo que pueden, pero el líder empieza a ver que ha perdido el favor de los suyos. Casado decreta un receso para comer y sube a su despacho. En ese tiempo, los demás se organizan.
La actuación decisiva es la de los tres portavoces de las Cámaras: Cuca Gamarra, del Congreso; Javier Maroto, del Senado; y Dolors Montserrat, del Parlamento Europeo. Los tres se dan cuenta de que si dimiten Casado está obligado a convocar una Junta Directiva Nacional, porque ese órgano es el único que puede nombrar a sus sustitutos. Hacen llamadas para comprobar que es así y que fuera el recambio de Casado está dispuesto. A la vuelta del receso, todo ha saltado ya por los aires.
—Es que no vas a poder ni salir a la calle. Solo hay una salida: que convoques el congreso, dicen varios.
Sus más afines también ven ya el final. Hasta Pablo Montesinos:
—Presidente, sabes que entré en política por ti y te apoyaré hasta el final, pero estamos muertos.
Casado cede a última hora de la tarde y pacta que convocará la Junta Directiva Nacional, que a su vez tendrá que convocar un congreso. García Egea ha estado llamando a la sede a diputados, senadores y dirigentes territoriales para pulsar sus apoyos. El líder y el secretario general quieren presentarse y resistir.
Pero ese lunes, Feijóo y Ayuso hablan y pactan la salida de Casado. Es el acuerdo más relevante para aupar al barón gallego, que ya tiene el apoyo de Moreno Bonilla y del resto. El tiempo de Casado se ha terminado, aunque aún quedan dos jornadas más para apuntalar su salida.
Capítulo séptimo. García Egea se va. Martes, 22 de febrero.
El grupo de antiguos amigos de Casado que integra la disidencia en el Parlamento, relegados todos por García Egea, da otra estocada clave. Guillermo Mariscal, Mario Garcés, Carlos Rojas y Pablo Hispán, y algunos otros que se solían reunir en el restaurante El Luarqués, muy cerca del Congreso, llaman a Casado por la mañana y le avisan de que van a hacer público un comunicado firmado por la mayoría de la dirección del grupo parlamentario pidiendo el cese de García Egea y un congreso. Esa mañana, además, todas las direcciones territoriales del partido, en cascada, se suman a la petición de un congreso extraordinario. Los portavoces de las tres Cámaras difunden tuits presionando por el cónclave.
En Génova, el líder todavía se permite bromear con sus afines ante la gravedad de la situación:
—No tengo la espalda tan grande para tanto cuchillo.
A pesar de la intensísima presión, Casado no deja caer a García Egea hasta el final. A mediodía, el secretario general tiene una conversación con el líder, en la que le pregunta qué ha pensado hacer. El número dos quiere seguir peleando, pero ve que Casado ha tirado la toalla, así que es él quien le anuncia su marcha.
—Si no vamos a seguir adelante y el proyecto está agotado, yo tomaré una decisión, le dice.
García Egea se va de Génova y anuncia que ha dimitido esa noche en televisión.
Capítulo octavo. La noche de los cuchillos largos. Miércoles 23, de febrero.
Casado ha asumido su final, pero le obsesiona lograr una “salida digna”. Necesita pactar en la reunión con todos los barones que se celebra esa tarde-noche en Génova que le dejen aguantar hasta el congreso extraordinario de abril y despedirse allí. Muchos quieren que no se vaya de allí esa noche sin dimitir. El presidente de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, es clave para que se le permita. Al final, aceptan ante la imagen de un líder al que ven completamente abatido. A la una y media de la madrugada, el PP difunde un comunicado en el que Casado firma su rendición y se compromete a no presentarse al próximo congreso extraordinario de abril. Su via crucis ha terminado.
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