Arturo Beltrán Núñez, experto en justicia penitenciaria, sobre el crimen de Lardero: “Es el momento de buscar soluciones. El único culpable es el asesino”
El exmagistrado lideró la máxima instancia judicial penitenciaria de los más de 8.000 presos que albergan las cárceles madrileñas
El exmagistrado Arturo Beltrán Núñez, de 72 años, expresidente de la Sección Penal Quinta de la Audiencia de Madrid, cree que en este momento de “inmenso dolor para la familia de Álex” hay que luchar por encontrar “soluciones y no por buscar culpables”. Beltrán lideró la máxima instancia judicial penitenciaria de los más de 8.000 presos que albergan las cárceles de la comunidad madrileña. Por sus manos pasaron en los últimos 25 años decenas de miles de recursos de internos frente a decisiones de juzgados de vigilancia penitenciaria. Cree que el asesinato del niño de nueve años en Lardero, presuntamente por un hombre con antecedentes penales por violencia sexual y asesinato, es como “un fallo multiorgánico, lo que no significa que todo funcione mal”.
Pregunta. ¿Qué ha fallado? ¿Quién ha fallado en este caso?
Respuesta. Nadie puede discutir que este es un caso espantoso, desolador, porque al final la esencia es que ha muerto un inocente, un niño de nueve años. Y frente a esa realidad espantosa todo lo demás es secundario. ¿Se pueden aprender lecciones para que esto no se repita? Probablemente. ¿Esas lecciones se aprenden culpando al juez, al ministro o al secretario general de Instituciones Penitenciarias? Pues no. No se trata de buscar culpables.
P. ¿Entonces?
R. Hay actos que no son erróneos. No es que el juez se equivoque en este caso, aunque todos somos humanos. Esto ha sido un acto fallido a posteriori. Una tragedia inesperada, aunque no absolutamente inesperable. Hay personas, pocas, que no son reinsertables. O tienen trastornos de personalidad, o son psicópatas y sin empatía y sin ninguna otra consideración que su propio narcisismo.
P. El problema es poder identificarlos.
R. El problema es que no sabemos quiénes son hasta después. Se descubre más adelante. Cuando se les da una oportunidad se hace pensando en que era uno de los reinsertables, en que no formaban parte de ese pequeño porcentaje de gente no reinsertable.
P. Le he escuchado a usted decir que el derecho penitenciario no juzga el pasado de los reos, pero lo estudia para hacer un juicio de lo que esa persona puede hacer en el futuro.
R. El pasado ya está juzgado, y eso que es difícil de juzgar. Ahora, hacer un juicio de probabilidad sobre el futuro de una persona es mucho más difícil y eso es lo que se pide al juez de Vigilancia Penitenciaria. Se le pide algo sobrehumano, así que de vez en cuando no es que haya un error, es que hay actos fallidos, cosas en una personalidad que no se detectaban. El juez ahora tiene que estar destrozado.
P. ¿No habría que incrementar las medidas de control sobre este tipo de perfiles?
R. Se está haciendo. La libertad vigilada ya existe y los seguimientos y los programas de reeducación. Pese a lo cual, esa minoría no reinsertable puede volver a hacerlo. Los programas de reinserción están funcionando muy bien, pero hay personas que en su psicopatía aprenden de los programas de reinserción cómo disimular para parecer buenos.
P. ¿No le parece sorprendente que ni la Policía Nacional ni la Guardia Civil conocieran la presencia del presunto asesino en Lardero?
R. Aquí ha habido una especie de fallo multiorgánico, lo que no significa que todo funcione mal. Esta persona obtuvo el tercer grado porque había disfrutado de muchos permisos sin incidencias. Ha cumplido más de 22 años de sus 25 de condena. Había informes negativos y positivos, pero se le concedió el tercer grado. Y estando en ese grado, se siguió portando bien. El caso es que luego usó mal la libertad condicional. Y además hay principios de denuncia: niñas que dicen algo, la policía local parece que algo sabía, la Guardia Civil también. Pero esto, ¿en qué se concreta? Visto a posteriori la pregunta es evidente: ¿pero qué hacían todos ellos? Desde la tragedia espantosa de ese niño todo son preguntas, no hay consuelo. Quizás a través de la religión o la piedad... Pero no se amplía el consuelo por ampliar el número de culpables.
P. Sin embargo, las preguntas sobre los posibles errores y sus responsables son lógicas.
R. No es el momento de buscar culpables, sino soluciones. El único culpable es el asesino. He escuchado que la culpa era de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, del ministro, del juez. Y no lo son, pero nos parece poco condenar al culpable auténtico. Vaya por delante que el secretario general de Instituciones Penitenciarias, Ángel Luis Ortiz, es amigo mío. Que quede claro. La libertad condicional es ajena a esa institución.
P. ¿Cómo se podría mejorar el sistema para intentar evitar este tipo de hechos?
R. Cuanta más gente hay en la cárcel más difícil es estudiarlos. Los informes individualizados sin incrementar los recursos humanos y con las cárceles llenas no son viables. Es imposible estudiar mejor sus personalidades y hacer pronósticos de reinserción que toquen todos los temas. Lo sensato sería no meter a la gente en la cárcel por delitos menores, hacerlo solo por los mayores y a estos estudiarlos a fondo. También se podría generalizar que el recurso del fiscal frente a la libertad condicional tenga efectos suspensivos, pero en este caso no se opuso. ¿Buscamos otro culpable? ¿El fiscal, culpable también? La vida no es buscar culpables, lo sensato es buscar soluciones.
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