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“La moción se cocinó en Madrid y se sirvió en Murcia”

Los tránsfugas de Ciudadanos explican por qué incumplieron su firma para sacar al PP del Gobierno regional

El presidente de la Comunidad de Murcia, Fernando López Miras, junto a Isabel Franco y Valle Miguélez, expulsadas de Ciudadanos tras incumplir su firma en la moción de censura.
El presidente de la Comunidad de Murcia, Fernando López Miras, junto a Isabel Franco y Valle Miguélez, expulsadas de Ciudadanos tras incumplir su firma en la moción de censura.Marcial Guillén ((EPA) EFE)

Hace seis meses ya de la moción de censura fallida que dio un vuelco al curso político. La noche del martes 9 de marzo, al filo del toque de queda, los seis diputados de Ciudadanos en la Asamblea Regional de Murcia firmaron el compromiso de unir sus votos al de los 17 parlamentarios del PSOE y desbancar al presidente popular Fernando López Miras. Unos días después, solo dos de ellos, Ana Martínez Vidal y Juan José Molina, se mantuvieron fieles al pacto. El resto prefirió seguir apoyando al Gobierno del PP, haciendo fracasar la moción de censura y convirtiéndose técnicamente —según el Pacto Antitransfuguismo y el propio diccionario de la Real Academia Española— en “tránsfugas”. Tanto los impulsores de la moción —Martínez Vidal y Molina— como los que la hicieron fracasar rememoran aquella noche y responden a la pregunta: “¿Por qué cuatro de los seis diputados no cumplieron lo firmado?”.

De haber triunfado la moción, Ana Martínez Vidal se hubiera convertido en presidenta de Murcia. Ahora, sentada en la sede de Ciudadanos, dibuja en una libreta la composición de la mesa en la que aquella noche —y por sorpresa para la inmensa mayoría— el dirigente nacional de Ciudadanos Carlos Cuadrado informó a los concejales de Murcia y a los parlamentarios regionales de que, antes de las ocho de la mañana del día siguiente, se presentarían sendas mociones de censura para relevar al alcalde y al presidente autonómico, ambos del PP. La reacción de algunos de los cargos electos de Ciudadanos fue de incomodidad, otros mostraron su rechazo, hubo quien lloró e incluso Isabel Franco y Alberto Castillo —vicepresidenta del Gobierno y presidente de la Asamblea— mostraron su malestar porfiando con los dirigentes nacionales sobre detalles menores como quién tenía que firmar los salvoconductos para sortear el toque de queda en el caso de que la reunión se prolongase. El caso es que, al final, todos estamparon su firma en un documento que ya venía redactado desde Madrid.

Martínez Vidal, muy enfadada todavía con sus excompañeros, dice tener claro por qué firmaron: “Porque, si no hubieran firmado, no habrían tenido nada que ofrecer al PP”. Molina: “Firmaron sabiendo que nos iban a traicionar. Hay una cosa que no se me olvida. Carlos Cuadrado dijo por lo menos tres veces: ‘si alguno de los 10 [seis diputados y cuatro concejales] no quiere firmar, nos vamos a casa y no pasa nada’. Qué fácil habría sido decir entonces que no lo veían claro. Pero no, firmaron…”. Martínez Vidal cierra el círculo de las sospechas: “Antes de las dos de la mañana ya supimos que Isabel Franco lo había filtrado al PP, porque Teodoro García Egea [el secretario general del PP] no paraba de llamar a Carlos Cuadrado. Estaba desatado, preguntaba una y otra vez: ¿¡esto es verdad, esto es verdad!?”.

—¿Por qué siguieron adelante ustedes con la moción?

—Porque ya teníamos contemplado que Isabel Franco y Francisco Álvarez podían fallar, pero su voto lo podíamos suplir con los diputados de Podemos. Quien no esperábamos que fallase era Valle Miguélez, porque ella formaba parte del consejo general de Ciudadanos, porque había participado en las negociaciones con el PSOE, porque le ofrecimos la consejería de Turismo en el nuevo gobierno.

—Y entonces, ¿por qué creen que no cumplió lo firmado?

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—Se ve que los del PP le ofrecieron el oro y el moro…

Los tránsfugas también tienen su explicación. La que primero defiende su actuación es Isabel Franco, que en el momento de la moción era ya vicepresidenta y consejera de Política Social del Gobierno de López Miras, con quien era público y notorio que mantenía una relación excelente. Franco, que atiende a este periódico en la sede de la Asamblea en Cartagena, dice que ella fue desde el principio “una palomita suelta” dentro de grupo parlamentario de Ciudadanos, que Ana Martínez Vidal siempre la vio “como un obstáculo” en su carrera política y que todo el mundo sabía que no se podían ver: “Mi compañera Martínez Vidal no solo no contaba conmigo, sino que hacía meses que me quería quitar de vicepresidenta. Solo había que tirar de hemeroteca para darse cuenta de que en nuestro grupo estábamos fatal. Aquello era una operación de riesgo con pocas probabilidades de éxito, pero se ve que alguien le vendió a Madrid un paisaje idílico y que alguien allí lo compró”.

—¿Por qué firmó usted la moción de censura?

—Porque Cuadrado y Martínez Vidal nos dijeron que el presidente López Miras se había puesto de acuerdo con Vox para convocar al día siguiente elecciones anticipadas, y eso conllevaría la desaparición de Ciudadanos. Nos dijo que la moción estaba aprobada tanto por la dirección del PSOE como por la de Ciudadanos, y añadió que en La Moncloa se había trabajado el tema. Hubo un fuerte rifirrafe, una concejala se puso a llorar y cuando eran las nueve y media dije que yo me tenía que ir porque vivo en Alcantarilla y no me quería saltar el toque de queda de las diez. Carlos me dijo: ‘no te preocupes, que yo te firmo una autorización’. Le respondí: ‘te lo agradezco en el alma, pero es que en Murcia soy la vicepresidenta del Gobierno y aquí las autorizaciones va en sentido inverso’.

—¿Y qué pasó?

—Pues que le dijo a Lorena, su jefa de gabinete, que sacara la moción. ¡La moción de censura salió de la mochila de la jefa de gabinete, ni siquiera del partido en Murcia! Eso demuestra que venía totalmente cocinada desde Madrid y se sirvió aquí. Así que le dije a Paco: ‘Firma, que me tienes que llevar a Alcantarilla’. Firmamos y nos fuimos.

Isabel Franco explica que el jueves 11, un día después de que se presentase la moción y estallase todo el revuelo político, recibió la llamada de Inés Arrimadas: “Inés me preguntó qué tal estaba. Me llamó la atención porque era la primera vez que me llamaba desde que salió elegida. Antes sí me había pedido el voto, pero en cuanto salió, ya ni me cogía el teléfono. Con quien sí estuve en contacto fue con mi presidente [de la región, López Miras]. Me comunicó que iba a destituir a los consejeros que habían tomado partido en la moción. Le dije que me cesara a mí también. Me anunció que su decisión era seguir hasta que se votase la moción. Y entonces le respondí: ‘presidente, pues yo contigo”.

Valle Miguélez también responde a las preguntas en un despacho de la Asamblea. La noche de autos era solo una diputada.

—¿Qué pasó aquella noche?

—Fue una noche horrible. Yo lo pasé muy mal porque sabía que eso no era bueno para Murcia. Dije que no entendía esa decisión porque una encuesta reciente indicaba que Murcia es de centroderecha. Y, además, yo no era una pieza importante ni para la nueva directiva nacional ni para la de Murcia y, por lo tanto, yo no iba a colaborar en un movimiento personalista.

—¿Y entonces por qué firmó la moción de censura?

—Porque empezaron a decir que López Miras iba a convocar elecciones y nos íbamos a ir todos a casa. Estaban culpabilizándonos de que si eso sucedía todas las familias que dependían de nosotros se iban a quedar sin trabajo. Firmé bajo presión. Luego me enteré de que la vicepresidencia se iba a dejar vacante hasta que se resolviera la imputación de Diego Conesa [el secretario general del PSOE en Murcia]. Ahí se demostraba que la moción no era por la región de Murcia, sino por intereses personales. Prevalecía más un puesto de presidenta de la comunidad que un millón y medio de habitantes. Yo no podía hacerlo.

Tras conocerse que no votaría a favor de la moción, Valle Miguélez fue nombrada consejera de Empresa e Industria y portavoz del Gobierno de Murcia. Unos días después asumió también las atribuciones de la Consejería de Empleo, Investigación y Universidades con la que el presidente López Miras había premiado al otro diputado tránsfuga, Francisco Álvarez.

Alberto Castillo ejerció durante toda su vida de periodista radiofónico y ahora es presidente de la Asamblea de Murcia. Ya lo era aquella noche del 9 de marzo de 2021.

—¿De qué se arrepiente?

—De haber firmado.

Castillo, sentado en su despacho oficial de Cartagena, recuerda cada detalle de la reunión de aquella noche en la sede de Ciudadanos y de la madrugada de vigilia que la siguió.

—A las siete y media de la tarde me llaman y me dicen: ‘ven a la sede, que está Carlos Cuadrado’. Cogí la moto y llegué en diez minutos. Se nos dice que a las ocho de la mañana el presidente de Murcia va a apretar el botón rojo y a convocar elecciones anticipadas, y que para evitar que eso pase nosotros tenemos que presentar una moción de censura. Luego fueron pasando las horas, vas atando cabos y te das cuenta de que aquello fue la primera de muchas mentiras. Por eso digo que aquello tuvo nocturnidad, premeditación y alevosía. Se nos dice, además, que la presidenta de la comunidad va a ser doña Ana Martínez Vidal. Nos quedamos extrañados: ¿cómo un grupo con 17 diputados como es el PSOE le va a dar la presidencia a una señora y a un grupo de seis diputados cada uno de un padre y de una madre?

Dice Alberto Castillo que en un momento dado bajó a la calle a echar un cigarro y que cuando subió ya habían firmado todos. Su firma fue la última. “Te vas dando cuenta”, continúa, “de que nadie del partido te ha llamado para consultarte, que te han abandonado a tu suerte, que justifican la moción por los casos de corrupción, pero en mi opinión, salvo el caso de las vacunas, cuyos responsables ya habían dimitido, no había más.

—¿Cuál fue el motivo entonces?

—Vamos a llamar al pan pan y al vino vino. La base está en que la señora Martínez Vidal no puede ver a la señora Franco desde el primer día, desde el kilómetro cero. Y viceversa. Hay una guerra de lideresas, y como el presidente de la comunidad se decanta más hacia una, pues guerra a muerte.

Alberto Castillo, que también fue calificado de “tránsfuga” aunque se abstuvo en la votación, dice que lo pasó fatal, que hasta paraban a su esposa por la calle y le preguntaban “¿qué locura va a hacer tu marido?”, así que decidió encerrarse con un libro electrónico en una cabaña que le dejó un amigo:

—Allí leí una frase de Unamuno: “No me pidáis que sea fiel a mis principios; soy fiel a mi realidad”.

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