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La Crónica

El fiasco de Murcia desconcierta al Gobierno y frustra el acercamiento a Cs

La operación parecía un éxito y ha resultado un problema serio para el Ejecutivo

Carmen Calvo, José Luis Ábalos y Pedro Sánchez, el miércoles en el Congreso.
Carmen Calvo, José Luis Ábalos y Pedro Sánchez, el miércoles en el Congreso.EMILIA GUTIERREZ (GTRES)

El fiasco murciano ha dejado desconcertado al Gobierno. Lo que parecía una operación perfecta se ha convertido en un problema importante que trastoca la estrategia de Pedro Sánchez. Ciudadanos, al que siempre busca La Moncloa como alternativa para reforzar la mayoría, queda hecho trizas, es probable que se aleje del PSOE y puede desaparecer en Madrid. Podemos también corre este riesgo. La coalición aguanta, pero el escenario se complica mucho a no ser que la izquierda logre recuperar Madrid, un objetivo difícil, pero que La Moncloa no ve imposible.

Sobre el papel, todo cuadraba. Y sonaba muy bien. El PSOE lograba sacar del poder en Murcia al PP después de 26 años, e iniciaba una senda de acuerdo con Ciudadanos que abría muchas puertas. La Moncloa lleva meses intentando atraerse al partido de Inés Arrimadas. De hecho, los Presupuestos se diseñaron para que ellos pudieran entrar. Pero las tensiones entre Ciudadanos, Unidas Podemos y ERC, que presionaron para que estuvieran fuera, lo hicieron inviable.

Sin embargo, Félix Bolaños, hombre clave en La Moncloa, mantenía muy engrasado el vínculo con Carlos Cuadrado, mano derecha de Arrimadas. Y cuando el martes Cuadrado le llamó para decirle que se ponía en marcha la moción de censura en Murcia de la que ya habían hablado los dirigentes locales del PSOE y Ciudadanos, los socialistas se lanzaron a la operación con una condición muy clara: que los seis diputados naranjas firmaran la moción y dejaran por escrito que estaban dispuestos, para evitar sorpresas. Cuadrado se marchó a Murcia, logró la firma de los seis y trasladó al PSOE que todo estaba bajo control. Solo entonces se puso en marcha la maquinaria.

Pero no estaba tan controlado. Los socialistas lamentan ahora el juego sucio de los rivales, que han usado tránsfugas e incluso presiones físicas a los diputados —algunos vieron como se aporreaban sus puertas por la noche mientras descansaban con sus familias—, pero lo cierto es que la sensación es de fiasco absoluto. Sobre todo porque el hundimiento de Ciudadanos, que el desastre murciano acelera, tiene un beneficiario directo: el PP, y en alguna medida también Vox.

En algunos sectores tanto del PSOE como de Unidas Podemos se habla de una cierta ingenuidad de quien diseñó la operación, por no haber contado con la posibilidad de una respuesta tan agresiva del PP, no solo por el caso murciano sino también por la consecuencia directa: el adelanto de las elecciones en Madrid. Pero en la cúpula del PSOE contestan que no se les puede culpar por haber intentado cambiar el Gobierno de Murcia después de haber ganado las elecciones en 2019, y aseguran que ellos lo han hecho con un método legítimo como la moción de censura y sin tránsfugas, acordando con la dirección nacional. Lo cierto es que todo lo que podía salir mal ha salido mal.

El problema grave para el PSOE no es solo Murcia, una comunidad con la que no contaba. Es la implosión de Ciudadanos y la posibilidad de que Arrimadas pueda caer o verse forzada por el sector crítico a alejarse del PSOE. O peor, que el partido entre en una deriva de fusión con el PP que ayudaría a Pablo Casado en la tarea de reunificar a la derecha.

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Sin embargo, en esta política enloquecida que vive España en la era del postbipartidismo, todo cambia en horas y la sartén puede volver a girar del lado del Gobierno. Y aquí hay división de opiniones. Hay dirigentes que creen que el adelanto electoral en Madrid llega en el peor momento posible para la izquierda madrileña, y supondrá la consolidación definitiva de la derecha y de Isabel Díaz Ayuso y el hundimiento tanto de Ciudadanos como de Podemos, que corren el riesgo de no superar la barrera del 5%. Eso es malo para el Gobierno de coalición, ya que aumentará la inquietud de la formación de Pablo Iglesias.

Recuperar Madrid

Pero hay otros dirigentes que lo ven como una gran oportunidad. La izquierda, explican, no tiene Madrid, y le dan la posibilidad de recuperarlo tras 26 años. No es algo imposible. Basta con que el bloque de izquierdas (PSOE-Más País-Podemos) mantenga los escaños de 2019 y algunos de los 26 que tiene ahora Ciudadanos caigan en ese lado, si es que los pierde todos. O incluso que logre entrar, algo que abriría la puerta a un cambio de Gobierno.

Las primeras encuestas apuntan a que Ayuso podrá gobernar con Vox cómodamente, pero en La Moncloa confían en la campaña para darle la vuelta con una movilización de la izquierda. La confirmación de Ángel Gabilondo como candidato ha frustrado a algunos dirigentes que esperaban algún golpe tipo el de Salvador Illa en Cataluña, que ganó los comicios catalanes aunque no logró gobernar. Se planteó la posibilidad de Margarita Robles, pero Sánchez esta vez no ha querido experimentos. La idea de que son unas elecciones para un mandato de año y medio también ha pesado en esta decisión.

En cualquier caso el Gobierno y el PSOE insisten en que el gran perdedor es Ciudadanos, y ellos en el peor de los casos se quedan como están. El Ejecutivo, recuerdan, tiene Presupuestos, está concentrado en ejecutar los fondos europeos y tiene una mayoría que aguanta a pesar de las tensiones con ERC, que esperan rebajar en cuanto haya Gobierno en Cataluña.

A pesar de Madrid, el PSOE quiere mirar el contexto general. Los socialistas ahora son primera fuerza en todas las comunidades salvo en Galicia, Cantabria y País Vasco. Esto es lo que lograron en 2019 y ahora se ha consolidado con la victoria en Cataluña, que no les permite gobernar pero sí recuperar su papel de gran alternativa al independentismo. Ante el desconcierto, la dirección trata de calmar las aguas con la idea de que no han perdido nada que tuvieran. Pero la sensación de fiasco absoluto es imposible de ocultar.

Iglesias busca un giro para salvar el 5%

Unidas Podemos apenas ha tenido participación directa en el último terremoto político. Se limitó a apoyar la moción de censura en el Ayuntamiento de Murcia, donde sí son necesarios sus votos, y que puede salir si no hay tránsfugas. Sin embargo, el movimiento tiene consecuencias importantes para el grupo de Pablo Iglesias.

Por un lado positivas, porque Sánchez ve alejarse la alternativa de Ciudadanos y está obligado a gobernar con la izquierda. Pero por otro, muy negativas, porque tiene el riesgo de no entrar en Madrid, que tiene una durísima barrera del 5%. Ya le pasó a IU en 2015, con el poeta Luis García Montero.

Iglesias busca ahora algún candidato sorpresa con más fuerza que la actual, Isabel Serra, que surgió casi de forma acelerada tras la ruptura con Íñigo Errejón poco antes de las elecciones de 2019. Entonces también se temía que Podemos no lograra superar la barrera del 5%, pero lo consiguió. Esto es clave para que el bloque de izquierda tenga alguna posibilidad de sumar.

De momento no parece haber movimientos para intentar recomponer esa división en dos grupos a la izquierda del PSOE, tras esa dramática ruptura entre Iglesias y Errejón, dos íntimos amigos que fundaron Podemos. Salvo sorpresas de última hora, que nadie descarta del todo dada la situación excepcional de unas elecciones con mandato limitado de menos de dos años, habrá de nuevo dos candidaturas, y por eso Iglesias necesita alguien con tirón.

Sánchez ha decidido no tirar de los ministros pero él sí podría hacerlo. El más factible sería Alberto Garzón, aunque como sucedía con Robles, no es fácil que quiera. Pero también puede haber alguna sorpresa de caras conocidas del mundo de la cultura o de la dirección de Podemos. No desaparecer en Madrid, la comunidad donde nació, es clave para este partido.

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