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Muere Ángel Flores alias ‘Casper’, el violento narcotraficante que le robó los cuadros a Koplowitz

Un juez había concedido al delincuente, condenado a 90 años de prisión en 2015, la libertad condicional en diciembre al sufrir una enfermedad incurable

Ángel Suárez Flores "Casper", en las inmediaciones de la Audiencia Provincial de Madrid en 1999.
Ángel Suárez Flores "Casper", en las inmediaciones de la Audiencia Provincial de Madrid en 1999.Luis Magán
Fernando J. Pérez

Ángel Suárez Flores, Casper, ladrón, secuestrador, torturador y narcotraficante que pasó a la historia criminal española por el robo de 19 cuadros en el domicilio de la empresaria Esther Koplowitz en agosto de 2001, y se convirtió en una verdadera obsesión para la policía durante una década, falleció el pasado sábado en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid víctima de un cáncer que venía sufriendo al menos desde 2014. El pasado noviembre abandonó por razones humanitarias la prisión de Soto del Real (Madrid), donde cumplía una pena de 89 años de cárcel que le impuso la Audiencia Nacional en 2015. Tenía 61 años.

Casper, también conocido policialmente como Óscar o El Calvo, nació en Buniel (Burgos) el 9 de marzo de 1959. La primera gran pieza de su trayectoria delictiva fue el robo, con el método del butrón –agujero en el techo– de la cámara acorazada del Banco Popular de Yecla (Murcia), en la Nochebuena de 1998. Casper, según la investigación, supo, a través de sus contactos en prostíbulos de Alicante, que en esa sucursal había grandes cantidades de dinero y joyas, mucho de ello sin declarar a Hacienda.

Con una taladradora industrial con punta de diamante de dos toneladas, que montaron en el lugar, la banda atravesó la pared de hormigón de la cámara y desvalijó gran parte de las cajas de seguridad, obteniendo un botín que se cifró en unos 15 millones de euros, según estimaciones policiales, aunque los afectados solo presentaron denuncia por 3,6 millones. Sin embargo, pese a todas las precauciones, cometieron un error que permitió a la policía dar con su pista: abandonaron la taladradora, y aunque habían borrado el número de serie, no habían hecho lo mismo con el identificador de la batería.

En junio de 1999, Casper fue detenido por este atraco, por el que recibió una condena de poco más de dos años de prisión en el año 2003. La operación se precipitó tras el intento de asesinato del abogado Emilio Rodríguez Menéndez por encargo de su mujer. Esta acción se le atribuyó a Casper, pero del que este resultó absuelto.

En este tiempo, Casper aprovechó la libertad para el golpe que le haría célebre: el robo de 19 cuadros en el domicilio de Esther Koplowitz en el Paseo de La Habana, de Madrid. La banda contó con la colaboración del guarda de la finca, que simuló que unos atracadores encapuchados le habían golpeado e inmovilizado. La policía no le creyó, y las obras de arte, entre ellas, El Columpio de Goya, tasada en 12 millones de euros, fueron recuperadas en junio de 2002 cuando Casper y su socio Juan Manuel Candelas se disponían a venderlas en un hotel. Ambos delincuentes aceptaron una pena de un año de prisión por este hecho.

La fama de ladrón de guante blanco de Suárez se desvaneció en marzo de 2011, cuando fue detenido en Andalucía como líder de una banda que se dedicaba a los vuelcos –el robo de cargamentos de droga de otras bandas-. En diciembre de 2009, los miembros de su banda se hicieron pasar por guardias civiles y secuestraron en Algeciras a un consignatario de buques que tenía información sobre un contenedor que venía cargado de cocaína, algo que sabían los delincuentes pero no esta persona. Tras golpearle, amenazarle con matarle a él y a su familia y cortarle el dedo pulgar del pie con un machete, este hombre dio el nombre de otra persona encargada de tramitar el contenedor. La banda secuestró a esta segunda víctima. Tras golpearle durante horas y enseñarle el dedo cortado del primer testigo, este hombre facilitó la información que le exigían.

Siguiendo el itinerario del contenedor, que les llevó hasta Jerez, la banda torturó a otros miembros de la red que pretendía introducir la droga. A uno de ellos le provocaron un paro cardiaco tras romperle las dos piernas, las muñecas y varias costillas con una barra de hierro, quemarle con un soplete y conminarle a hablar bajo la amenaza de sacarle un ojo con un cuchillo.

Por estos hechos, Casper, amante de los grandes coches y que habitaba un chalé de lujo en Majadahonda (Madrid), fue condenado en 2015 a 89 años de cárcel por delitos de narcotráfico, amenazas, detenciones ilegales, torturas, lesiones y ya no saldría de prisión hasta el pasado noviembre. En el auto por el que le concedía la libertad, el juez de Vigilancia Penitenciaria José Luis de Castro recogía el contenido de los diferentes informes médicos y de Instituciones Penitenciarias que aconsejaban su excarcelación por motivos humanitarios. “El interno se encuentra decaído y ansioso. Llora frecuentemente cuando habla de la enfermedad y el volver a pasar por todo este proceso de nuevo”, se leía en uno de ellos, que recordaba que fue diagnosticado por primera vez de un linfoma en 2007 que, tras superarlo, se le había vuelto a reproducir en 2014 y tuvo que recibir nuevas sesiones de quimioterapia.

La libertad condicional vino acompañada, no obstante, de una serie de condiciones impuestas por el juez, que también tuvo en cuenta que Casper no había cumplido aún ni la mitad de los 20 años de cumplimiento efectivo en la cárcel que le correspondía. Así, debía estar bajo custodiado por un familiar, debía fijar una residencia y no podía abandonar la provincia. Además, debía presentarse cada 15 días en una dependencia policial y permitir que los servicios sociales penitenciarios hicieran un seguimiento de su situación, además de facilitar informes médicos cuando le fuesen requeridos.

Deja esposa, Stela Lazurca –casada en separación de bienes, y que resultó absuelta en el juicio– y cinco hijos.



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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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