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El retraso electoral cambia la partida en Cataluña

La nueva fecha para las catalanas rompe las estrategias de PSC, ERC y Vox, pero todos reajustan sus planes

El líder del PSC, Miquel Iceta, durante la reunión sobre la fecha electoral, este viernes en el Parlament.
El líder del PSC, Miquel Iceta, durante la reunión sobre la fecha electoral, este viernes en el Parlament.Massimiliano minocri

Veinte semanas en política son una eternidad. Ese es el tiempo que los partidos catalanes tienen hasta la nueva convocatoria electoral, movida del 14 de febrero al 30 de mayo tras un acuerdo entre el Govern y todas las formaciones menos el PSC. El aplazamiento está justificado por los malos datos epidemiológicos, pero es inevitable observar que otros elementos de corte más electoralista también han entrado en juego. El retraso no afecta a todos por igual: rompe sobre todo las estrategias del PSC, ERC y Vox, aunque todos tendrán que reajustar sus planes. La nueva fecha cambia la partida electoral en Cataluña.

El 30-M fue propuesto por el president en funciones y candidato de ERC, Pere Aragonès. Los republicanos pusieron la fecha, pero también corren altos riesgos con el retraso. Venían de ganar cómodamente en las encuestas y con posibilidad de pactos a lado y lado (así digan que no los quieren, como en el PSC), y ahora se encuentran a Junts y el PSC, por el efecto Illa, soplándoles en el cuello. ERC ha apostado por poner su gestión en el frontispicio de su campaña, y al alargarse el plazo puede desgastarse si hay más errores o discusiones internas con Junts. Los neoconvergentes, además, tienen una nueva oportunidad para recortarles terreno, como ha sucedido muchas veces en anteriores citas. En ERC creen que serán los socialistas los que más sufrirán el desgaste de su candidato, pero aceptan lidiar con su propia versión del drama.

El discurso oficial de Junts es que han priorizado las recomendaciones sanitarias. No obstante, un alto cargo del partido ha hecho una confesión significativa. “Ahora tenemos más tiempo para ganar bien”, tuiteó el pasado viernes el jefe de comunicación de Junts, Pere Martí, tras conocerse el acuerdo para trasladar las elecciones. Los de Carles Puigdemont habían lanzado mensajes contradictorios sobre el aplazamiento. La candidata Laura Borràs criticaba a Illa un día, pero al siguiente veía bien que se votara en Portugal en pandemia.

Esa postura errática puede tener que ver con que el nuevo calendario también puede jugar en detrimento de Borràs, contra la que el Tribunal Supremo instruye una causa por malversación. Se investiga si fraccionó un contrato para beneficiar a un amigo cuando presidía la Institució de les Lletres Catalanes, y el alto tribunal podría abrir juicio oral antes de mayo. Entretanto, la tercera formación independentista, la CUP, al alza en las encuestas, podrá seguir intentando robar votos tanto a ERC como a Junts.

Ahora bien, la coincidencia es unánime: el más perjudicado por el retraso es el PSC. De ahí el enfado de los socialistas catalanes, que creen que el Ejecutivo catalán “cambia las reglas del juego” con las elecciones y están a la espera de decidir si las impugnarán. El PSC espera que el efecto del cambio de cabeza de cartel (de Miquel Iceta a Salvador Illa) continúe y cree que la imagen de “solvencia” del ministro, labrada el último año, sirve igual en mayo que en febrero. Pero la oposición no ha dejado de atacar el doble papel de Illa en las últimas semanas y seguirá haciéndolo. Tendrá que ir con mucho cuidado para que su gestión no sea vista como electoralista. Los errores también serán magnificados. La nueva fecha también añade tiempo al debate de los indultos a los líderes del procés, un tema incómodo para el Gobierno y el PSC.

“A nosotros nos da igual el retraso, al que le viene mal es al PSC. El candidato Illa se va a quemar a lo bonzo”, confía una fuente de la dirección del PP. Los populares habían logrado buenos impactos con los fichajes de la excandidata de Ciudadanos Lorena Roldán y de Eva Parera, de la plataforma de Manuel Valls. Pero, al mismo tiempo, su cabeza de lista, Alejandro Fernández, es poco conocido, y tener más tiempo para popularizarlo tampoco viene mal. Algo parecido le ocurre a los comunes con su candidata, Jéssica Albiach, y al PDeCAT, con Àngels Chacón.

Ciudadanos coge aire con la nueva fecha porque los golpes de sus competidores pueden perder impacto. Carlos Carrizosa era uno de los principales afectados por la pujanza de Salvador Illa, y lo mismo ocurre con los fichajes del PP.

Carrizosa defendió con ahínco el retraso por la pandemia, todo lo contrario que Vox. La extrema derecha ha quedado descolocada. La moción de censura a Pedro Sánchez, lanzada en octubre para proyectar a su candidato catalán, Ignacio Garriga, habrá quedado en mayo enterrada en el olvido. La estela de Donald Trump pronto se apagará fuera de la Casa Blanca. Y los ultras parecen fuera de foco. “Manifestamos nuestro rechazo a que, con excusas sanitarias, se pospongan unas elecciones por razones exclusivamente políticas”, clamó Santiago Abascal el viernes desde Barcelona. Las hojas del calendario hasta mayo pasarán más rápido para unos que para otros.

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