Compromís y Unidas Podemos vuelan bajo
¿En serio la propuesta de Cantó de reducir la fiscalidad medio punto era algo descabellado e imposible de aceptar?
En Una tierra prometida (Editorial Debate), primer volumen de las memorias de Barack Obama, el ex presidente de EE.UU rememora la contundente frase que le espetó un asesor, recién aterrizado Obama en el Despacho Oval del Ala Oeste de la Casa Blanca: “Gobernar es saber que alguien, en cualquier lugar y en cualquier momento, la está jodiendo”. Le faltó añadir: “Y usted, señor Presidente, no podrá hacer nada para evitarlo”.
Algo así debió de pensar el presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, cuando el pasado miércoles se descompuso la delicada arquitectura, el encaje de bolillos, que había venido edificando durante meses con el líder de Cs, Toni Cantó, para garantizar el apoyo de este y de su grupo parlamentario a las cuentas autonómicas de 2021. El Molt Honorable, más allá de enfadarse y tragar la quina escanciada por sus socios, no pudo hacer nada más.
Tal y como venimos explicando, el Gobierno del Botánico cuenta con una holgada mayoría parlamentaria en las Cortes Valencianas -52 escaños de un total de 99- que garantiza la aprobación sin sobresaltos de sus iniciativas legislativas. Por tanto, contar con el apoyo de Cs no era una urgencia; pero sí un reto, sí una oportunidad para transmitir la didáctica de que en una coyuntura crítica la clase política es capaz de arrinconar mezquindades y reservar los vuelos políticos gallináceos para otros contextos. Hasta el Papa Francisco, en el tradicional encuentro navideño con la Curia romana celebrado días atrás, invitó a los jerarcas de la Iglesia católica a abandonar la “lógica del conflicto” y de las divisiones entre los bandos progresista y tradicionalista que malviven en el seno de la organización que Bergoglio lidera como puede y le dejan.
Desde que el coronavirus se instaló en nuestras vidas, los gobiernos buscan mayorías reforzadas que avalen no la legitimidad, pero sí la certeza de sus decisiones. El desempleo y la pobreza que se avistan en el horizonte inmediato son terreno abonado para un malestar social que puede acabar anclándose, a la desesperada, en opciones populistas y retrógradas ávidas de poder. No se precisan muchos años de “mili” política para saber que conjurar ese proceso exige abandonar los viejos hábitos de la confrontación sistemática por asuntos menores para sustituirlos por consensos en torno a las grandes cuestiones que sí afectan al presente y futuro de los ciudadanos. Para generar expectativas de mejora y evitar que los electores sigan sancionando en los barómetros del CIS que la política y los políticos no solo no solucionan problemas sino que son “el problema”.
No ha sido posible el acuerdo presupuestario con Cs porque los socios del PSPV-PSOE en el Consell, Compromís y Unidas Podemos, con especial sectarismo estos últimos, sabían desde el principio, meses atrás, que no debían permitir esa foto final en la que Toni Cantó estrechase las manos de los tres socios del Gobierno del Botánico tras haber otorgado el “sí” a la ley presupuestaria.
El rechazo a la colaboración con Cs por parte de los socios de Ximo Puig no tiene que ver con ninguna demanda de los naranjas inasumible por esa izquierda exquisita, guardiana de no sabemos qué esencias. ¿En serio la propuesta de Cantó de reducir la fiscalidad medio punto en los tramos de la renta inferiores a 50.000 euros, con subidas en los tramos de 50.000 a 120.000 euros, era algo descabellado e imposible de aceptar? Al parecer, sí.
Ajenos a barómetros que no les son favorables -ver el de diciembre del CIS- e ignorando la pulsión de consenso asentada entre la ciudadanía, los responsables de las fuerzas a la izquierda del PSPV-PSOE han olvidado el espíritu colaborativo del llamado Pacto de Reconstrucción, suscrito también por ellos el pasado mes de agosto, para evitar la frustración de ver engrandecidas las figuras de Puig y Cantó como verdaderos artífices del acuerdo. Si siguen volando así de bajo, acabarán estrellados.
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