El narco más buscado se confiesa
Juan Carlos Santórum está en busca y captura por intentar introducir 3.000 kilos de coca en Galicia en un narcosubmarino. El sospechoso habla para EL PAÍS: “Es un montaje”
Arranca esta historia en pleno Amazonas colombiano. Acompañado de dos socios ecuatorianos, el vigués Agustín Álvarez decidió el 30 de octubre del año pasado meterse en un submarino de fabricación casera con 3.000 kilos de cocaína, una litera y 20.000 litros de combustible en su interior. El batiscafo, de mecánica precaria y 20 metros de eslora, llevaba una bolsa estanca atada en el exterior con víveres y agua. La nave, sumergida a dos metros, recorrió el río Amazonas y después cruzó el Atlántico (9.000 kilómetros, en total) hasta alcanzar, el 18 de noviembre, la ría de Vigo. Llegaron a Galicia al límite: la bolsa de víveres se había soltado días antes, la mecánica del submarino fallaba y una fuga de gasoil impregnaba todo el interior, lo que obligaba a mantener una escotilla abierta para poder respirar. Desesperado, Agustín llamó a través del teléfono satélite, pero nadie respondía al otro lado. Varios días estuvo intentándolo, siempre silencio como respuesta. La organización de narcotraficantes gallegos que debía salir con lanchas rápidas a recoger los 3.000 kilos de cocaína se había esfumado. Siete días después, Agustín y los ecuatorianos hundieron el submarino y salieron a nado. Fueron todos detenidos. Los habían dejado tirados.
Comenzó entonces una investigación para descubrir qué organización había planeado —y fallado— en el primer envío conocido de cocaína a Europa en submarino (en Galicia se lleva años escuchando que esta práctica es más o menos habitual, aunque hasta ese momento no se pudo confirmar). La policía apunta como responsable de aquel osado envío a Juan Carlos Santórum, líder del clan de los Santórum y el coordinador de aquel desembarco frustrado de cocaína. Se encuentra en busca y captura desde que los investigadores pusieron su nombre sobre la mesa. Localizado por EL PAÍS, sostiene desde la clandestinidad ser inocente.
En un primer momento las sospechas habían recaído sobre los dos principales narcos de Galicia, los jefes de la actividad en las rías: El Pastelero y El Burro. Sus nombres —apodos— suenan cada vez que hay una incautación en la costa gallega. Pero el pasado 26 de abril, en pleno confinamiento por la covid-19, el foco policial giró. El Karar, un buque de bandera togolesa con ocho tripulantes de Bangladesh, seis de Nepal y un gallego, fue interceptado a 300 millas de la costa de Galicia por la Policía Nacional y el Servicio de Vigilancia Aduanera (SVA). A bordo iban 4.000 kilos de cocaína. El Karar fue uno de los alijos incautados durante el confinamiento, un período donde los cuerpos policiales se vieron sorprendidos, y por momentos desbordados, debido a la enorme narco-actividad que se estaba llevando a cabo en la costa gallega. El trabajo de los agentes fue enorme. La atención mediática y política, mucho menor, sepultada, inevitablemente, por la pandemia que asfixiaba a España.
Al mismo tiempo que la Policía asaltaba en alta mar el Karar, en tierra, el Greco de la Policía Nacional llevó a cabo aquel domingo una redada y detuvo a lo largo de la ría de Arousa a 28 personas, la mayoría de ellas vinculadas al clan de los Santórum. Además del éxito de la incautación, aquella operación permitió a la Policía descubrir pistas inéditas sobre el narcosubmarino. Escuchas, lanchas rápidas incautadas y testigos llevaron a los agentes a concluir que, además del Karar, los Santórum estaban también detrás del narcosubmarino. A la operación solo le faltó (le falta todavía hoy) un arresto. Tal vez el más importante: el del citado Juan Carlos Santórum Navazas, vecino de Vilanova de Arousa (Pontevedra) de 40 años y acusado de ser el cabecilla del clan. Juan Carlos se fugó aquel domingo y, a día de hoy, sigue en busca y captura. Es, según la Policía, uno de los narcos más poderosos de España.
EL PAÍS, a través de redes sociales, ha localizado y charlado con el que, tal vez, sea el presunto narco más buscado en estos momentos. Asegura que aquel 26 de abril en el que la Policía apresó el Karar y realizó las detenciones, él se despertó como cualquier otro día. “Aquel día me levanté de la cama a las nueve, como cualquier domingo”. La conversación se desarrolla chateando a través de Facebook, donde Santórum ha abierto un perfil con su nombre real y va cambiando su localización. “Desayuné tranquilo y sobre las diez salí a dar un paseo en moto. Al salir, dos encapuchados me cortaron el paso con un coche. Mi reacción fue escapar. Al cabo de un rato regresé a casa, pero ya había furgones policiales. Decidí huir porque todas las experiencias que he tenido me dicen que desde prisión no es posible defenderse”. Santórum continúa el relato de su fuga aquel día: “Me dirigí al monte. Estacioné la moto debajo de unos árboles y estuve durmiendo tres noches en el suelo. Pero al tercer día empezó a llover, así que estaba incómodo. Me dirigí a casa de una amiga. Estuve pensando en entregarme, pero con todos los periódicos y televisiones en mi contra sería un suicidio hacerlo. Era como enfrentarme a un ejército con ametralladoras y yo en calzoncillos y con piedras”.
El perfil de Santórum en Facebook es público y va cambiando su ubicación. Hace unos días le situaba en Brasil, después en Huelva. Sorprendentemente no tiene problema en revelar la verdad: “Sigo en casa de mi amiga, cerca de mi hogar. Yo creo que me tienen localizado y que me van a detener cuando quieran, pero no les interesa, porque así pueden decir que estoy escondido y que no me pudieron encontrar y me meten cualquier otra operación en marcha”.
Santórum afirma que su implicación en el alijo del Karar y en el del narcosubmarino son montajes de la Policía en connivencia con poderosos confidentes del mundo del narcotráfico. Los investigadores, por su parte, junto con la juez de instrucción, acusan a Santórum de encabezar estas dos operaciones en base a varias pruebas. Una de ellas son escuchas en las que, según la Policía, se oye a Santórum referirse “a lo del submarino”. En concreto, el presunto capo estaría ordenando a sus hombres no llevar a cabo el desembarco de la cocaína del batiscafo, ya que estaban vigilados. De ahí que Agustín y los dos ecuatorianos se quedaran tirados sin nadie al otro lado del teléfono satélite. Otra prueba que maneja la Policía es la incautación de varias lanchas rápidas en Sanxenxo y Vigo, conocidas como planeadoras, con las que, según la investigación, los Santórum planeaban alijar los fardos. Los investigadores opinan que los Santórum son un clan de la vieja escuela, especializado en la descarga mediante planeadoras, una de las bandas de lancheros más eficaces de Europa.
Santórum rebate con firmeza todas estas acusaciones. “Con el Karar no hay ninguna vinculación de ninguno de los detenidos ni mía”, explica. “Es un montaje de corta y pega de conversaciones. Conversaciones que sacaron de reuniones familiares donde nosotros sabíamos que ellos estaban comiendo cerca. ¿Desde cuándo las reuniones de supuestos narcotraficantes se hacen al lado de policías en restaurantes llenos de gente? También dicen que oculté una embarcación y que la tenía en una nave sin actividad. Otra mentira. Esa embarcación construida por Naufiferba SL es una embarcación de siete metros y está hibernando en el astillero de Bouzas de forma legal, nada de escondida. ¡Pero si en ese astillero hay lanchas de Aduanas y de Guardia Civil! ¿Cómo iba a esconder yo una embarcación ahí? Además, dicen que es neumática y eso no es verdad. Se han montado toda una película para implicarme”.
Santórum se refiere también al narcosubmarino: “Ahí hay una investigación completa donde yo no salgo para nada. ¿Por qué me implican ahora? Es que es lo que me faltaba. No hay una sola prueba”.
El pasado 8 de junio, y tras presentar un recurso, la Audiencia Provincial de Pontevedra liberó a los presuntos miembros del clan Santórum detenidos en la redada al considerar que los autos de ingreso en prisión no están fundamentados. El juez también mostró dudas sobre si las planeadoras intervenidas estaban destinadas a alijar droga. “Que los hayan liberado es la mejor prueba de lo que estoy diciendo. No tienen nada contra ellos ni contra mí”, afirma.
Santórum niega haber sido nunca narcotraficante. “Aquí en Vilanova de Arousa todo el mundo, directa o indirectamente, tiene relación con el narco. Yo en mi adolescencia consumí y trafiqué, pero nunca a gran escala. La única vez que estuve en prisión fue por revelación de secretos y son los únicos antecedentes que tengo, nada de narcotráfico”.
Lo cierto es que Santórum lleva más de una década en el punto de mira de las autoridades, pero sin antecedentes. Aquel proceso por el que fue condenado por revelación de secretos destapó una trama en la que al menos dos agentes de la Guardia Civil estaban a sueldo del clan Santórum, según la investigación. Pero no fue condenado por tráfico de drogas. La Policía, sin embargo, cree que lleva años en el negocio.
“Mira, aquí en Galicia quienes mandan en el narcotráfico son tipos muy poderosos, todos confidentes de la Policía y de la Guardia Civil. Ellos avisan si hay algo y la Policía ya se encarga de dejarlos tranquilos a cambio de acusarnos a otros. Así funcionan las cosas y es lo que está pasando conmigo”, explica. Y los apodos de El Burro y El Pastelero vuelven a salir a la palestra.
“A mí una abogada me dijo un día: Santórum, tú de donde eres y con el apellido que tienes, ya estás condenado. Lo tuyo es cosa de despachos’. Cuánta razón tenía”, concluye. Santórum es un apellido que el prejuicio, en Arousa, asocia rápidamente con el narcotráfico. Gran culpa la tiene José Santórum Viñas, apodado O Can (El perro), detenido en 1996 y acusado de participar, junto al ex guardia civil Orbáiz Picos, en el intento de desembarco de 1.100 kilos de cocaína en la ría de Vigo. Su hermano, Ventura Santórum, también fue procesado por el intento de alijar mil kilos de hachís en la costa gallega. Juan Carlos Santórum Navazas, al que la Policía considera el líder de la organización, es pariente de ellos.
La conversación termina con Juan Carlos Santórum dando las gracias y enviando una autofoto que se ha hecho. El sábado 5 de septiembre aparece un último mensaje: “Me han puesto otra busca y captura. No hay ley conmigo, no quieren que hable. Me voy a entregar. Creo que tengo para años. Gracias por todo”.
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