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Todas las vidas de Zeinab

Una joven marroquí casada a la fuerza en su país malvive en la calle desde que la echaron del CETI hace meses

Zeinab el pasado 9 de agosto lavando coches cerca del puerto deportivo de Melilla.
Zeinab el pasado 9 de agosto lavando coches cerca del puerto deportivo de Melilla.Antonio Ruiz

Zeinab ha ordenado en una carpetilla los anales de su miseria. Entre papeles que resumen su identidad burocrática en Melilla, donde ronda desde hace dos años, se cuelan imágenes que ilustran partes médicos de lesiones: moratones y cicatrices grabados en la espalda, en los costados, en los brazos. “Hay muchos problemas para las lesbianas en Marruecos”, dice, resumiendo el comienzo de su odisea en la ciudad autónoma. “Yo vine a Melilla para pedir protección internacional y, mira, estoy durmiendo en la calle, en un coche, en chabolas, los chicos me pegan; no tengo nada aquí”.

A esta joven de 22 años la expulsaron del Centro de Estancia Temporal para Inmigrantes (CETI) de la ciudad autónoma en noviembre de 2019, después de que le fuera denegada la solicitud de asilo y se cursara una orden de expulsión que no se ha hecho efectiva. Desde entonces vive en la calle. “Fui a la entrevista [tras presentar la solicitud de asilo] sin prueba, solo hablaba”, comenta sobre el rechazo. “No sabía que tuviera que probar nada”.

El procedimiento para solicitar protección internacional por motivo de persecución requiere hacer una entrevista presencial en la que el solicitante expone los motivos de persecución que alega. Aunque presentar pruebas documentales (desde un parte médico de lesiones hasta registros de amenazas o papeles que certifiquen encarcelamiento, por ejemplo) no es imprescindible, sí puede inclinar la balanza a favor de la concesión de asilo. En el caso de Zeinab, el mayor escollo fue una contradicción: en el registro de su solicitud, ella alegó matrimonio forzoso como motivo de persecución; en su entrevista, argumentó su homosexualidad.

Desde Amlega, organización LGTB melillense que realiza acompañamiento a jóvenes solicitantes de asilo, han denunciado repetidamente las dificultades para conseguir demostrar persecución por ser homosexual en Marruecos. “La argumentación jurídica de las denegaciones es surrealista”, protesta su presidente, Rafa Robles. “Te dicen que, si has podido hacer una carrera, puedes vivir allí; que puedes vivir tu homosexualidad discretamente; que te cambies de ciudad si tienes problemas con tu familia...”. Actualmente, sostiene Robles, es más difícil que admitan a trámite la solicitud de asilo.

En Marruecos, ser gay es un delito penado con hasta tres años de cárcel; y la persecución, a menudo, comienza en casa. En el caso de las mujeres homosexuales, más invisibilizadas, la situación es aún más complicada. Zeinab cuenta que nunca se comportó como se esperaba de una chica, y que esa fue la razón por la que su familia decidió arreglar y forzar su matrimonio con un hombre de 50 años. Ella tenía 16.

La última vez que habló con su madre por teléfono solo le dio tiempo a decir: “Soy Zeinab”. “Me colgó y bloqueó el número”, recuerda. “Mi madre quiere que vuelva con mi marido a la casa, pero yo no; [él] siempre me tenía encerrada, no tenía qué comer, no hacía nada”, cuenta. Logró escapar de casa escondiendo una llave en un trozo de pan que dio a unos chavales para que le hicieran una copia. Cuando estuvo sola, huyó a casa de su familia, que la echó. “Yo era pequeña, no tenía nada, así que me fui a la calle”.

De su Mekinés natal saltó a Oujda, en la frontera con Argelia, por cuyas calles deambuló hasta que empezaron a salirle trabajillos para limpiar en casas, que se acabaron estropeando por la libido de sus jefes: “Los hombres querían que me acostase con ellos; cuando les decía que no, me echaban”. Repitió experiencia en Nador, así que acabó pagando para conseguir un pasaporte expedido en esa provincia, desde donde los residentes pueden cruzar a Melilla sin necesidad de visado.

Así fue como Zeinab consiguió entrar en el CETI de la ciudad autónoma española a finales de 2018, pasando a través de la frontera con su documentación. Una vez allí se identificó como solicitante de asilo y, mientras se resolvía su expediente, en torno a un año, estuvo residiendo en el centro. Hasta que la echaron y acabó en una chabola. En enero, José Palazón, fundador de Prodein en Melilla, denunció las agresiones sufridas por la joven tras varios intentos de abusar sexualmente de ella. “Se está convirtiendo en una costumbre abandonar a chicas marroquíes que piden asilo; que queden abandonadas en la calle, que sufran las agresiones por las que pidieron protección y que esas agresiones sean conocidas por todos pero no se haga nada”, protestó el activista,

Desde que se decretó el estado de alarma Zeinab ha estado cobijándose en un automóvil aparcado. “Prefiero dormir en las calles de Melilla toda mi vida antes que volver a Marruecos un solo día”, sentencia. Cada mañana se despierta y pone rumbo a un centro comercial para asearse antes de buscar un hueco en alguna zona de aparcamientos donde trabajar lavando coches por unos seis o siete euros diarios, porque sin la tarjeta roja que la identifique como solicitante de asilo o un permiso de residencia no puede trabajar de otra cosa. No saca mucho limpiando en la calle, ese es también un trabajo de hombres.

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