Cuatro nuevos casos elevan ya a 18 las obras irregulares de Monasterio y Espinosa de los Monteros
Los dirigentes de Vox realizaron en 2004 más ‘lofts’ ilegales en naves industriales que no podían ser usadas como vivienda, aunque los promocionaban en la web de su estudio como residenciales
La líder de Vox en Madrid, Rocío Monasterio, y su marido, Iván Espinosa de los Monteros, portavoz del partido en el Congreso, convirtieron en 2004, sin la licencia correspondiente, otras cuatro naves industriales en lofts de lujo que en realidad no podían ser usados como vivienda. No obstante, se construyeron como tales, con cocina y baños, según muestran las fotos que ellos mismos publicaban en la web de su estudio y en revistas de decoración, donde aparecen como lofts residenciales para promocionarlos entre nuevos clientes. A día de hoy todos siguen siendo locales o garajes, según el Registro de la Propiedad. En tres de ellos han seguido viviendo sus propietarios. El cuarto ha sido vendido posteriormente y sus actuales dueños tramitan la legalización del inmueble. Como en casos anteriores, al menos uno de los clientes acusa al matrimonio de haber prometido conseguir los permisos para habilitarlo como vivienda y de desaparecer luego. Después ha tenido que afrontar incluso una orden de demolición. Otro de los compradores no ha querido hacer declaraciones y el último dice que siempre supo que era un local y no podía vivir allí. Con estos nuevos casos localizados por EL PAÍS, el total de obras irregulares del matrimonio descubiertas en los últimos nueve meses asciende a 18. La Fiscalía está investigando a Monasterio por la presunta falsificación de un visado de obra.
Monasterio y Espinosa no han respondido a las preguntas de este periódico y solo han explicado, a través de un portavoz, que “esos locales se vendieron con un contrato firmado por el cliente especificando que no eran viviendas”. En casos anteriores declararon que nunca prometían el cambio de uso del local a los compradores y que si luego los utilizaban para vivir en ellos era decisión suya. El matrimonio no ha aclarado el resto de interrogantes: por qué hacían las obras sin la licencia correspondiente y por qué promocionaban luego los lofts en la web de su estudio de arquitectura y en revistas especializadas como si fueran viviendas, sin dejar claro que no se podía vivir en ellos. Tras la publicación de los primeros casos, borraron de su web todas las fotos y la información de sus proyectos.
Las cuatro obras que se suman a la lista están en Madrid en las calles Nuestra Señora del Carmen, Reyes Aizquibel, Molina y Monteros. Fueron realizadas en 2004, en pleno auge inmobiliario, en barrios populares cercanos al centro —tres en Tetuán y uno en Fuencarral— donde se podía comprar suelo más barato, sobre todo siendo industrial o garajes. El negocio estaba en venderlos luego como lofts, un concepto ambiguo, de moda en esos años, que permitía no llamarlos como lo que eran: naves o locales donde no se podía vivir. En efecto, en el contrato sí que lo ponía por su nombre, eran locales. No está claro hasta donde llegaba la implicación de los compradores en la jugada: unos han declarado que lo sabían y pensaban que era difícil ser descubierto, pero otros afirman haberse sentido engañados por el matrimonio, porque confiaban en que estaban ultimando el trámite para legalizarlos como viviendas en el Ayuntamiento y era cosa hecha, según su relato.
En todo caso, para Monasterio y Espinosa todo eran ventajas: en un momento de gran demanda y precios elevados de la vivienda, no realizar los trámites legales obligados permitía hacer la obra rápido y no pagar los altos impuestos y plusvalías que exigiría el cambio de suelo. Eran espacios de grandes dimensiones, más de 200 metros cuadrados, que se abrían en patios y traseras de edificios. No se ven desde la calle. En realidad, cambiar el tipo de uso de suelo industrial a residencial es un proceso largo y complejo. Es más, en muchos casos ni siquiera es posible desde el principio por las características del lugar, por no cumplirse las condiciones exigidas a una vivienda. Pero ellos aseguraban al cliente que podía ser viable y se jactaban de supuestos contactos en el Ayuntamiento, según coincide el relato de varios de los afectados. Además los diseños de Monasterio aparecían en revistas y diarios, el apellido de Espinosa de los Monteros era prestigioso y el propio estudio donde recibían a los clientes, entonces en la calle Menorca, era un atractivo loft donde también residían. Aunque en realidad también era ilegal, en el Registro era un garaje. Y Monasterio tampoco era arquitecta, se presentó cómo tal durante ocho años, con su propio estudio a su nombre, sin tener el título.
En los cuatro casos se repite el modus operandi de muchos de los anteriores: Monasterio y Espinosa, en calidad de promotor e intermediario, buscaban las naves, vendían la reforma al cliente, iniciaban el papeleo en el Ayuntamiento para cambiar el uso a vivienda y arrancar la obra, pero luego se desentendían de los requerimientos municipales. El papeleo se solía notificar a la dirección del estudio. La transformación a vivienda nunca llegaba a autorizarse, pero sí se hacía realidad en el local: un loft de lujo. Para cuando el Ayuntamiento denegaba los permisos ya habían hecho la obra sin licencia. Por lo demás la obra pasaba inadvertida, salvo denuncias de los vecinos, razón por la que en algunos casos finalmente surgieron problemas.
“Todo lo que nos dijo era mentira. Nos dijo que habría un cambio para conseguir la habitabilidad y nada, hablé con ella mil veces y nada. Al final ya no me cogía el teléfono, fue una cosa alucinante”, relata una de las compradoras, un local de la calle Reyes Aizquibel. Tampoco sabía que entonces Monasterio no era arquitecta: “¿Cómo íbamos a saberlo, si tenía su estudio?”. “Hemos arrastrado esto mucho tiempo, y dijimos: ¿en qué os hemos metido? Nos arrepentimos de la compra, claro”. Este loft, que era una carpintería y en el catastro sigue siendo un local industrial, se convirtió pronto en un calvario administrativo, según refleja el expediente municipal informático al que ha tenido acceso este periódico. Ya en 2005 el Ayuntamiento descubrió que la obra se había hecho sin licencia, hubo inspecciones y en 2010 emitió una orden de legalización porque se había transformado la nave en vivienda sin permiso, se había construido una entreplanta ilegal y vivían en el local sin la licencia de ocupación correspondiente.
El propietario alegó en un escrito sobre la legalización, que consta en el expediente: “Nosotros creímos que la arquitecta Rocío Monasterio se había ocupado de la misma y no lo hizo”. En realidad, la actual dirigente de Vox había tramitado en 2004 y 2005 dos solicitudes para convertir el local en vivienda que fueron denegadas, porque la nave superaba el fondo edificable permitido por la ley. En 2013 llegó la orden de demolición, aunque finalmente caducó. De este modo la obra quedó fuera de ordenación. Los vecinos les denunciaron en 2017 porque es una nave industrial donde no está permitido vivir.
En el caso de la calle Nuestra Señora del Carmen, un viejo almacén de ferretería, la propietaria, una interiorista, quedó contenta con el trabajo de Monasterio y afirma haber sabido en todo momento que se trataba de un local donde no se podía vivir. No obstante, en 2019 aún la presentaba como su casa en la revista de decoración Nuevo Estilo, con numerosas fotos del salón, los baños y el dormitorio. En el artículo dice que la propietaria “deseaba una vivienda de ciudad con una arquitectura que destilara carisma” y por eso contactó “con la arquitecta Rocío Monasterio”, aunque entonces no tenía el título. La actual líder ultraderechista, por su parte, promocionaba así el proyecto en su web: “Se dividió en dos unidades y se organizaron los usos para disponer de una parte de vivienda y otra de despacho profesional”. El loft ha sido puesto a la venta este año, y fue visitado por este periódico, pero la dueña asegura que advierte a los interesados que allí no se puede vivir y solo puede utilizarse como estudio o lugar de trabajo.
En esta ocasión quien hizo los trámites en 2004, según la documentación de la base de datos municipal, fue Iván Espinosa de los Monteros, con su empresa Metaphore SL. El Ayuntamiento le recordó que “los locales industriales no podrán cambiar su uso a residencial si no se demuele el exceso de construcción sobre el fondo máximo admisible”. Ahora mismo en el catastro es un almacén o garaje y en Registro de la Propiedad, un local comercial.
El tercer loft está en la calle Molina. En este caso ahora pertenece a compradores posteriores. Ocurre lo mismo: en el catastro es un mero almacén o garaje y en el Registro, un local comercial. Los actuales dueños han contado a este periódico que lo adquirieron sabiendo la situación y están realizando los trámites para legalizarlo. No obstante, una vez más la web del estudio de Monasterio lo ha promocionado como un loft residencial, con imágenes que incluyen un dormitorio: “Se plantea el espacio para vivir y trabajar, pudiendo adoptar la zona de salón-comedor-estudio, configuraciones muy distintas”. Tiene tres baños y cocina. Se solicitó en 2004 la licencia para transformar el local en vivienda, según consta en el expediente municipal de la base de datos, pero fue denegada por estar fuera de la ordenación relativa y porque el uso como vivienda rebasaba el fondo edificable.
En el último caso, en calle Monteros, los propietarios no han querido hablar con este periódico. Esta nave de más de 200 metros cuadrados, que acogió varias industrias, sigue siendo oficialmente un “local garaje”, según el Registro de la Propiedad. No obstante apareció durante años hasta en cuatro revistas como loft residencial de lujo para promocionar el trabajo de Monasterio. “Descubrir el potencial de una vieja nave destartalada supone un ejercicio de imaginación al que está acostumbrado el equipo de la arquitecta Rocío Monasterio”, decía Nuevo Estilo, aunque entonces ella no tenía el título. “Ellos, curtidos en localizar y transformar este tipo de espacios en viviendas, supieron ver un nuevo futuro en un edificio industrial en pésimo estado”. En la web de su estudio el proyecto se describe así: “Esta nave estaba en muy mal estado, sin luz y carente de instalaciones. Se reforma completamente para tramitar un cambio de uso”. Fue nuevamente Metaphore quien se encargó de los trámites, pero las peticiones fueron denegadas. Oficialmente, sigue siendo un garaje.
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