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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Movimientos en el ecosistema político valenciano

El acercamiento de Puig y Cantó no seduce nada a los socios nacionalistas del Botánico y sus principales figuras refuerzan el tono reivindicativo frente al Gobierno central

Amparo Tórtola
Toni Cantó, en 2019
Toni Cantó, en 2019Mònica Torres

Hace ahora un cuarto de siglo, Joan Lerma (PSPV-PSOE), a la sazón presidente en funciones del Consell, le dijo a Vicente González Lizondo, a la sazón presidente de Unión Valenciana (UV): “Contra el PP, crecerás; junto al PP, desaparecerás”. Acababan de celebrarse las elecciones autonómicas de 1995. De los cinco escaños obtenidos por los valencianistas dependía la continuidad de un gobierno socialista al frente de la Generalitat o su relevo por un PP sobre el que ya ejercía su liderazgo Eduardo Zaplana. Un chalet propiedad de Lizondo, localizado en el municipio valenciano de Torrent, fue el escenario del encuentro que concluyó sin posibilidad de acuerdo.

Protagonistas políticos de la época reconocen que el líder valencianista entendió perfectamente la certeza que encerraba el mensaje lanzado por Lerma; los apremios empresariales y mediáticos, unidos a las importantes deudas económicas que arrastraban el propio Lizondo y la organización que presidía, inclinaron la balanza en sentido contrario a la recomendación del socialista. El resultado fue la firma del conocido como “Pacto del pollo” entre el PP valenciano (PPCV) y UV. El partido regionalista inició a partir de ese momento su decadencia y descomposición, hasta su disolución definitiva en 2014. Lerma no se equivocó.

Cuando el pasado jueves escuché en el Pleno de las Cortes Valencianas al portavoz de C’s, Toni Cantó, ofrecer su ayuda al presidente del Consell, Ximo Puig, para afrontar las consecuencias sanitarias, sociales y económicas de la pandemia vírica, me vino a la cabeza el episodio que acabo de relatar.

El nuevo rumbo de C’s marcado por Inés Arrimadas, en la tentativa, veremos si vana, de recuperar posiciones centristas en el tablero político, está teniendo su reflejo en la Comunidad Valenciana. La mano tendida de Cantó a Puig -a cambio de que este se desprenda de sus socios actuales, Compromís y Unidas Podemos contrasta vivamente con el tono agresivo, insultante por momentos, al que el dirigente de C’s nos tenía acostumbrados.

Hace menos de un año, para referirse al PSPV-PSOE, Cantó hablaba del PSC valenciano, buscando subrayar el “catalanismo” -a su entender- de los socialistas locales, y lograba enfadar a Puig al utilizar la figura del poeta Miguel Hernández para criticar la política lingüística del Consell: “Miguel Hernández -afirmó- no hubiera podido publicar en la Comunidad Valenciana por escribir en español”.

Tal parece que alguien haya susurrado en los oídos de los dirigentes de C’s palabras muy similares a las que Lerma dedicó a Lizondo, con ligeras variaciones: “Frente al PP y Vox, creceréis; junto al PP y Vox, desapareceréis”. Las cifras avalan la tesis: en las elecciones generales de abril de 2019, C’s obtuvo en la Comunidad Valenciana 498.680 votos. La repetición de la convocatoria electoral en noviembre de ese mismo año -con Albert Rivera enroscado en su “no es no” a Pedro Sánchez- provocó el desplome total del partido naranja en España. En tierras valencianas C’s perdió casi 287.000 votos. En seis meses. No hacía falta la perspectiva del tiempo para saber que el giro conservadurista impuesto por Rivera -escenificado en la famosa foto junto a Pablo Casado y Santiago Abascal en la madrileña plaza de Colón- no era el más adecuado; no para una formación cuyo marchamo centrista y condición de partido bisagra eran su principal atractivo en un país de vecindarios hastiados de tanta polarización política. El consultor electoral Narciso Michavila viene advirtiéndolo desde hace semanas: “El que siga con el manual tradicional de polarizar saldrá perdiendo”.

Es legítimo que la inédita dirección de C’s intente encontrar su espacio en el complejo ámbito político español, mientras en el PP hacen lo propio, desconcertados por la nueva estrategia de C’s y con la vista puesta en los movimientos de Vox. Difíciles equilibrios para tres partidos que son aliados en importantes gobiernos tripartitos autonómicos y municipales.

La reubicación en el centro del tablero político de C’s lleva velocidad de crucero en la Comunidad Valenciana; es decir, constante y uniforme. Ahí está el pacto recientemente sellado con el PSPV-PSOE en el ayuntamiento de Torrent -para cabreo de Compromís-, la entrada de representantes naranjas en la Mesa de la comisión de reconstrucción de les Corts, y sus continuos desmarques del PP y Vox en diversas iniciativas parlamentarias.

Ximo Puig defiende la viabilidad del Pacto del Botánico, alaba a sus socios y agradece la ayuda de Cantó. Lo que viene a ser sinónimo de nadar y guardar la ropa.

En Compromís han saltado las alarmas y suspiran por conocer las encuestas que con celo custodia Alfred Boix en la sede de la Presidencia de la Generalitat. Falta tiempo formalmente para las próximas elecciones autonómicas, pero conocer las tendencias de voto en mitad de la crisis pandémica permite redefinir alianzas y estrategias.

El acercamiento de Puig y Cantó no seduce nada a los socios nacionalistas del Botánico y sus principales figuras refuerzan el tono reivindicativo frente al Gobierno central, sometido a la sordina institucional desde hace cinco años. Ahí están el diputado Baldoví votando en contra de la prórroga del decreto de alarma o la vicepresidenta Mónica Oltra reclamando la misma bilateralidad que permitirá al ejecutivo vasco gestionar el ingreso mínimo vital aprobado por el gobierno de PSOE-Unidas Podemos el pasado viernes. Las denuncias de los agravios comparativos con otras autonomías refuerzan el relato de Compromís e incomodan a sus socios del Consell. Las actitudes del gobierno central, como la del ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, denegando al resto de autonomías lo que sí concede al País Vasco y Navarra, contribuyen a la radicalización del discurso en tierras valencianas.

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