Sara Barquinero: “Ahora la gente escapa de internet, pero antes escapábamos a internet”
La escritora zaragozana de 30 años ha publicado ‘Los escorpiones’. Admirada y denostada a partes iguales, es una historia oscura donde las drogas, los suicidios y las conspiraciones crean un entorno de incertidumbre y angustia en el que lo que sucede en la pantalla no es virtual sino una extensión de un mundo físico tan real como este
Sara Barquinero (Zaragoza, 1994) tiene el honor de haber escrito el libro más comentado en España en lo que llevamos de año. Elevado al altar literario por algunos críticos, y al mismo tiempo denostado por otros, Los escorpiones (Lumen, 2024), una novela de más de 800 páginas, es un ejercicio de técnica y contenido que sorprende al haber sido escrito por alg...
Sara Barquinero (Zaragoza, 1994) tiene el honor de haber escrito el libro más comentado en España en lo que llevamos de año. Elevado al altar literario por algunos críticos, y al mismo tiempo denostado por otros, Los escorpiones (Lumen, 2024), una novela de más de 800 páginas, es un ejercicio de técnica y contenido que sorprende al haber sido escrito por alguien tan joven. Ella, ante la enorme repercusión y el hecho de que algunos hayan llegado a tildar la novela como “libro del año”, se encoge de hombros y dice: “Si no me hubieran hecho caso con el libro estaría hondamente deprimida”. Autora de otras dos novelas, Terminal (2020) y Estaré sola y sin fiesta (2021), ganadora de Premio de Ensayo Valores Universales de la Fundación Unir, el Premio Virginia Woolf y el Premio Voces Nuevas de poesía de la editorial Torremozas, Barquinero también es doctora en Filosofía con una tesis sobre la categoría estética de lo sublime en la obra de Kant.
¿Le ha servido la filosofía para la vida?
A mí, sí. No sé si para actuar en presente pero sí para entender por qué has actuado. Y eso sí que al analizarte a ti misma te puede llevar en el futuro a tomar mejores decisiones.
¿Y para la escritura le sirve?
(largo rato en silencio).
En el fondo me ayuda a escribir la oposición entre Kant y Kierkegaard sobre lo que es la fe. Digamos que Kant decía que la fe tiene que ser racional, o sea, lo que para ti es bueno, y para Kierkegaard la fe, si es verdadera, es irracional, es un salto de fe sin ninguna razón. A mí ese conflicto me resulta muy fructífero para escribir y para caracterizar a mis personajes.
¿A cuáles de sus personajes pondría en un lado o en otro?
Hay un malo en la primera parte que luego se independiza que es Fabrizio, que yo creo que ejemplificaría la irracionalidad tal cual. Y digamos que hay personajes que acompañan a mis personajes que suelen ser sus parejas o alguien con cierta autoridad que simbolizan el “hay que hacer las cosas razonablemente”. Y mi personaje protagonista está entre alguien que le dice “sé razonable” y alguien que le dice “la razón es mentira”, y entonces tiene que tomar su propia decisión y normalmente no la toma y solo se mete en líos.
¿Concibió Los escorpiones como un ejercicio formal o tenía clara la historia que quería contar?
Tenía muy clara la historia que quería contar y los temas que quería sacar y las conclusiones a las que quería llegar, y sí que hubo un poco de ejercicio formal pero secundario. Por ejemplo, la cuarta parte de la novela parece que en cierto modo es como una novelita negra. Pues eso sí que podía tener un toque caprichoso de decir, venga, nunca has escrito una novela negra, vamos a darle esta forma.
¿Por qué eligió las conspiraciones como tema?
Porque me encantan. De hecho, las sigo consumiendo. Antes tenía la excusa de que me estaba documentando, pero ¿ahora cuál es mi excusa? Ninguna.
Al final del libro advierte que es todo una ficción…
Porque hay mucho loco suelto. Al fin y al cabo he creado conspiraciones basadas en otras que ya existían; he cogido aposta, porque me da morbillo y me parece que mola más, elementos de la realidad, y yo creo que alguien podría leerlo y pensarlo. Si un conspiranoico se pone en serio, puede pensar que Chuck Palahniuk está metiendo mensajes predictivos del futuro en sus libros.
El día del ajuste no deja de ser la toma del Capitolio.
Sí, y en el final de El club de la lucha explotan las torres. Creo que siempre estamos en riesgo de que las palabras se tomen de manera literal, cuando no lo son.
¿Cuánto tardó en escribir Los escorpiones?
Nueve años, pero no nueve años de escribir todos los días. La primera idea la tuve acabando la carrera.
Y mientras tanto ha escrito otros libros… ¿de dónde saca el tiempo?
Bueno, tampoco he escrito tanto.
Ha publicado tres libros en cuatro años y uno de ellos de 800 páginas…
La primera idea que se me ocurrió así de novela era Los escorpiones, pero me puse y se me escapaba. De haber escrito una página y media para un concurso de relatos a una novela que yo sabía que iba a ser larga necesitaba un paso intermedio. Pero en realidad es como que nunca paré del todo con Los escorpiones. Tengo publicada una especie de obra de teatro pero, sinceramente, aunque me gustó cómo me quedó, la escribí en un día.
¿En un día?
Sí, la típica cosa con una energía de juventud que ya no tengo.
Tiene 30 años…
Sí, sí, pero es como esos momentos de ir a la biblioteca a estudiar un examen de algo que no te gusta y abrir un documento en Word y ponerte a escribir con alegría… esos momentos se pierden. También, cuando has escrito más eres más dura contigo misma y no te sirve cualquier cosa.
¿Se esperaba este fenómeno con el libro?
Mentiría si digo que sí y mentiría si digo que no. A ratos, cuando escribía me parecía que era un librazo y que esperaba que todo fuera genial, y a ratos me estaba esforzando en una página y decía: si esto no lo va a leer nadie porque aunque salga van a imprimir 1.000, van a comprar 500 y se van a leer 100. ¿Para qué me estoy esforzando tanto en esta página? Cuando tienes un enemigo muy fuerte en tu propia cabeza, ningún escenario es inesperado. Para bien y para mal no puedes decir que te sorprenda.
No se suelen publicar libros tan extensos, y mucho menos escritos por autores jóvenes.
Este año ha salido también el de David Uclés, que son también como 700 páginas. Yo creo que también vamos reaccionando. Cuando escribía Los escorpiones hace tres años, todo eran novelas de 100 páginas.
¿Cree que son modas?
En parte, sí. También con la autoficción. Ahora hay menos autoficción otra vez, pero yo creo que dentro de unos años la gente se cansará de que le contemos cuentos y dirá “que me cuenten su vida de verdad”. Creo que como escritor tienes que encontrar el equilibrio entre creer en tu trabajo e intentar de verdad ser innovador.
¿Se divierte escribiendo?
Sí, es lo que más me gusta hacer. Es como la típica sensación de cuando estás conociendo a alguien y te gusta mucho y dices “se me han pasado cuatro horas y no he tenido ni que mirar el móvil y estaba a gustísimo”. Pues cuando estoy escribiendo bien me siento así.
¿Hay algún motivo literario o generacional para la cantidad de drogas que se consumen en el libro?
Cuando la gente intenta hablar hoy de experiencias sagradas o auténticas, el modelo es el de ir a un concierto y tomar MDMA. Me preguntaba por qué se tiene que alterar la conciencia para vivir una experiencia más pura o para entrar en comunión con los otros. Hay gente que es incapaz de interactuar con los demás sin tener algo encima.
Parece que los mileniales, en vez de ser la generación del aguacate, sean la del orfidal.
Bueno, en parte es verdad, pero estas vacaciones he estado viendo Twin Peaks y Los Soprano y en realidad Tony Soprano está con sus pastillitas y en Twin Peaks a Laura Palmer y a la otra les gustan mucho las drogas. No sé. Creo que aparte de que haya habido un aumento de consumo de medicamentos, tiene que ver mucho con cómo lo hablamos.
¿Ha tenido ansiedad?
Yo soy una persona con más tendencia a la depresión. Una tristeza sorda, quieta, calmada.
¿Ha tenido depresión?
Sí.
¿Mientras escribía?
Sí. Y antes, que me dio gran parte de las ideas. Cuando empecé a escribir el libro estaba en un tratamiento bastante fuerte de antidepresivos. Y lo poco que hacía era escribir.
¿Le ayudó?
Sí, y no tanto porque fuera terapéutico… estaba tan triste que no podía leer. Y me obligaba todos los días a salir de casa para escribir en una cafetería, por tener una puñetera excusa para salir de mi casa.
La cantidad de referencias a grupos emo ¿es una reivindicación también de esa tribu urbana?
Creo que está muy ligado al mundo de internet que retrato. Yo tuve un pasado profundamente emogótico ligado a internet, y eso se respira en el libro.
My Chemical Romance, Réquiem por un sueño, Jared Leto…
Sí, mis películas favoritas eran Donnie Darko y El club de la lucha. Me las sabía de memoria. Me encantaba Chuck Palahniuk. Monstruos invisibles era como mi biblia. Bret Easton Ellis…
¿En qué modo le han influido?
Creo que han conformado mi subjetividad más que mi estilo literario. Están como en mi cabeza ya, ¿no?
¿Cómo recuerda su adolescencia?
No muy buena, la verdad. No la repetiría.
¿Por qué?
No era exactamente feliz. Tampoco tengo una historia dramática detrás. No era muy popular en el instituto. Nunca he vivido los momentos que salen en Euforia o Sex Education.
¿Entraba en la deep web como la Sara del libro?
Yo creo que cuando estabas en ese tipo de mundo siempre acababas en lugares oscuros aunque fuera un momento. Pero, de hecho, la deep web es muy aburrida. La mayor parte es gente comprando droga.
Y el foro de suicidios.
Ese foro es ahora mismo completamente accesible en la web normal.
¿Estuvo mucho tiempo leyendo?
Años. A veces me sigue entrando curiosidad de lo que se pone por ahí.
¿Por qué le interesa?
Creo que es muy crudo. Creo que es más crudo que mucha gente cuando escribimos ficción. Me parece como que accedo a cierta conciencia cruda de la gente que escribe ahí. Es morboso…
¿Como algo verdadero?
Sí. Pero verdadero… creer que la oscuridad es más verdadera es un prejuicio contra el que tengo que luchar porque habita en mí pero en realidad es mentira. La verdad es que no hace falta estar triste para tener una vida auténtica.
¿Es lo que pensaba?
Cuando era adolescente, sí, pero ahora… ¿no te pasa que cuando estás triste piensas que estás siendo más tú que nunca?
(Niego con la cabeza).
Es peligroso pensar así.
¿Cómo se sentía al leer el foro?
Cuando empecé a entrar en el foro estaba tan hondamente deprimida que no se podía bajar más abajo, así que…
¿No tenía miedo de tomar también alguna decisión que…?
No pensaba que eso pudiera venir de algo que leyera. Estar ahí me hacía sentir bien y creo que… creo que por eso he conseguido en el libro mostrar esa realidad sin juzgarla tanto, porque obviamente así en crudo cualquiera diría que es mejor que no exista un foro en el que la gente comparte métodos de suicidio pero cuando yo estaba mal… cuando tú estás triste no te apetece que alguien te diga “se te va a pasar, la vida es bonita”. Te apetece que alguien que ha estado triste de la misma manera te lo explique y te sientas conectado.
El suicidio sigue siendo un tabú en la prensa, ¿cree que la ficción ayuda a sacarlo a la luz?
No lo sé. Tampoco sé si es bueno que se cuente. Fíjate que he escrito un libro bien largo sobre este tema y no tengo una postura clara.
¿Por qué era importante que estuviera en el libro?
Me parece que el suicidio es casi la única acción que contraviene el discurso buenrollista capitalista que ha ligado a la autoayuda y al pensamiento Mr. Wonderful, porque de cualquier sufrimiento puedes aprender pero del suicidio no, porque estás muerto. Me parece una forma muy radical de plantear los límites de ese discurso a la hora de afrontar la depresión. De una depresión se aprende pero de una muerte, no.
¿Por qué necesitamos plantarle los límites a ese discurso buenrollista?
Creo que vivimos en una explotación constante de nuestras emociones para generar rendimiento económico para otras personas que no somos nosotros. Esto tampoco es inédito de nuestra época, pero las tecnologías están más afiladas que nunca y si no limitas el alcance de esos discursos acaba permeando en tu propia conciencia, y entonces conviertes tu vida en una finalidad hacia un lugar que ni siquiera has decidido tú.
En el libro hay muchas referencias actuales, ¿no tiene miedo de que el relato envejezca mal?
Yo leo un libro y alguien le manda un telegrama a la señorita Nosecuántos y me entero. Por una parte está bien escribir para la posteridad y tratar temas más universales, pero el escritor tiene que dialogar con su tiempo. Yo no tengo ni la certeza de que la humanidad siga existiendo dentro de 100 años.
Se la ha llamado la novela de una generación, ¿cuál sería la esencia de esa generación?
Es gente para la cual internet era una puerta de salvación personal ante el disgusto que tenían por su propia vida. Tenían en común ese escape.
¿Internet es escape?
En ese momento lo era. Ahora la gente escapa de internet, pero antes escapábamos a internet.
¿Por qué ahora escapamos de internet?
Porque antes internet tenía un componente que funcionaba parecido a unas vacaciones. Nadie te conocía, nadie esperaba nada de ti. Ahora, para mucha gente internet es una herramienta de trabajo, una presión constante, una notificación en su móvil. Ahora escapar es apagar internet y quedar con la gente.
¿Es la muerte del anonimato también?
También, y también me parece que ahora puede ser más difícil cambiar de opinión.
¿En internet o en general?
En general. Ahora se nos exige muy rápido posicionarnos sobre cosas complicadísimas y luego te tienes que quedar en ese punto. ¿Cuánta gente con influencia en internet ha dicho: “He cambiado de opinión sobre este conflicto bélico”? Es muy difícil y ya te has atado a un lugar y eso, en conversaciones privadas, era más sencillo.
¿Cómo lleva la exposición pública?
Si no me hubieran hecho caso con el libro estaría hondamente deprimida. Entonces, cada vez que pienso que me estoy agobiando, digo: ¿qué preferirías, que no lo hubiera leído ni Peter?
¿Lee todo lo que se publica sobre usted?
No me leo nada.
¿Cómo se ve en 20 años?
No tengo ni idea. Antes, cuando pensaba en mi futuro me veía como una profesora universitaria, pero como mandé a la mierda la filosofía, no he hecho una imagen alternativa de mí misma. Solo sé que me encantaría tener un montón de animales.
¿Está escribiendo ahora?
Sí.
¿Sobre qué?
Te lo digo si no lo escribes en la entrevista.