El monte Saint- Michel: cómo visitar la joya del reino de Cornualles
Más de mil años de historia te esperan en este lugar recóndito del sur de Inglaterra, que se encuentra imperturbable al capricho de las mareas
El primer gran error que cometen algunos viajeros es confundir el monte Saint-Michel (St Michael’s Mount) con la abadía del Mont-Saint-Michel. El primero es la joya del condado de Cornualles, al suroeste del Reino Unido; mientras que el segundo forma parte de Normandía, al norte de Francia. Lo cierto es que de un extremo al otro del canal de la Mancha es como si se estuvieran retando, para ver cuál de los dos es el más bello. También es verdad que conservan similitudes porque pertenecieron a la orden de los benedictinos (y que tienen un nombre casi igual), pero lo que está claro es que son dos lugares distintos.
El monte Saint-Michel es una de las joyas del reino de Cornualles, una magnífica isla mareal que ha sabido adaptarse al paso del tiempo y que ha atraído a pescadores, peregrinos, comerciantes y legendarios personajes como el rey Arturo hasta él.
Esta isla, al capricho de las mareas, es actualmente una parroquia civil unida por una kilométrica calzada de adoquines al pueblo marinero de Marazion. La marea marca el paso al castillo y a la isla, por eso siempre hay que estar pendiente de ella para poder visitarla. Aunque el castillo y la capilla han sido el hogar de la familia St. Aubyn hasta 1650, ahora es el National Trust de Inglaterra quien lo gestiona, por eso se permiten las visitas todo el año.
Un poco de historia
Para entender su magnetismo y la importancia que tiene para Cornualles este lugar hay que viajar en el tiempo. ¿Alguna vez has oído la historia de Jack Mata Gigantes (Jack the Giant Killer)? Cuenta la leyenda que desde el año 495 después de Cristo muchos marineros llegaron hasta aquí atraídos como Ulises por el canto de las sirenas o guiados por la aparición del arcángel de san Miguel, el santo patrón de los pescadores. Sus apariciones eran muy comunes en el lado occidental de la isla, donde actualmente se encuentra la entrada al castillo de Saint-Michel. Esta leyenda y hasta cuatro milagros acontecidos entre 1262 y 1263 es lo que atrajo hasta este lugar a monjes y peregrinos. Con el paso de los años se le ha dotado de una energía espiritual distinta, por eso muchos visitantes vienen buscando esa aura que no encuentran en otros lugares. Ciertas o no esas leyendas, lo que sí es verdad es que unas 350.000 personas lo visitan cada año.
Otra de las supuestas leyendas que se escuchan en la isla es la de Jack Mata Gigantes. Al parecer había en la isla un gran cormorán que atemorizaba a sus habitantes, una bestia que robaba ganado y a la que nadie se atrevía a retar. Hasta que llegó Jack de Marazion, la ciudad que mira hacia el monte desde tierra firme. Él fue quien libró de la maldición a Saint-Michel cruzando la calzada adoquinada de noche y tendiendo una trampa al monstruo.
Más allá de las leyendas, lo que sí sabemos es que este castillo fue construido en la cima del monte en 1135, cuando lo adquirió la abadía benedictina del monte Saint- Michel en Normandía. Desde su creación ha vivido todo tipo de conflictos y movimientos históricos: desde la conquista normanda, un tsunami, hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando fue fortificado. Su importancia geológica y su belleza paisajística lo han convertido a día de hoy en un punto turístico como pocos en el Reino Unido.
La visita al St Michael’s Mount
Una vez llegados hasta aquí, ¿qué vamos a encontrar? Previa compra de tu entrada, tendrás acceso a todo el castillo y al recinto. Hay muchas personas que aprovechan la marea baja para pasear y practicar senderismo o, simplemente, disfrutar de un paisaje único. Lo cierto es que hay mucho por ver. Se puede empezar por el castillo, quizá la parte más imponente de toda la isla. En el castillo fortificado, de mediados del siglo XVII, se pueden encontrar armaduras, un gran reloj que marca el ritmo de las mareas, la estatua del arcángel san Miguel, un sofá donde se sentaba la reina Victoria cuando venía aquí a tomar el té, y hasta un trozo del abrigo de Napoleón usado en la batalla de Waterloo. Por supuesto, hay visitas guiadas y son muy interesantes de hacer.
La iglesia de San Miguel es otro de los atractivos, ya que está repleta de pequeños detalles. La base fue construida en 1135 y, posteriormente, se terminó con las mismas piedras en el siglo XIV. Es posible que hubiera una iglesia anterior, pero no se ha podido demostrar. La iglesia está en funcionamiento todo el año y tiene un capellán propio de mayo a septiembre. La figura moderna de bronce de san Miguel derrotando al Diablo es una de las más atractivas del edificio. En ella aparece el arcángel ofreciendo la mano de misericordia; fue construida por el escultor Lyn Constable Maxwell.
La visita al castillo y a la iglesia se completa con sus excepcionales jardines tropicales. Fueron diseñados por Sir John St Aubyn (propietario de la isla) en 1878 para las 11 personas que vivían aquí, quién se podría imaginar que llegarían a admirarlos unas 150.000 personas. Dado que están construidos en terrazas, están pensados para verse de arriba abajo. Se puede realizar la visita solo de lunes a viernes, de 9.45 a 15.45, para preservar su conservación.
Además, también tiene cafeterías para tomar el típico té inglés, café y otros servicios.
Cómo llegar y cuándo visitarlo
Como decíamos, no siempre se puede acceder al monte a pie, solo cuando las mareas lo permiten. Cuando eso no sucede es fácil tomar un bote y cruzar los escasos metros desde la playa al castillo. Si hace buen tiempo, la estampa es inmejorable: la playa, de aguas tranquilas, tiene de fondo un misterioso castillo a lo lejos.
Además del monte Saint-Michel, el puerto que lo rodea también merece un viaje. Como puerto pesquero, tuvo un próspero pasado en el siglo XIX, cuando llegó a tener unos 300 isleños, con 53 casas y cuatro calles. Hoy en día solo 30 personas viven aquí. En los adoquines aún se pueden ver algunas huellas, son las de la realeza. Desde la reina Victoria hasta el rey Carlos han pasado por el monte Saint-Michel.
Es fácil llegar en coche por las carreteras principales de Cornualles. También se puede llegar en tren hasta la estación de Penzance. Desde allí, se puede viajar en autobús o taxi hasta Marazion (a unos 10 minutos). También hay un servicio regular de autobús a Marazion desde la estación de autobuses de Penzance. Otra forma divertida de viajar hasta el monte Saint-Michel es en bicicleta.
¿Qué pasa si no se puede llegar caminando? En ese caso, tendrás que tomar un bote desde el puerto de Marazion. Hay distintos puntos desde donde cogerlos y tardan unos cinco minutos en llegar a The Mount, como lo llaman los locales. Dependiendo de cómo esté la marea, los puntos de recogida son Chapel Rock, Gwelva y Top Tieb. Siempre hay guías en el embarcadero y los tiempos de espera suelen ser cortos. Del 24 de marzo al 31 de octubre, los ferris llevan a los visitantes en un viaje de ida y vuelta. Cuando compras tu boleto te indicarán si podrás cruzar a pie o en barco.
Si la suerte lo permite y la marea está baja, se podrá llegar al castillo en una caminata de unos 15 minutos, aunque esto solo será durante cuatro horas al día y solo se pueden reservar entradas para caminar cuando la calzada está descubierta. Para visitar la isla se recomiendan unas dos horas, como mucho.
¿Cuándo es mejor visitar el monte Saint-Michel? Durante el invierno, la isla solo está abierta cuando se puede acceder por la calzada. Durante la temporada de primavera-verano también hay barcos disponibles, y cualquiera de las experiencias que elijas para visitar el lugar es mágica. Pero siempre hay que estar atento al clima y, por supuesto, a las mareas. En este enlace tienes más información.
Otra de las formas en las que conocer este bello paisaje y el legado del rey Arturo en Cornualles y en el suroeste de Inglaterra es de la mano de la escritora Espido Freire. Junto a EL PAÍS VIAJES y un grupo de viajeros, Espido Freire emprenderá un viaje de unos cinco días para seguir los pasos de esta mítica figura literaria. ¿Te gustaría unirte?
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