Emoción desbocada en las cataratas Victoria
Las cataratas más bellas de África atraen a cientos de miles de turistas, así que la Unesco ya ha advertido sobre los peligros de esa masificación. Zimbabue es el lado desde el que mejor se ven, pero la ventaja de visitarlas desde Zambia es bañarse en la Piscina del Diablo. Y una pista: para disfrutar al máximo de la escena hay que ir al final de la temporada de lluvias o durante la estación
Cinco millones de litros de agua se desploman cada segundo al fondo de una grieta de 102 metros de profundidad, apenas 75 de ancho y 1,7 kilómetros de largo, abierta por un cataclismo en el duro basalto de la cuenca del río Zambeze. El agua pulverizada que provoca la caída produce una lluvia invertida que vuelve a subir y se eleva varios centenares de metros por encima de la oquedad, formando un penacho húmedo visible a más de 20 kilómetros de distancia, en la sabana reseca. El estruendo es ensordecedor. Por eso, los makololos, el pueblo que habitaba las orillas del gran río africano cuando llegaron los primeros europeos, llamó al fenómeno Mosi-Oa-Tunya: el humo que truena. Más tarde, en noviembre de 1855, el primer blanco que logró acceder a ese remoto lugar del África Austral, el explorador David Livingstone, las rebautizó en honor a su reina con el nombre con el que han pasado a los mapas y a los libros de historia: las cataratas Victoria.
Una enorme estatua de Livingstone, el mayor y mejor explorador africano de todos los tiempos, preside hoy el mirador principal de las cataratas más famosas y bellas del continente africano; patrimonio mundial de la Unesco desde 1989. Puede que las de Iguazú sean más llamativas por su caudal, pero estas que forma el río Zambeze en la frontera entre Zimbabue y Zambia son las más curiosas y originales por su estructura geológica. Hace unos cinco millones de años, poderosísimos movimientos tectónicos abrieron una serie de tremendas grietas en forma de zigzag en la roca madre de basalto, de 180 millones de años de antigüedad. Mucho más tarde, y tras una serie de casualidades geológicas y erosivas, el Zambeze, un río manso de llanura que nace en las colinas fronterizas entre Zambia y el Congo y discurre por una sabana arbolada más plana que un folio, terminó por precipitarse en la primera de estas gargantas, formando un show natural que atrae hoy a cientos de miles de turistas y que reporta pingües beneficios sobre todo a Zimbabue, país que siempre ha tenido uno de los mayores índices de pobreza del continente.
Para visitar las cataratas, los viajeros actuales necesitan pasar muchas menos penurias que el gran David Livingstone, que llegó a ellas durante de un viaje a pie de cuatro años de duración en el que recorrió la cuenca del Zambeze desde el nacimiento hasta la desembocadura, convirtiéndose en el primer ser humano (y probablemente, el único) que ha cruzado África a pie de este a oeste. Hoy hay un aeropuerto internacional en Victoria Falls, la población crecida al albur del turismo en el lado zimbabuense de las cataratas, y se puede ir andando desde el hotel a la puerta del parque. El Zambeze hace aquí de frontera entre Zimbabue y Zambia, pero desde donde mejor se ven los saltos de agua es desde el lado de Zimbabue, que en este sentido se ha llevado el grueso del maná que deja el turista.
Tras pagar los 50 dólares o euros que cuesta la entrada (da igual la cotización, en Zimbabue hacen tabla rasa y el billete norteamericano vale lo mismo que el europeo), el visitante accede a la zona de tiendas y restaurante del parque. Unos paneles explican allí la formación de las cataratas, la construcción del gran puente de hierro (1904) que permitió salvarlas para que circulara el tren soñado por Cecil Rhodes entre Ciudad del Cabo y El Cairo, los viajes de Livingstone o las peculiaridades de la flora y fauna que vive en la zona gracias al microclima que forma el humo que truena. Luego, se toma un sendero a la izquierda que lleva al primer mirador…. allí las emociones se desbocan. La vista por primera vez de ese tajo por cuya pared izquierda se desploman millones de litros de agua en diversas cascadas separadas por islas de piedra es de las que no se olvidan nunca. La oscuridad del basalto, el verde lujurioso de la vegetación, la cortina de agua continua de más de un kilómetro, el ruido atronador, la lluvia invertida que te cala… todo se conjuga para ofrecer un espectáculo único. El África negra y misteriosa que imaginamos en los libros de Conrad o de Blixen en estado puro.
El sendero avanza pegado a la ribera sur durante un kilómetro y medio, con hasta 16 miradores intermedios en los que asomarte a ver los saltos desde diversas posiciones. En la estación húmeda, de diciembre a mayo, con un pico en abril, cae tanta agua que es imposible ver el fondo de la grieta y terminas el paseo completamente empapado. En mi opinión, es mejor visitarlas al final de la temporada de lluvias o durante la estación seca, de junio a noviembre, cuando cae mucha menos agua y gracias a ello se puede disfrutar mucho mejor de la escena.
Por Zambia, la ciudad más cercana es Livingstone, más grande, populosa e interesante que Victoria Falls, pero también más alejada de las cataratas (unos 11 kilómetros). En realidad, la única razón para entrar a las cataratas Victoria por el lado de Zambia es ir a la Piscina del Diablo, una poza justo en el borde del precipicio en la que en la temporada más seca puedes hacerte impactantes fotos dándote un baño en una infinity pool natural literalmente abocado al abismo. En temporada de lluvias, ni se te ocurra intentarlo: sería directamente un suicidio.
Las cataratas Victoria son el gran polo de atracción turística del África austral. Antes de la pandemia, solo por el lado sur, el de Zimbabue, se registraron más de 540.00 visitantes. Como siempre ocurre en este tipo de lugares, además de en el atractivo principal (las cascadas, en este caso) puedes gastarte tu dinero en las más variopintas formas de producir adrenalina: vuelos en helicóptero, tirolina, columpio bungee, rapel, puenting…. Cada año aparecen nuevos hoteles, nuevos emprendimientos turísticos y nuevas concesiones, tanto en Zambia como en Zimbabue. Para este último país, las cataratas son la gallina de los huevos de oro. Solo que al paso que van, igual se las cargan. La Unesco ya ha advertido que el “Sitio de Patrimonio Mundial de las Cataratas Victoria se enfrenta a amenazas crecientes derivadas de desarrollos de infraestructura individuales y acumulativos”. Y advierte que los valores por los que fueron incluidas en esa selecta lista podrían considerarse en peligro de seguir el ritmo de desarrollo actual, sin la adecuada consideración por el medio ambiente.
Confiemos en que, lo que aún hoy es una joya de la naturaleza africana, no acabe a poco que se descuiden como las cataratas del Niágara. Un circo donde se comercializa todo.
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