Cómo montar tu propia ruta de la cumbre de la OTAN: del Prado al Palacio Real pasando por Segovia
Una guía inspirada en la apretada agenda de los jefes de Gobierno y de Estado, y de sus acompañantes, durante su estancia en la capital española
Durante la Cumbre de la OTAN, celebrada esta semana en Madrid, se ha hablado mucho de estrategias y gastos de defensa, confrontación de potencias, la guerra de Ucrania… pero también ha habido una agenda más amable, que ha permitido a los jefes de Estado y de Gobierno, y también a sus acompañantes, contemplar las obras maestras del Museo del Prado (con cena en su claustro incluida) o el Reina Sofia, ir de rebajas por el centro de la capital, asistir a un ensayo de la ópera Nabucco de Giuseppe Verdi (que se estrenará el próximo 5 de julio en el Teatro Real), pasear por los jardines segovianos de La Granja de San Ildefonso o disfrutar del buen hacer de cocineros como José Andrés o Paco Roncero.
Inspirada en esa apretada agenda, proponemos una ruta que repasa todas sus visitas más turísticas y por qué estas merecen estar en el plan de toda estancia en Madrid, sin olvidar una escapada cercana a Segovia.
Palacio Real de Madrid
Casi dos millones de turistas y madrileños visitan cada año el Palacio Real de Madrid, el más grande de Europa Occidental (135.000 metros cuadrados y 3.418 habitaciones) superando a Buckingham y Versalles. El Palacio de Oriente, como también es conocido, se alza entre los jardines de Sabatini, el Campo del Moro y la plaza de Oriente, en una escarpada cornisa rocosa sobre el río Manzanares, en el lugar que ocupaba el antiguo Alcázar de los Austrias, destruido por un incendio en la Nochebuena de 1734.
El edificio actual, de estilo clasicista barroco, fue erigido a instancias de Felipe V de Borbón y de su hijo Fernando VI sobre un proyecto inicial del arquitecto italiano Filippo Juvarra culminado por Juan Bautista Sachetti y el madrileño Ventura Rodríguez entre 1738 y 1755. Aunque sigue siendo la residencia oficial de los reyes de España, actualmente solo se utiliza para las audiencias reales y eventos de Estado —como la cena presidida por Felipe VI y doña Letizia el pasado martes 28 de junio—. Además, esta es una de las pocas residencias de jefes de Estado abiertas al público. Entre sus espacios más suntuosos están el salón del Trono, la Real Armería o el salón de Gasparini, realizado durante el reinado de Carlos III y considerado uno de los más hermosos del palacio.
Museo del Prado
El Museo del Prado abrió sus puertas al público el 19 de noviembre de 1819 bajo el nombre de Real Museo de Pintura y Escultura. Por entonces, de sus paredes colgaban 311 obras de pintores españoles y guardaba 1.510 obras procedentes de los Reales Sitios. Dos siglos después, convertido en uno de los templos del arte de referencia mundial, tiene en exposición permanente unas 1.700 obras que representan alrededor de un 6% de las 27.000 que posee.
A lo largo de este tiempo, la pinacoteca madrileña ha vivido varias transformaciones, incluida la ampliación del arquitecto Rafael Moneo y el proyecto de Norman Foster para el Salón de Reinos. La actual sede de El Prado se construyó a finales del siglo XVIII de la mano del arquitecto Juan de Villanueva y fue un encargo del rey Carlos III como gabinete de Ciencias Naturales, y en su fundación fue imprescindible el papel de María Isabel de Braganza. Entre sus cuadros más conocidos están Las Meninas de Velázquez, el lienzo que sirvió de fondo para la foto de familia de los jefes de Estado y de Gobierno de la cumbre de la OTAN, pero hay muchas obras igualmente maravillosas, como El Descendimiento, de Roger van der Weyden, una de las obras más bellas e importantes de la pintura flamenca del siglo XV, o la Santa Bárbara, de Robert Campin (1438), donde el artista capta magistralmente la naturaleza de la luz. No sabemos si además de pararse ante el cuadro Las tres Gracias de Rubens, como captaron las cámaras, el primer ministro británico Boris Johnson se fijaría en el retrato titulado María Tudor, reina de Inglaterra, de Antonio Moro (1554), que representa a la segunda esposa de Felipe II (también conocida como Bloody Mary, María la Sanguinaria, por la feroz represión contra los protestantes ingleses durante el breve tiempo que reinó). Sus ojos, fríos y acerados parecen traspasar al espectador mientras sujeta entre los dedos la rosa roja de los Tudor. De su cuello cuelga su regalo de boda: el Joyel de los Austrias con la legendaria perla Peregrina, la misma que Richard Burton le regaló en 1967 a Liz Taylor por su cumpleaños, y El Estanque, un diamante de 100 quilates que Felipe II, convertido en rey consorte de Inglaterra, compró en Amberes por 80.000 escudos de oro.
Museo Reina Sofía
El edificio que hoy alberga el Museo Reina Sofía tomó como sede el antiguo Hospital General de Madrid, gran edificio neoclásico del siglo XVIII situado en la zona de Atocha. Este hospital fue diseñado inicialmente por José de Hermosilla y continuado posteriormente por Francesco Sabatini, y actualmente se le conoce como edificio Sabatini en honor a este arquitecto italiano. Tras sobrevivir a un proyecto de demolición, en 1986 se inauguró el Centro de Arte Reina Sofía con algunas modificaciones importantes, como las tres torres de vidrio y acero que albergan los ascensores. Hoy dispone de 84.000 metros cuadrados, incluida la ampliación proyectada por el arquitecto Jean Nouvel (inaugurada en 2005), en los que se exhiben las más de 20.000 obras que forman su colección, junto a exposiciones temporales. La obra que probablemente más miradas se lleva es el Guernica de Pablo Picasso. Ante ella se han fotografiado la Reina, al frente de la agenda no oficial de la cumbra, o hace poco el cantante Mick Jagger.
El Reina Sofía es el vértice sur del conocido como Triángulo del Arte de Madrid, que incluye a otros dos célebres museos: el Prado y el Thyssen-Bornemisza, dentro del denominado Paisaje de la Luz, reconocido en julio de 2021 como patrimonio mundial de la Unesco.
Teatro Real de Madrid
Existe un mito en el mundo de la ópera: los teatros construidos cerca del agua tienen mejor sonoridad. La sonoridad del Teatro Real es fabulosa, quizás porque la zona donde se construyó se asienta sobre un acuífero, el que alimentaba la monumental fuente de los Caños del Peral, cuyos restos, descubiertos durante las obras del metro, se pueden ver en la estación de Ópera.
Inaugurado el 19 de noviembre de 1850, con 32 años de retraso, la planta hexagonal del edificio recuerda a un ataúd, y en su Diccionario geográfico, Pascual Madoz se refiere a ella como “la más ingrata que para un edificio de esta clase ha podido elegirse”. La obra elegida para el estreno fue la ópera La favorita, de Gaetano Donizetti. Funcionó como teatro de ópera hasta 1925, cuando tuvo que cerrar a causa de problemas estructurales en el edificio. Entre 1988 y 1997 sufrió una importante remodelación que lo volvió a convertir en coliseo operístico. Los duendes del teatro hicieron de las suyas cuando en 1995 la gran araña de cristal de La Granja, de 2.700 kilos, se desplomó sobre el patio de butacas (afortunadamente, con el teatro vacío). La lámpara, ya restaurada, volvió a ser protagonista en la reapertura del 11 de octubre de 1997: al comienzo del espectáculo, “bajó y subió unas tres o cuatro veces, haciendo tintinear sus luces como demostrando su poder sobre el auditorio”, según la crónica publicada al día siguiente en EL PAÍS.
Por dentro, el edificio de factura neoclásica que mira al Palacio Real y da la espalda a la ciudad se asemeja a un transatlántico, con una tripulación permanente de unas 500 personas (a las que habría que añadir los cerca de 200 artistas involucrados en cada producción operística), y los espectadores (1.745 de aforo máximo) como pasajeros. La sala de máquinas de este barco musical es la caja escénica, un enorme vano en el que cabría el edificio de Telefónica de la Gran Vía madrileña. Para cruzar “la parrilla” —la plataforma de rejilla desde la que se mueven los elementos del decorado— hay que vaciarse los bolsillos: una moneda podría dañar gravemente a alguien si cae al escenario, decenas de metros por debajo. Las 22 plantas, ocho de ellas subterráneas, albergan camerinos, salas de ensayo, talleres de vestuario y de utillaje, tintorería... En el taller de caracterización los trucatori preparan modernas pelucas de pelo natural, hipoalergénicas y con juntas invisibles. Todo está diseñado para facilitar la movilidad: los camiones entran por la parte trasera del edificio en la plaza de Isabel II hasta el zaguán, donde grandes montacargas permiten descargar los decorados directamente en los almacenes del sótano o en el escenario. Un sistema hidráulico de plataformas móviles permite el montaje simultáneo de hasta tres escenografías. Para maximizar las posibilidades acústicas en las salas de ensayo, la de coro cuenta con un sistema de listones móviles que proporciona diferentes tiempos de reverberación, y la de orquesta, un techo abovedado con paraguas de madera y persianas acústicas. En la sala de puesta en escena, con medidas idénticas al escenario, se pueden montar nuevas producciones sin interferir con las que se están representando.
Universo Roncero
Poseedor de dos estrellas Michelin, el personal universo gastronómico de Paco Roncero, el chef que diseñó el menú de 15 platos que disfrutaron los invitados a la cena del pasado martes en el Palacio Real, toma cuerpo en una serie de proyectos concebidos como experiencias sensoriales que reinterpretan platos e ingredientes familiares, dándoles nueva vida y posibilidades. Cada uno de ellos es una puerta abierta a un modo de entender la cocina tan vanguardista como inconfundiblemente Roncero.
Hasta hace apenas una semana, se podría probar el universo culinario de Paco Roncero en su restaurante escuela Seeds, en Madrid. El restaurante sigue, pero este junio él se ha desvinculado del proyecto. Pero sus platos aún se pueden degustar en su restaurante en el Casino de Madrid.
Otra pista gastronómica vinculada con la cumbre: Karl Nehammer, el canciller de Austria, y su comitiva de gobierno cenaron en El Velázquez 17, en el barrio de Salamanca. El mismo barrio, por cierto, que Jill Biden, primera dama de Estados Unidos, eligió el lunes para ir de compras por la ciudad.
La Granja de San Ildefonso (Segovia)
Los reyes de Castilla y de León, y más tarde los Austrias y Borbones, dejaron su impronta en forma de jardines, palacios de recreo, claustros y edificios civiles e industriales que hoy custodia Patrimonio Nacional. Lugares como La Granja de San Ildefonso (Segovia), en la vertiente norte de la sierra de Guadarrama, donde el melancólico Felipe V, nieto del Rey Sol, se hizo construir entre 1721 y 1724 un palacio de verano a semejanza de Versalles. Obra de Ardemans, Juvara y Sachetti, el edificio está rodeado de jardines cartesianos diseñados por Carlier y Boutelou: cuidados parterres y avenidas que se abren en el bosque, inspirados en los que diseñó en el palacio francés André Le Nôtre. Una trama geométrica delimitada por tilos, castaños de Indias y setos de carpe en cuyas intersecciones se abren glorietas con estatuas de mármol y 26 fuentes monumentales con ninfas, faunos, diosas y dioses. También hay un laberinto concebido para el juego galante concebido en 1713 por Dezallier D'Argenville a base de setos de haya y carpe que dibujan una espiral central flanqueada por dos grupos de calles que doblan en ángulos rectos. Dentro del palacio se encuentra el Museo de Tapices, la colección de tapices flamencos más rica del mundo junto con la de Viena (los más antiguos datan del siglo XVI).
Si visita el palacio, haga como la reina Letizia y la comitiva extraoficial de la OTAN y visite la Real Fábrica de Cristales. Ubicada en el Barrio Bajo de la localidad segoviana, es un perfecto ejemplo de arquitectura industrial del siglo de la Ilustración y actualmente el único centro en España dedicado a impartir la formación (con certificado de profesionalidad) y dar a conocer el milenario oficio artesanal del vidrio soplado. Destaca la sala de hornos, un nave diáfana y luminosa de planta basilical, con tres naves y dos cruceros coronados por sendas cúpulas, proyectada por el arquitecto José Díaz Gamones en 1770 por encargo de Carlos III. A través de una pasarela, los visitantes acceden al taller de soplado, donde los maestros y oficiales dan forma a las preciosas piezas que se venden en la tienda. Durante la visita también se puede ver la Colección de Cristal de La Granja y una exposición de vidrio contemporáneo.
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