Eurostars Los Agustinos, esparcimiento en un claustro renacentista

Ahora que el viñedo hiberna y el frío aletarga el paisaje vitivinícola de La Rioja, los monumentos seculares concitan el mayor interés de la región, junto a la imperecedera virtud del buen comer y el conversar frente a la chimenea. Haro agasaja a gourmets y amigos de la historia desde el claustro renacentista del convento de San Agustín, fundado en 1373 por Clara López de Haro, tras la mediación de su padre, Diego, ante el primer conde de Alburquerque, Sancho de Castilla, para acoger a 10 frailes procedentes del real monasterio de San Agustín, en Burgos. Una placa recuerda hoy que, durante la guerra napoleónica, en 1809 el monumento pasó a ser guarnición militar; en 1811, hospital militar; en 1839, tras la Desamortización, cárcel municipal (se conservan las muescas grabadas por los presos en las columnas del claustro), y desde 1989, hotel.

Si la fachada deslumbra por su sillería y los dos blasones que flanquean la balconada principal, el claustro apabulla por la altura de los arcos, el grosor de los pilares y el gigantismo de la estructura que arma la cúpula de cristal, elemento fundamental para aclimatar este espacio convertido en vestíbulo y salón principal del establecimiento. A los flancos se sitúan las mesas que conforman el restaurante, con un bufé de desayuno apreciable por su calidad, aunque el servicio de comidas y cenas se resiente en estos días de pandemia. Con los actuales precios, cabría esperar mejores atenciones. Al menos, similares a las del bar La Viña, instalado en un rincón de madera rústica y muy fotogénico.

En dos plantas se vertebra la soberanía monástica de los dormitorios, ambientados en un tenor opuesto a su primigenia austeridad frailuna. Desde los largos cortinajes hasta el enmoquetado rojigualda o el parqué fino de los suelos, nada escapa a la solemnidad original del monumento interpretada hoy por los valores utilitarios de la marca Eurostars. No digamos ya el florilegio estético de la suite principal: incluso el soporte del televisor ha sido modelado en acero con volutas de estilo remordimiento. Pasan los años, no pocos, y algunas de estas habitaciones van necesitando retoques.

A las vísperas toca esparcirse sobre los sofás hamaca del claustro, que acogen los eventos más notables del calendario riojano, como el Carnaval del Vino, que, eso sí, acaba de ser suspendido por segundo año consecutivo a causa de la covid.