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El Tokio de Murakami: paseos por lugares de sus novelas

La ciudad del escritor se enciende con el jazz, los neones y un vaso de whisky en la mano. Un viaje entre la realidad y la ficción por escenarios literarios de la ciudad japonesa

Interior de la nueva Biblioteca Murakami en la Universidad Waseda de Tokio.
Interior de la nueva Biblioteca Murakami en la Universidad Waseda de Tokio.PHILIP FONG (Getty)

Es otoño y el día brumoso y con lluvia fina que te empapa hasta los huesos lo hubiera firmado el propio Haruki Murakami. Estoy en La Kagu, un antiguo almacén de libros reconvertido en café, librería, galería de arte y tienda en el barrio de Kagurazaka. Rodeado de libros, este lugar es perfecto para adentrarse en el recorrido de un escritor que ha hecho de Tokio su hábitat más prolífico. La música que suena es Kind of Blue, de Miles Davis. Una señal, pienso, pues el jazz es la banda sonora recurrente en sus libros. Lo que averiguaré tras unos días en la capital japonesa es que el jazz no es solo patrimonio de sus novelas, sino que es la banda sonora de la ciudad. Suena en tiendas, cafés, restaurantes, y en los ­jazz kissaten, abiertos desde la mañana, la gente toma café mientras escucha con devoción discos raros de jazz.

Más allá de esta música, la otra pasión de los japoneses es la literatura. Japón es uno de los países del mundo donde más se lee, con un 91% de su población lectores habituales y una media de lectura por persona de cuatro libros al mes. En Tokio existen librerías enormes como Buntkisu, en la que se paga entrada como si fuera un museo, y otras diminutas como Morioka Shoten, donde solo se vende un único título por semana. No es de extrañar que en un país de lectores empedernidos se considere a Murakami, y sus libros, objeto de culto. El amor a la palabra escrita se escapa de las librerías y llega hasta los hostales, y así en el original Book and Bed es posible alojarse entre estanterías y dormir rodeado de libros. En este alojamiento decididamente cool, un cubículo que asoma entre las estanterías repletas de libros como habitación, una lamparita y una cortina es todo lo que los jóvenes intelectuales chic (y yo…) necesitan para pasar una noche ilustrada. En mi mesilla, dos libros: After Dark y Tokio blues. Así, cada noche, después de recorrer las calles de Tokio buscando a Murakami, me acostaré con él (metafóricamente).

20.000 vinilos, el mismo café y una réplica del estudio del autor

Los mundos imaginados por Haruki Murakami tienen desde el pasado 1 de octubre un espacio propio en la Universidad de Tokio, donde el escritor estudió teatro en su juventud. La Casa Internacional de Literatura Waseda, también conocida como Biblioteca Murakami, ocupa un edificio proyectado por el arquitecto Kengo Kuma como centro de estudio de la obra del novelista. De acceso libre, alberga más de 3.000 libros en más de 50 idiomas, además de borradores, manuscritos y una colección personal de 20.000 vinilos donados por el propio Murakami. En la cafetería se sirve la misma mezcla de cafés que él toma,y hay una réplica del estudio donde suele trabajar.

A la mañana siguiente desayuno en el Café Bundan dentro del Museo de Literatura Moderna Japonesa. En el menú, salchichas con tomate y tostadas, un desayuno sacado del libro de Murakami El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, todo un homenaje alto en colesterol. Este es el plato más popular para estómagos y selfis. La pasión que levanta el escritor en Tokio está presente en cafés literarios donde seguidores del autor, conocidos como harukists, se reúnen a leer e intercambiar opiniones sobre sus libros. En el Café Rokujigen el anuncio del Nobel de Literatura se sigue en directo por docenas de fans que se acercan para seguir el evento delante del televisor, para ver si ese año se rompe el maleficio y el finalista en siete ediciones consecutivas es por fin galardonado.

Siguiendo los consejos de los amantes protagonistas de la más famosa novela de Murakami, Tokio Blues, “caminando y caminando por Tokio sin un destino en la mente” recorro el barrio de Shinjuku. Masas de gente se mueven de forma ordenada por las aceras y el ritmo de la ciudad parece fluir de manera discreta.

La colina del amor

En Shibuya, cerca del paso de cebra más famoso del planeta (con permiso del Abbey Road de los Beatles), se concentran la mayor parte de los turistas alrededor de las tiendas y guiados por el brillo de los neones. A la vuelta de la esquina, apartada de las calles comerciales, está la colina de los love hotels. Las calles se van estrechando y los letreros luminosos de los hoteles del amor detallan los precios de sus habitaciones en tarifas de noche o solo de unas horas. Los precios del alojamiento en Tokio han hecho que estos lugares, escenario de pasiones de parejas sin piso y de encuentros extramatrimoniales, se hayan convertido en una buena opción para los turistas. Como era de esperar, a su sombra surgen prostíbulos como los que recrea Murakami en After Dark. Aquí es fácil imaginar la puerta del Alphaville con su madame Kaoru y el ambiente enrarecido de la noche y el negocio del sexo, tan magistralmente descrito por el autor: “En mitad de la noche, el tiempo se mueve a su manera y no puedes luchar contra él”, afirma el mánager de un club de jazz en esta novela que transcurre en 24 horas, donde se suceden los encuentros, los cafés, el jazz, los love hotels y la soledad.

Uno de los bares del Golden Gai, en el distrito tokiota de Shinjiku.
Uno de los bares del Golden Gai, en el distrito tokiota de Shinjiku.Alamy

Detrás de Shibuya, en Jingumae, las galerías de arte y tiendas de decoración alternan con casas de diseños vanguardistas. Las avenidas del elegante barrio comercial de Omotesando rezuman opulencia en este vecindario conocido como los Campos Elíseos de Tokio. Un poco más al sur, en Otoyama, se suceden las terrazas de modernos restaurantes con boutiques de lujo diseñadas por los mejores arquitectos del mundo. Es en este exclusivo distrito donde Aomame, uno de los personajes de la novela 1Q84, va de compras, y es también aquí donde el propio Murakami tiene su oficina. Cerca están las instalaciones deportivas de Meiji Jingu Gaien, donde Murakami, un apasionado del running (describe con detalle su afición en De qué hablo cuando hablo de correr), se lanza a sus 10 kilómetros diarios tras terminar las cuatro horas al día que dedica a la escritura. Su ruta pasa al lado del estadio de béisbol Jingu, donde, en medio de un partido, tuvo su epifanía y decidió convertirse en escritor a los 30 años.

Su mundo fantástico también está en la calle. Sin llegar al extremo de sus novelas, donde aparecen ranas gigantes que salvan Tokio de un terremoto o gatos que hablan, los personajes que uno encuentra en el barrio de Harajuku parecen también salidos del mundo de lo surreal. El domingo es el día de encuentro de los cosplayers (jóvenes vestidos de personajes del manga y el anime) en la calle Takeshita, que se transforma en una delirante pasarela donde se dan cita gothic lolitas, decora fashion, wamomo, anime, cyber fashion y demás tribus que forman parte del paisaje urbano más pop y excéntrico de la ciudad.

Cae la tarde y me dirijo hacia una de las zonas con más alma de Tokio. En los oscuros callejones que forman el Golden Gai surgen como setas bares minúscu­los que sobrevivieron a terremotos y a bombardeos (hay cerca de 200 bares e izakayas), algunos con espacio solo para dos o tres clientes, donde apurar la noche entre cerveza y sake. Aquí es fácil imaginar al hombre de Murakami; solitario, noctámbulo, buscando compañía en la conversación cómplice con otros inadaptados como él. La última copa de la noche no puede ser en otro lugar que el Jazz Bar Dug, en Shinjuku. Las escaleras empapeladas con carteles de conciertos y fotos conducen hasta un sótano de ladrillo visto al más puro estilo neoyorquino. En este local, abierto desde 1961, los protagonistas de Tokio Blues quemaban la noche entre tragos y conversación. En After Dark también las copas, la conversación y la ensalada de pollo en un Denny’s diner alargan las noches de los jóvenes protagonistas.

Murakami regentó en los años setenta un jazz bar llamado Peter Cat. Hoy, los personajes de sus novelas siguen regentando las noches de Tokio.

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