Menorca de norte a sur
Las calas Trebalúger y En Tortuga, dos lugares paradisíacos en una isla con 216 kilómetros de costa
En Menorca, una isla con 216 kilómetros de costa, lo difícil no es encontrar un lugar paradisíaco sino elegir con cuál quedarse. Hay playas de anuncio y postal, de arena fina, aguas que juegan con todos los tonos del esmeralda (según capricho del sol y la posidonia) y también existe una costa agreste, salvaje y de colores más terrosos que impacta a la vista y calma el espíritu. La elección depende del estado de ánimo, del viento y del lugar en el que se quiera conectar con uno mismo, porque aquí el bullicio de los chiringuitos y los beach clubs es cosa de un futuro que los isleños no están dispuestos a convertir en cosa suya.
Las guías, los lugareños y el tiempo hacen descubrir sitios insólitos en cada visita, aunque parezca increíble en una superficie de solo 47 kilómetros de norte a sur y 17 de este a oeste. Playa del Aire, Son Bou, Mitjana, Macarella, Turqueta, Son Saura… y tantas otras en el sur. Cala del Pilar, Pregonda, Cavalleria, Binimel·là, Sa Mesquida… en el norte. Pero esto es una elección personal y pretende descubrir un rincón con vistas al mar, aunque lo hayan hecho otros muchos antes. Y como decidir es difícil, mejor dos propuestas.
Si sopla tramontana es preferible resguardarse en el sur y, puestos a andar, merece la pena hacerlo hasta un arenal virgen con un torrente de aguas inusitadamente oscuras y que desemboca en una playa de azul increíble. A cala Trebalúger, encajada entre acantilados, se llega después de caminar 1,5 kilómetros (o en bici recorriendo el Camí de Cavalls desde cala Mitjana). Un trayecto que tiene su recompensa porque se realiza a través de un valle fértil incluso en los meses de verano. Al llegar, aún queda la sorpresa de sus dunas, de su silencio si se acude fuera de temporada y de su torrente, que algún visitante previsor puede recorrer en kayak río arriba.
Para el día en el que Eolo deje paso al norte, anclar en la cala En Tortuga es una buena opción. Se llega por la carretera que va de Maó a Fornells en dirección a Favàritx, ese faro que los barcos toman por frontera y los turistas se llevan como recuerdo para fijarlo en su memoria, respirar hondo y recuperar el aliento cuando los días son más aciagos y las vacaciones quedan lejos. El coche hay que olvidarlo antes de llegar al faro y encomendarse a la suerte para que, si la visita se produce en verano, quede algún sitio para aparcar que permita olvidarse de él hasta que caiga el sol. Sí, también hay que caminar casi 1,6 kilómetros, pero no hay otra forma de conquistar En Tortuga y el camino no exige ser experto en trekking, solo que no falte el agua en la mochila si el sol va a ser compañero de ruta. Cuando llegue a la valla de madera que protege la bajada a la playa, se olvidará de todo. Extenderá la toalla, mirará al infinito azul y a la punta rocosa del Cap de Favàritx y no necesitará más guía para encontrar el norte. Antes, si ha estado atento al recorrido, habrá podido sorprenderse con una laguna donde tendrá que pedir permiso de visita a sus habitantes naturales: las aves y las tortugas que dan nombre a la cala.
Y recuerde que en el paraíso no hay bares, así que tendrá que ser previsor y no olvidar las viandas y la bebida, elija el norte o el sur. Para disfrutar de terrazas, pueblos pintorescos y animados puertos de pescadores, como Es Castell o Fornells, queda la noche.
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