Nimes, origen de los pantalones vaqueros
El comerciante alemán Levi Strauss compró tela resistente de Nimes (‘denim’) y la comercializó en América. La industria textil y el pasado romano definen la ciudad francesa
Que la vuelta ciclista a España arranque en Nimes no debe sorprender. Es patente su afición por nuestro país: afición a las corridas, pero también a las peñas y bodegas, a las tapas, al flamenco… Como si alguna raíz honda nos atase. Y sí, puede que ese lazo soterrado sea la romanidad, allí tan a flor de piel, o el carácter mediterráneo. Los romanos dejaron un legado por el cual Nimes aspira a ser patrimonio mundial. El medievo encogió la ciudad; luego vinieron las guerras de religión, entre católicos y protestantes… Por ver solo el lado bueno: los hugonotes (calvinistas), apartados de la cosa pública, se volcaron en los negocios, sobre todo en la industria textil; baste decir que los blue jeans se inventaron allí. Con unos 150.000 vecinos, Nimes es una ciudad a la medida del zapato, llena de placetas sombreadas y terrazas.
9.00 Conciertos y tenis
Las Arenas (1) de Nimes no solo son uno de los coliseos más grandes (capaz de engullir a 23.000 espectadores), sino que es además el mejor conservado del mundo romano. Porque siempre se usó para algo; también ahora: se visita como museo (con especial atención a los gladiadores), pero sirve igualmente para hacer corridas de toros y, por supuesto, conciertos, teatro e incluso tenis. Pegado al anfiteatro está casi a punto el nuevo Museo de la Romanidad (2), un volumen brillante que entabla un sereno diálogo de formas con Las Arenas, obra de Elizabeth y Christian de Portzamparc, y que abrirá sus puertas el próximo verano.
11.00 Dos nietos de Augusto
La huella que dejaron Augusto y los suyos es formidable: la muralla medía siete kilómetros; se conservan fragmentos, dos puertas y la llamada Torre Magna (3), la más excelsa de las 85 que tuvo el recinto. También algo singular, un castellum o depósito distribuidor del agua que llegaba por un acueducto, cuyo hito más célebre es el Pont du Gard (4) (patrimonio mundial, con centro de interpretación). Pero está sobre todo la Maison Carrée (5), único templo romano conservado íntegro. Levantado en el año 17 antes de Cristo, y dedicado a dos nietos del emperador Augusto, siempre tuvo algún uso, como Las Arenas. Ahora exhiben dentro un audiovisual. Restaurado con mimo, tiene a su costado un competidor: el Carré d’Art (6). Una construcción de Norman Foster donde, de nuevo, las formas antiguas y nuevas dialogan armoniosamente. El edificio de Foster, que no parece más alto que el templo romano, tiene en realidad nueve pisos que alojan de todo: biblioteca, mediateca, centro cultural, tiendas y un Museo de Arte Contemporáneo asociado al Pompidou parisiense. Desde la terraza restaurante las vistas son dignas de los dioses olímpicos.
En el Ayuntamiento están disecados cuatro cocodrilos, que dan nombre a los hinchas del equipo de fútbol local
12.00 Jean Nicot, el de la nicotina
El corazón de la villa medieval es la llamada plaza de l’Horloge (7), con una torre pelada y el reloj de marras. En esa ágora peatonal estuvo la casa de Jean Nicot, conocido más por prestar su apellido a la nicotina (llevó el tabaco desde Lisboa, donde era embajador, a la corte francesa en 1560) que por sus muchos méritos como lingüista. Por las calles serpenteantes del Aspic y de Greffes se llega al Ayuntamiento (8), donde llaman la atención cuatro cocodrilos disecados; ojo, son monumento nacional, regalos oficiales, antiguos; los hinchas del equipo local de fútbol se apodan “los cocodrilos”. Otro centro vital es la Place aux Herbes, presidida por la catedral (9), del siglo XI. Entre esta y la plaza du Chapître se esconde el Palacio Episcopal, convertido en Museo del Nimes Antiguo (10). Allí, entre otras cosas, se entera uno de la historia del denim, esa tela sufrida y resistente. Y es que Levi Strauss, alemán emigrado a América, compró lotes de paño “de Nimes” (pronúnciese denim), que por su resistencia le venían de perlas para monos de mineros, vaqueros o empleados del ferrocarril. La tela iba teñida con lo más barato, el índigo o azul (bleu, en francés) de Génova (Gênes), de ahí el nombre de esa prenda universal llamada blue jean.
13.00 El vientre de la ciudad
Les Halles (11) son mucho más que el mercado central. El edificio de 1884, restaurado por Jean-Michel Wilmotte, se ha convertido en punto de encuentro y tapeo. Incluso los domingos. Hay puestos, como Les Halles Auberge, que son gastrobares donde se compran y consumen quesos artesanos, como el pélardon de Cévennes, o de autor, como los afinados por la Fromagerie Vergne, además de golosinas locales como petits nîmois (quiches), tapenade y aceitunas picholine, anchoïade… O vinos con denominación de origen Costières de Nimes y Côtes du Rôhne. A solo unos metros, el patio Malraux (12) (o plaza Malraux), en una antigua sede de tintoreros, aloja tres restaurantes donde probar platos típicos como la brandada de bacalao o la gardianne de toro.
16.00 Jardín de Diana
Para pasear la comida, el Jardín de la Fontaine (13) es ideal. Fresco, sombreado, lleno de estanques y estatuas barrocas. El parque versallesco se creó en el siglo XVIII en torno al manantial romano que dio origen a la colonia, dedicado al dios Nemausus (de ahí el nombre de Nimes). Nemausus (14) se llaman también los bloques de viviendas creados por Jean Nouvel (existe un tour para visitar obras de arquitectura moderna). El parque aloja además un misterioso Templo de Diana (15) (no está claro qué pudo ser), y de él parte la avenida de Jean Jaurès, que allí consideran la Rambla local, urbanizada por el arquitecto Wilmotte.
18.00 De copas
Tomar una copa en el jardín del renovado hotel Imperator (16) es como un homenaje: a Picasso, Hemingway y Luis Miguel Dominguín, que se reunían allí después de las corridas. Pero los sitios más frecuentados por la movida local están por el bulevar Victor Hugo (17): Le Victor, Le Bar Joe… Junto a este último, Le Napoléon es un bistró impresionante estilo imperio, casi un museo. Y doblando la esquina, frente a la Maison Carrée, el Carré Jazz (18) combina ese estilo con el flamenco, género tan popular que hasta existe un Festival Flamenco por todo lo alto. Nimes, tan libre y cosmopolita como el denim al que dio origen.
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