60 euros la noche en el Sidorme Madrid Fuencarral 52

Smart sleep, el sueño inteligente. O cómo pagar lo justo por los servicios que necesitamos. Ni todos los que propone el promotor de un alojamiento, ni los que disfrutaríamos en unas vacaciones con la familia o una reunión de negocios. Solo aquellos que nos urgen cuando estamos de paso. Cuando la ciudad nos engancha tanto que en el hotel solo pernoctamos y desayunamos a precio de cafetería. Sin lujos ni fórmulas low cost. Ni más, ni menos. Sidorme ha comprendido las tendencias actuales del turismo.

Tras un inicio ambiguo, la cadena gestionada por Jairo González Monje ha corregido su rumbo con ubicaciones más céntricas, una sensibilidad más definida hacia los millennials y una orientación multimodal de sus alojamientos acorde con la expansión de la economía colaborativa.

Aunque figuran tres estrellas en la puerta, por un imperativo legal hoy anacrónico el hotel carece de categoría. El rango se lo otorgan sus huéspedes, convencidos de que 60 euros la habitación doble en el centro de Madrid es un precio deseable por una buena cama, una buena ducha y una buena insonorización.

Detrás de estas urdimbres están los arquitectos Javier Lampreave y Natalia Meana, sabedores de que la fachada de Fuencarral 52, originaria de 1863, era intocable por tipología y por su estructura portante.

La luz entra de arriba abajo a través de un jardín vertical artificial que decora el patio, semejante a otro que cubre el muro de la terraza en el ático. Ahí se encuentra en realidad el vestíbulo, un espacio polivalente donde teclear, leer, charlar o picotear gracias a un expositor de autoservicio que añade color al local.

A ras de calle, la entrada es un tubo en penumbra hacia la recepción. Porque el hotel en sí va a más. De la calma interior de los distribuidores al estallido de luz que se produce en el interior de las habitaciones. Con muros de ladrillo a la vista y marquetería blanca, blanquísima. Como las sábanas. Limpieza sin tapujos.

Por simpleza, las paredes exhiben tonos neutros. Ajustado en costes y calidades, el mobiliario cumple de sobra su función. Aquello que se gasta, se renueva y punto. Dos botellines de agua se ofrecen gratuitamente en el minibar. Como la televisión y el agua caliente de la ducha. Como el acceso wifi a Internet, sin el peaje que imponen otros hoteles más señeros del barrio.

Unos balcones dan a la calle de Fuencarral y otros a Hernán Cortés. Es entretenido mirar de día y ojear de noche. Todo lo que ocurre en este escenario es reflejo vivo, sincero y cosmopolita del barrio de Chueca.