12 rutas para un febrero junto al mar
Planes para unas escapadas perfectas a la costa española con las que disfrutar de la brisa marina, comer bien y recargar las pilas
La estancia en la costa durante el invierno abre un ramillete de propuestas en torno al slow travel, el viaje tranquilo sin visitas obligadas. Nos acompañan mañanas claras, de una precisión cristalina, en las que un prodigio de bienestar alterna con cultura y gastronomía al sol. Buscaremos las temperaturas suaves al sur de la Península, en Baleares y en Canarias, que es un caso aparte, pues allí es imposible sustraerse a su brilloterapia invernal.
El valle y sus miradores El Golfo
(La Frontera, El Hierro)
Una suerte de idílico vergel en una remota isla tropical: El Hierro. Así luce la mitad de este cráter producto de un gigantesco deslizamiento; así despunta el valle de El Golfo desde sus tres miradores, de una fascinante cualidad hipnótica. El del restaurante-mirador de la Peña, a la altura de los roques de Salmor, planea sobre un mundo de plataneras, viñas ecológicas y explotaciones de aguacate, mango y papaya. El mirador de Jinama se yergue en la parte central de El Hierro, y el de Bascos, en su zona más apartada.
Del tipo de vida original da fe el Ecomuseo de Guinea, mientras el Lagartario exhibe especímenes de esta joya de la fauna atlántica. En la costa podremos internarnos en bajamar en el Charco Azul y acercarnos en Punta Grande a la estructura que sirvió hasta 1930 de embarcadero: hoy presta contexto a uno de los hoteles más pequeños del mundo (www.hotelpuntagrande.org). Quienes no estén familiarizados con el estrépito de las olas deberían al menos acudir a tomar una copa al caer el sol. Solo nos resta disfrutar del resto del día tomando el sol, por ejemplo, en La Maceta: tres piscinas intermareales rodeadas de plantaciones de piña tropical.
Buganvilla en cascada Mojácar
(Almería)
El bar recién reabierto Time and Place representa un pequeño tributo a la época dorada de Mojácar (www.mojacar.es). El enjalbegado reluce en la calle de Enmedio y, traspasada la puerta de la Almedina, en la pensión El Torreón, donde se satisfacían los portazgos. Llaman la atención el trazado moruno y las buganvillas, copiosas y muy floridas, especialmente la nube de color que orna la farmacia. La plaza del Ayuntamiento está casi enteramente ocupada por un ficus. De la fuente Mora de 12 caños sigue manando el agua. Y tan impepinable como el Mirador del Castillo —volcado sobre la costa de Levante— es la terraza de Casa Minguito. Los naturistas se desplazan a tomar baños de sol a la playa del Sombrerico, medio kilómetro virgen de gravilla y arena al que se unen restos volcánicos que le otorgan al paisaje un matiz surreal. Todo felizmente ajeno a la especulación inmobiliaria.
Ciudad de museos
Málaga
Las temperaturas costasoleñas y el pescado del restaurante Gutiérrez Playa (952 11 89 08) tienen que competir actualmente con una explosión museística. En el puerto surge el cubo del Centre Pompidou (centrepompidou-malaga.eu), cuyo recorrido constituye una experiencia en torno a la representación del cuerpo, además de obras de Léger, Giacometti y Brancusi. El dinamismo de la Colección del Museo Ruso (www.coleccionmuseoruso.es) radica en la renovación de sus fondos. Los recién instalados muestran un acercamiento a las costumbres rusas a través de la pintura de paisaje, con nombres de la talla de Goncharova y Lariónov. No olvidamos el Museo Casa Natal (fundacionpicasso.malaga.eu) ni el Museo Picasso, que cambió el modo de ver los museos en Andalucía. El Centro de Arte Contemporáneo (cacmalaga.eu; gratuito) muestra hasta el 1 de mayo las fotografías y videoinstalaciones detallistas de Erwin Olaf; el 6 de marzo cerrará la videocreación de Marina Abramovic. Además, la colección de Carmen Cervera (www.carmenthyssenmalaga.org) y La Térmica (www.latermicamalaga.com; gratuito), cuya exposición fotográfica actual gira en torno al mito de Madonna.
Con sentido insular
Isla de Tabarca (Alicante)
En Tabarca, cuando llega febrero, se disfruta de las aves del mar y del viento. “No han llegado aún los colegios y El Campo tabarquino es cuando mejor luce, pleno de colores y frescor, y, cuando llueve, de olores”, dice José Manuel Pérez, director del Museo Nueva Tabarca, que traza un recorrido en torno a la historia, vida y ecosistema marino de esta ínsula repoblada en 1770 por genoveses de la población de Tabarka (Túnez).
Desde el barco surge como un perfecto conjunto urbano amurallado abierto por tres puertas y cuya iglesia fortificada abre, ya restaurada, el 13 de marzo. Podemos caminar por el empedrado recolocado por todo el pueblo tal y como fuera en el siglo XVIII. La red de senderos llevan al torreón de San José, al singular faro (1854), a encarar los islotes de La Naueta y La Nao.
Las tabarqueras navegan desde Santa Pola los fines de semana. El transporte lo tienen asegurado siempre los huéspedes del hotel Isla de Tabarca (www.hoteltabarca.es), enclavado en la antigua casa del gobernador. El caldero puede reservarse en el restaurante Gloria (965 97 05 84).
Medianías a la canaria Moya
(Gran Canaria)
Las medianías o zonas de media montaña tienen su encanto. La importancia paisajística de Moya (www.villademoya.es) va vinculada a su espectacular barranco. El viajero se detiene en la iglesia para tomar contacto visual con los verdes circundantes antes de acceder a la dulcería Ponce o de tomar una tapa de queso de Moya (con denominación de origen) en Casa Juana, antigua tienda de aceite y vinagre, que es como llaman en Gran Canaria a los ultramarinos. A 2,5 kilómetros nos envolverá la mayor mancha insular de laurisilva, Los Tiles, que se descubre gracias a un sendero circular. Bajo esta fragante floresta decidiremos si regresar junto al Atlántico —donde espera la terraza del Locanda El Roque (www.locandaelroque.com)— o bien seguir conduciendo 40 minutos hasta alcanzar la cota de los mil metros de altura y pernoctar en la PosHada Rural (poshadarural.com), quintaesencia de la desconexión.
Corrales y ortiguillas
Rota (Cádiz)
Es mucho más que un pueblo asociado a una base militar. Los hay incluso que pasan de largo por Rota (www.aytorota.es) sin reparar en su casco antiguo amurallado, en su puerto (subasta de pescado a las 17.00), sus bares de la calle de la Mina, sus playas y la envergadura formal del castillo amurallado (se enseña los fines de semana), sede del Ayuntamiento. Mayor fuste tiene la iglesia mayor de Nuestra Señora de la O (siglo XVI). Su sillería, una alineación opacada de madera de caoba y cedro cerrando el espacio del altar mayor, es de lo que no se olvida en mucho tiempo, al igual que el mercado de abastos enclavado en el claustro del convento mercedario.
El monumento natural de los Corrales atrae por lo singular de esta técnica de pesca vinculada al régimen mareal. Cuando se retira el Atlántico, surgen grandes cercados tendidos con muros de piedra ostionera cementados con moluscos, que ya desaguados se convierten en trampas mortales para urtas y doradas. La zona natural y naturista de Punta Candor, con dunas de gran porte, tiene que competir duramente con el revuelto de ortiguillas del restobar Las Tres Calles y con el pulpo a la brasa del Badulaque.
Visiones en la Marina Alta
Benissa (Alicante)
En Benissa descubrimos la fructífera relación entre senderismo costero y gastronomía, mar y estilo arquitectónico en una docena de calles a prueba de siglos: una invitación constante a deambular. Portalones tallados en piedra tosca, escudos heráldicos, las arcadas de la Sala del Consell. La neogótica catedral de La Marina guarda una Virgen atribuida a Juan de Juanes. El arte también se disfruta en el claustro y junto al retablo renacentista del convento franciscano. Los amigos de los gastrobares estarán felices en el Pa Liquid, al que muchos enoturistas enlazan con la visita gratuita al Celler Joan de la Casa (www.joandelacasa.com), imprescindible en un municipio de la Marina Alta generosa en viñedos.
Las calas benisseras se enlazan por un sendero ecológico de cuatro kilómetros. Podremos cubrir en 40 minutos el tramo que enlaza Les Basetes y la cala Pinets. Qué bien, solo falta una semana para que abra el chiringuito Baladrar (baladrarbeachbar.com), con sus gin-tonic y mojitos de naranja a gogó.
Secreto de Tramontana
Banyalbufar (Mallorca)
Banyalbufar esconde una sorpresa que no es la torre de defensa del siglo XVI —Sa Baronia— ni su invierno primaveral; ni siquiera las tres bodegas que han recuperado la uva malvasía (www.sonvives.com, por ejemplo) o el pa am boli (sustancioso emparedado payés) del bar Cas Batle Negre. La sorpresa es poder disfrutar de su ubicación en la sierra de Tramontana, su lento callejeo viendo terrazas abancaladas y muros de piedra seca. ¡Y a un latido de distancia de Valldemossa!, donde Chopin vivió una estancia llena de tribulaciones si nos atenemos a Un invierno en Mallorca, cuaderno de viaje de su compañera George Sand.
Banyalbufar ofrece una variada oferta hostelera; buenas opciones son Mar i Vent (www.hotelmarivent.com) y Sa Coma (www.hotelsacoma.com), que abre el 18 de marzo. Y para presenciar uno de los crepúsculos de oro en las Baleares hay que acercarse a la terraza de la torre del Verger. Lo escarpado de esta fachada litoral hace que descender a la cala-refugio del Port des Canonge exija un buen número de giros, pero compensa contemplar estos varaderos, su tela de araña de escalas de madera de pino y llaüts (barcas típicas).
Con naturalidad Calabardina
(Águilas, Murcia)
Esta pedanía aguileña, por una especie de milagro menor, conserva el contacto cercano con la naturaleza, una ausencia de masificaciones junto al cabo Cope, que de camino por la cala del Arroz tiene la majestuosidad de un dragón acostado. Por este paseo de palmeras protegido del Levante se llegan a escuchar en estas fechas los pájaros del monte, los mismos que escuchaba el actor Paco Rabal desde su casa (cambió de propietario, si bien sigue llamándose Milana Bonita). El actor también solía dejarse caer por el Bar de Miguel —cuyo fuerte es el pulpo—. Luego podemos optar por los arroces del restaurante Miramar (968 41 94 00), recomendable también por sus helados artesanos. Para el disfrute de amaneceres y atardeces bajo el limpio cielo del Sur hay a mano un hotelito, el Mayarì (www.hotel-mayari.com), volcado en las exposiciones de arte. Interesa ver la torre almenara y tomar el sendero que desde los restos de la ermita recorre el cabo. Y una última pista: Diego Martínez, simpático dueño de Buceo La Almadraba (www.buceoalmadraba.com), es toda una institución en Murcia.
Ibicenco 100%
San Carlos (Santa Eulària des Riu, Ibiza)
Ibiza muestra en invierno su verdadera esencia pitiusa. Lo hace a través de una caligrafía de minúsculos pueblos con nombre de santoral algo alejados de la costa y por donde pululan payeses y extranjeros estables. Echarse al coleto un licor de hierbas en Casa Anita (recolectan y embotellan los propietarios) es más que un acto social: es la expresión concreta de un carácter, de una forma de vida. Este bar-estanco tradicional, que guarda los buzones originales, sufre un constante trajín como centro social que es. Y es que Sant Carles de Peralta aún simboliza la vida sencilla, el amor, la paz, la creatividad sin límites. Si hay un mercadillo en España que responda al difuso apelativo de hippy, ese es el de Las Dalias (www.lasdalias.es). El aerógrafo sobre arpillera de Antonio Portero, las pulseras personalizadas de Véronique Petit, las joyas del veterano Gianni Rainaldi y 127 puestos más atraen cada sábado a unos 15.000 compradores. Los domingos hay rastrillo en Cala Llenya, por lo que conviene reservar siempre mesa en Pou des Lleó (es.poudeslleo.com), templo del bullit de peix, compuesto de pescado hervido con cuyo caldo se elabora el arroz.
El tiempo detenido
La Isleta del Moro (Níjar, Almería)
En el parque natural del Cabo de Gata no rige el invierno. Eso aseguran quienes invernan en este puertito natural a resguardo del viento, pesquero por vocación. Blanco. Imbuido por un contexto rústico: todos se conocen y se saludan. En la plaza se cuenta el lavadero y la capilla, que fue escuela hasta hace seis décadas. Es habitual el paso de buceadores (www.buceolaisleta.com, por ejemplo) camino de seis puntos de inmersión en la bahía.
Los windsurfistas esperan que sople levante para bajar a la playa del Peñón Blanco. Si sopla poniente, ganan quienes se torran sobre la arena. Tampoco pasa el tiempo por el hostal Isleta del Moro (www.pensionlaisletadelmoro.com), azotado algunos días por el rompiente, como tampoco por el restaurante La Ola (www.restaurantelaola.es), garantía de la frescura en sus cuajaderas de pescado. El mirador se eleva después de pasar por el Barranquillo, repleto de barcas. Desde lo alto se aprecia el aire balleniforme de los hercúleos peñones, uno de ellos sujeto a tierra por una formación tombólica.
Mar en calma
Salobreña (Granada)
Costa Tropical y montes nevados parecen ser elementos turísticos antagónicos; pero bien que maridan en la provincia de Granada. Salobreña presume de contar con ese clima que endulza la vida, que anima a moverse en manga corta a solo 50 minutos en coche de las pistas de esquí (sierranevada.es). Cuando no funcionan los remontes, muchos tienen Salobreña como plan B.
Como una superposición de planos de sabor morisco, las viviendas salobreñeras se derraman al modo de un alud. Quien acude a desayunar a la plaza del Museo atraviesa después el pasadizo que enlaza con el mirador de Enrique Morente; otros se pirran por los churros de la cafetería del mercado municipal. Se agradece el microbús gratuito que cada media hora sube al castillo, con sus imbatibles vistas del Mulhacén y los recién descubiertos baños nazaríes. Tras la cocina mediterránea innovadora del restaurante Aráis (www.facebook.com/restaurante.arais) viene bien pasear el peñón y rodear el castillo por su base hasta dar con la cafetería del hotel Miba (hotelmiba.es), y de esta manera ser testigos de cómo el sol de tarde arranca la quintaesencia alhambreña a la mole defensiva. Pueden bajarse diversas audioguías de www.ayto-salobrena.org.
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