Reuniones junto al mar en el AC Iberia Las Palmas

A veces, la marca Ma­rriott en la fachada de un hotel lleva a engaño. Sucede en Las Palmas de Gran Canaria, cuyo emblemático establecimiento de La Vegueta confunde a quienes esperan gozar de los estándares de calidad acostumbrados en esta enseña norteamericana. Muy lejos de la identidad pretendida, con la fusión AC-Marriott el viejo hotel Iberia acumula urgencias en la remodelación de sus instalaciones y servicios. Nada es lo que debería ser, si auscultamos en las opiniones de sus huéspedes expresadas en las redes digitales.

¿Verdaderamente nada? Convengamos en que el entorno del edificio merecería un decorado menos hostil al peatón que el tono grisáceo de la entrada y la cinta de asfalto que cierra el paso a la playa. El mejor reclamo del hotel sigue siendo su emplazamiento en primera línea de mar. Convengamos también que el interiorismo del vestíbulo central, presidido por una nave de bar y unas mesas alrededor para picotear con desenfado, carece de la luminosidad y el orden minimalista de los hoteles AC, por un lado, y el funcionalismo de los Marriott, por el otro.

A cambio, la limpieza mobiliaria del recorrido facilita el acceso a los pasajeros, los lugares previstos para la acogida son cabalmente integradores y, por si fuera poco, jamás se ven aglomeraciones frente al mostrador de recepción, pese a las 600 camas que se distribuyen en sus 11 plantas. Unos ascensores sigilosos catapultan a los huéspedes hacia sus respectivos dormitorios.

Además, la disposición de los salones permite celebrar un gran número de reuniones y convenciones profesionales, que es lo que da vida al establecimiento. Lástima que esta buena organización congresística no tenga reflejo en el comedor de desayunos, muy desordenado, escaso de servicio y con elaboraciones escasas en el capítulo alimenticio. El gimnasio y la piscina, en el ático, ayudan a diluir el mal trance.

Todo lo contrario se vive en las habitaciones. Nuevas e impolutas. Amplias, al gusto americano. Confortables en todos sus detalles, salvo el incomprensible precio aparte del acceso wifi, que la cadena intenta paliar desde una inscripción previa en el programa de fidelización Marriott Rewards. Los cuartos de baño, también renovados, proyectan desde el aplacado de mármol que los envuelven una sensación de higiene irresistible al algodón.

Apenas 20 euros separan las habitaciones con vistas al mar de aquellas que miran a otros edificios de la ciudad. Es cosa luego de descorrer los visillos y abrirse al azul oceánico de Gran Canaria.

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