Italia a toda prisa
Dos coches, ocho amigos y la carretera entre Bolonia y Sicilia. El arquitecto madrileño Alfonso López recuerda su último viaje como estudiante
Desde hace tres meses, este joven arquitecto madrileño que ha diseñado el espacio de la feria Justmad (la hermana emergente de Arco) junto a Loreto Moreno, trabaja en Foster + Partners, el macrodespacho de Norman Foster. Allí, en la cantina y en los pasillos, no para de descubrir compañeros de oficina que hablan español. Quizá por eso, porque se junta con otros expatriados más veteranos, no está explorando la capital británica tanto como le gustaría. Tiene un gran recuerdo del último viaje que hizo como estudiante, a toda mecha por Italia.
¿Cuántos eran?
Ocho amigos en dos coches. Ese verano había leído En la carretera, de Jack Kerouac, y aquello marcó el viaje. La idea era hacer un road trip en el que el viaje está más en el recorrido que en los lugares que visitas. Fue frenético. Empezamos en Bolonia y al día siguiente ya estábamos en Florencia. De ahí nos bajamos a Nápoles a recoger a un colega que estaba de Erasmus. Entonces recorrimos toda la costa amalfitana en una sola mañana.
Me estoy mareando. ¿Y luego?
Cruzamos el estrecho de Mesina y llegamos a Catania, en Sicilia, a las dos y pico de la madrugada. Como era agosto y ya no quedaban hoteles disponibles, tuvimos que dormir en la playa. Nos pelamos de frío, pero fue fantástico despertar allí.
No me diga que recorrieron toda Sicilia en 24 horas.
Casi. Fuimos a hacer snorkel en un parque natural y al día siguiente dormimos en pleno centro de la isla porque ya no había hoteles con habitaciones libres en la costa.
Corto pero intenso. ¿Ha repetido esa dinámica?
Sí. Un día estaba en Galicia con un amigo y nos pusimos a hablar de las ganas que teníamos de ir a Marruecos. Nos fuimos para allá de la noche a la mañana. La idea era estar siete días y lo acabamos en cinco de tan rápido como íbamos, pero también nos pasaron cosas de las que no se pueden reservar en Booking. Un día estuvimos conduciendo desde Fez hasta el desierto durante casi 12 horas. Al llegar, estalló una tormenta eléctrica y fue espectacular ver todo el desierto iluminado. Lo más gracioso es que justo en ese momento me sonó el móvil y era mi madre.
Ah, no hay sitio en el mundo al que no llegue una madre española.
Exacto.
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