Cabo de Gata, de cala en cala
Una peregrinación costera por playazos rocosos, arenas que inspiraron a Spielberg y zonas en las que bañarse sin ropa
Caminatas de entre veinte minutos y una hora bajo el árido paisaje almeriense es el pequeño peaje que hay que pagar para acceder a muchas de las playas vírgenes del parque natural Cabo de Gata-Níjar. Un breve peregrinaje costero que concede la recompensa de baños en límpidas aguas y evocadores entornos rocosos, que contrastan con el concepto comodón de tumbona estampada en primera línea de playa. Aquí para gozar hay que sufrir (un poco), al menos para llegar a las playas más pequeñas (cala de Enmedio, cala de San Pedro, cala de los Toros...), p</CF>or senderos escarpados y con pobre señalización. El acceso a otras más concurridas, como Las Negras, Rodalquilar o la de los Genoveses, con aparcamientos en la mi</CF>sma arena, es en cambio mucho más sencillo.
Aridez de película
Para quien quiera experimentar aquella idea algo judeocristiana del sacrificio-beneficio, la cala de San Pedro, a la que se accede desde el pueblo de Las Negras, también con playa y uno de los más pintorescos de la zona, es una buena opción. Desde ese mismo enclave parte una ruta por un paisaje ascendente, desértico y desierto que en su aridez de película de spaghetti western ofrece el refresco visual de la promesa del mar, que se acerca conforme transcurre la hora, o legua en términos añejos, que dura el trayecto a pie. Al llegar, pequeñas colonias de campistas y rústicas viviendas construidas en las inmediaciones desafían cualquier normativa urbanística imaginable y dan al entorno un aspecto de película de ciencia-ficción hippy, si es que esto es posible. Como en la mayoría de las playas, sectores nudistas y textiles se mezclan en amable convivencia. Si tras la jornada playera no hay ganas de rehacer la ruta a pie, existe un servicio de zódiacs que, por seis euros el trayecto, navega hasta Las Negras en un hermoso recorrido por la costa.
Acceder a la cala de Enmedio, muy cerca del municipio de Agua Amarga, sí que tiene algo de aventura incierta, pero por la escasa señalización y datos sin contrastar, como las supuestas líneas rojas que indican el camino hacia la codiciada cala. Hay que tener cuidado de no tomar la ruta que bordea el cerro, de 12 kilómetros y cuatro horas y media (la ida) de duración, y ascender con una leve inclinación hacia la izquierda, dejando atrás el poste vagamente informativo. Una vez alcanzada la cala de Enmedio por esta pendiente, se puede llegar a la cala del Plomo, a otros veinte minutos a pie.
Pero no todo en Cabo de Gata son recónditas calas de difícil acceso. Está la tríada de Genoveses, Mónsul y de la Media Luna, con las calas del Barronal entre ellas, muy cerca de San José, a las que se llega en coche por pista de tierra. Y las playas, poco recomendables, de poblaciones como la citada de San José, hasta arriba de familias que despliegan sus inefables mesas-chiringuito, o la de Agua Amarga, cuyo nombre quizá provenga de lo agreste de su orilla, plagada de rocas, en curioso contraste con la suavidad de las calas vírgenes de la zona.
Guía
Información
» Parque natural del Cabo de Gata-Níjar (www.juntadeandalucia.es/medioambiente).
» Oficina de turismo de San José (950 38 02 99; www.cabodegata-nijar.com).
» Centro Las Amoladeras (689 16 78 16). Carretera AL-3115, tramo Retamar-Pujaire, kilómetro 7. Exposición dedicada a los asentamientos humanos neolíticos de la zona.
» Turismo de Andalucía (www.andalucia.org).
Como su propio nombre indica, el playazo de Rodalquilar ofrece grandes extensiones de arena fina y su buena lengua de mar. El pueblo que le da nombre bien merece una visita, con esas inquietantes ruinas de las casas de mineros, construidas durante la fiebre del oro de finales del XIX. En sus inmediaciones se rodaron películas como Indiana Jones y la última cruzada, y cuenta con una serie de locales algo hipsters ideales para el ocio de después de la playa.
En el área de Los Escullos, con su peculiar e icónica duna fósil a la que los geólogos definen como oolítica, encontramos otras zonas de baño interesantes. Y ya desde Carboneras podemos desplazarnos hasta la playa de los Muertos, una de las más impresionantes de la zona y quizá de España. O a la del Algarrobico, que hoy acoge el esqueleto del polémico y enorme hotel abandonado, pero que en 1962 fue el escenario del rodaje de Lawrence de Arabia, película en la que Peter O’Toole llegaba, tras un penoso y épico periplo, a la playa de Aqaba. Desaparecieron los más de 300 edificios de cartón piedra, pero quizá algo de ese espíritu de odisea haya quedado en el aire en este insólito parque natural.
» Eduardo Laporte es autor de Luz de noviembre, por la tarde (Editorial Demipage).
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