‘Omatsuris’ y ‘hanabis’ contra el calor
Festivales tradicionales y espectáculos típicos de fuegos artificiales para la sofocantes noches del verano en Tokio
Los veranos en Japón son extremadamente calurosos. Altas temperaturas y niveles de humedad elevadísimos, típicos de un clima insular que ni siquiera da tregua por las noches. El calor es tal que no se contempla un hogar o establecimiento sin aire acondicionado e incluso el gobierno nipón implantó en 2005 el denominado Cool Biz, medida que libera a empleados de llevar la corbata y la chaqueta del traje durante los meses más calurosos; el objetivo es ahorrar energía -reduciendo la intensidad del aire acondicionado- y crear un ambiente de trabajo más confortable.
Pero para refrescar y combatir el calor también se celebran, desde finales de mayo hasta principios de septiembre, una gran cantidad de fiestas, festivales y eventos locales por todo el país; hablamos de los omatsuri, festivales tradicionales, y los hanabi, espectáculos de fuegos artificiales.
Los omatsuri, que no son exclusivos del verano -como demuestra el famoso festival de la nieve de Hokkaido-, tienen su origen en los festivales religiosos chinos, pero en Japón evolucionaron, adaptándose a las costumbres locales de cada ciudad o barrio. De hecho, aunque casi todos tienen connotaciones sintoístas, religión dedicada a los espíritus de la naturaleza, la temática es muy variada en función de cada región del país. Los devotos realizan una procesión soportando en sus hombros una carroza de pequeñas dimensiones llamada omikoshi que, a grito de “Wasshoi, wasshoi” (antigua expresión japonesa que hace alusión a la unión de fuerzas en armonía), servirán como ofrenda en el templo donde se celebra el omatsuri.
Sin embargo, lejos de su significado religioso, la gran mayoría de los asistentes ven en estos festivales una oportunidad para reunirse, revivir sus tradiciones y disfrutar de los infinitos puestos de comida y bebida que se montan en la calle. Tokio se lleva la palma. La capital se inunda de omatsuris durante el verano, muchos de los cuales son famosos en todo Japón, como el Sanja Matsuri, que reúne cada año a un millón y medio de visitantes. Para quienes no sean muy dados al barrullo, muchos barrios tokiotas celebran festivales más locales donde el aforo es más reducido y familiar.
Pirotecnia nocturna
Una celebración íntimamente relacionada con los omatsuri son los hanabi, los tradicionales fuegos artificiales japoneses que en la antigüedad protegían a las ciudades de espíritus malignos. Se celebran los fines de semana de julio y agosto coincidiendo con la puesta de sol y provocan una verdadera fascinación entre los japoneses, locos por el colorido, el petardeo y las figuras que los cohetes dibujan en el aire.
Una de las peculiaridades de los hanabi (así como de los omatsuri) es el colorido. Y no sólo por la variedad pirotécnica utilizada, sino porque la mayor parte de los asistentes lo hacen enfundados en su vestimenta tradicional: ellas en yukata y ellos en jinbei, versiones informales y veraniegas del tradicional kimono japonés.
Puesto que se trata de una de las experiencias con mayor arraigo del país nipón, suele generar grandes aglomeraciones y resulta complicado hacerse un hueco para ver los fuegos entre la multitud. Incluso el despliegue policial para cortar calles y garantizar la seguridad del espacio comienza horas antes de los fuegos. Algunos de los hanabi más famosos son los del barrio tradicional de Asakusa, a orillas del río tokiota de Sumidacerca, junto a la gigantesca y futurista Tokyo Sky Tree (la torre de comunicaciones más alta del mundo); o los fuegos artificiales de la bahía de Tokio, que tienen lugar a principios de agosto, muy cerca de la isla de Odaiba. Son también muy populares los fuegos artificiales del puerto de Yokohama, o los de la playa de la turística ciudad de Kamakura, ambas opciones muy cercanas a la capital japonesa (40 minutos en tren).
Es importante llegar con tiempo y antelación, no solo para hacerse con un buen sitio, sino para poder disfrutar del ambiente previo de los fuegos. Como en cualquier evento callejero japonés, la oferta gastronómica es amplísima: hay que pasear entre las yatai (casetas de comida) y degustar un buen yakisoba (fideos fritos con una salsa parecida a la salsa barbacoa), o unas takoyaki (bolas de harina fritas con pulpo) acompañadas de una refrescarse cerveza o un kakigori (granizados).
Después, el cielo parece cobrar vida y color durante casi dos horas, interrumpidas ocasionalmente para anunciar el nombre de los patrocinadores (empresas y particulares) que han contribuido económicamente para que el evento pueda realizarse.
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