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Finos y manzanillas con duende

En rama, recién sacada de la bota, con un leve filtrado, sin clarificar y sin decolorados. Ocho propuestas para paladares exigentes

Carlos Delgado

Allí donde se encuentra un grupo de andaluces surge el cante, las palmas, el baile y la bebida. Un ecosistema favorable al consumo de fino o manzanilla. Es hora de acercarse con sosiego, el respeto debido, la devoción merecida y el entusiasmo que exige una bebida con tanto duende. Y degustar su embrujo en estado puro, en rama, recién sacada de la bota, con un leve filtrado, sin clarificar y sin los funestos decolorados con carbono que aclaran finos y manzanillas hasta asemejarlos al agua. Se pensaba que así, paliducha, era menos potente y de resaca más tolerable. Felizmente, la moda va perdiendo fuerza a favor del color primigenio y genuino: amarillo ambarino claro. Contribuye a este respeto por el vino originario la aparición de finos y manzanillas en rama. El primero en poner tal maravilla en el mercado fue Antonio Barbadillo. Luego vinieron los demás, hasta generalizarse una oferta apta para paladares exigentes. Sin olvidar los finos cordobeses de Montilla-Moriles, con su ligero dulzor, y la amabilidad de la uva Pedro Ximénez.

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Sobre la firma

Carlos Delgado
Periodista, escritor, y crítico enogastronómico. Premio Nacional de Gastronomía 2002. Es crítico enológico de EL PAÍS desde finales de los ochenta. En 1989 participó en la fundación de Slow Food, donde ha sido vicepresidente internacional y presidente nacional. Es autor de libros como 'El Libro del Vino' y 'El Libro de los Aguardientes y Licores'.

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