10 guiris muy chulapos
Extranjeros que viven en Madrid eligen sus lugares favoritos de la ciudad. Del restaurante Los Chuchis de Lavapiés al edificio Torres Blancas, una guía elaborada con ojos curiosos
Llegaron por amor o por trabajo y se quedaron a vivir en la ciudad. El color del cielo, sus bares y su cultura fueron razones suficientes para no volver a casa. Hoy el hogar de estos diez extranjeros está en Madrid.
“Sobre todo, siempre hay sol”
MARRE MOEREL
¿Qué hace una holandesa creando y vendiendo cerámica de autor en Madrid? Pues eso, crear y fundir vanguardia y arte desde la capital. En su estudio-tienda a espaldas de la Gran Vía (915 23 90 59; calle de la Luna, 19, bajo), Marre Moerel (Breda, Holanda, 1966), con su pelo blanco y su acento marcado, lanza a ferias internacionales de diseño sus creaciones níveas y surrealistas que se rifan en todas las sesiones de fotos de las revistas de decoración. A caballo entre la escultura y la cerámica, dice saber que nunca volverá a su país, “me di cuenta cuando vi cuántos buenos amigos tengo aquí”. Asegura que ve la ciudad “mejorando poco a poco todos los días, ahora hay un buen nivel internacional que convive con lo tradicional”. Para comer no se mueve mucho del barrio, Home Burger (911 15 12 79, calle de Silva, 25) y Lamucca (915 21 00 00, plaza de Carlos Cambronero, 4). Y si tuviera que convencer a un holandés para vivir en la ciudad, le diría: “Es una ciudad muy diversa culturalmente, con museos estupendos y comida fantástica, la vida social es inmejorable y, sobre todo, siempre hay sol”.
Pastel de chocolate y coco de las Antípodas
LIAM ALDOUS
“Muchos australianos suelen decir que solo quieren ir de turismo a Barcelona, y yo les digo que la diferencia es que ‘Barcelona es como Sidney o Los Ángeles, y Madrid es como Melbourne o Nueva York’, y que ellos saquen sus propias conclusiones”. Así vende la capital Liam Aldous (Adelaida, Australia, 1983), el corresponsal de Monocle (la revista global de tendencias creada por Tyler Brûlé) y un adicto a quemar suela de zapato por las calles del barrio de Malasaña. Con un par de años establecido en Madrid, realiza un trabajo silencioso en la ciudad, pero con gran influencia mediática. Afirma que “una ciudad no se define por sus monumentos, sino por su gente”. “Y yo no conozco muchas grandes ciudades donde la gente sea tan amable”, añade, “aquí te reciben con los brazos abiertos y saben cómo vivir”. Pasa horas en El Circo de las Tapas (686 04 47 46, Corredera Baja de San Pablo, 21) y en Federal Café (915 32 84 24, plaza de las Comendadoras, 9), este último, un nuevo espacio regentado también por australianos, donde nos recomienda probar los lamingtons, famoso pastel de chocolate y coco típico del otro lado del mundo, “aquí me siento como en casa”, asegura. Quiso vivir en la ciudad al conocer la noche madrileña, “en Madrid la fiesta está vista como algo sano, no como un tabú”, y desmonta de un plumazo uno de los mitos de la capital: su cielo: “Siendo australiano estoy acostumbrado a un cielo mucho más azul todavía”.
El cielo que inspiró a Tiépolo
TERESA SAPEY
“Soy una creadora creativa, a veces arquitecta, a veces artista, y otras soy actriz”, dice Teresa Sapey (Turín, Italia, 1966), una de las diseñadoras de interiores más afamadas de España, pues lleva desde 1989 viviendo en Madrid y de aquí se siente. “Estoy en mi ciudad, ¿adónde me quieres enviar?, aquí me quedo”, dice cuando le preguntamos si algún día volverá a tierras italianas. Ha diseñado alguna de las tiendas más cosmopolitas de la ciudad, Delitto e Castigo (915 77 77 29; Claudio Coello, 26) o Isolée (902 87 61 36; Claudio Coello, 55), y vivido en casi todos los barrios del centro de Madrid, “son como pueblos dentro de la ciudad, cada uno con sus características, pero todos divertidos y diferentes”, dice. Sapey, un torbellino de positividad, también siente nostalgia de su país, y para curarla se va al Instituto Italiano de Cultura de Madrid (915 47 52 05; Mayor, 86), “es un edificio y un lugar emblemáticos en la ciudad, con un activo programa cultural; si un madrileño no lo conoce, se está perdiendo algo muy grande”. Para comer no sale del Mercado de San Miguel (www.mercadodesanmiguel.es; 915 42 49 36; plaza de San Miguel, s/n), “me encanta, lo recomendaría una y otra vez”. Para hablar bien de la capital echa mano de un pintor clásico del barroco italiano, Giambattista Tiépolo, “él inmortalizó el cielo de Madrid poco antes de fallecer aquí, él representó como pocos su cielo, o mejor dicho, sus cielos”.
La Casa de Campo en bici
TAPIO ROSENIUS
“¿Sabes que la carne de reno también puede vencer a un buen jamón de jabugo?”, dice Tapio Rosenius (Oulu, Finlandia, 1975) cuando se pone a comparar la comida española con la de su país. Este diseñador, director de Lighting Design Collective, el estudio que ha realizado alguna de las instalaciones lumínicas más importantes de Madrid, desde el Museo del Prado a La Casa Encendida, lleva viviendo en la ciudad desde 2009. Cuando tiene morriña de Finlandia se pasea por Rascafría (“es el lugar más parecido a mi ciudad”, dice), y para saciar el apetito se pasa por Casa Lucas (Cava Baja, 30, 913 65 08 04) o Atelier Belge (Martín de los Heros, 36, 915 59 75 03), “para hacer algo más romántico y descansar de la cocina española”. Tiene en la Casa de Campo su rincón favorito, “con o sin bicicleta”, y en CaixaForum su lugar predilecto en cuanto a arquitectura y arte. Sintió que tenía que vivir aquí después de que naciera su hijo en Londres, donde residía antes con su esposa madrileña. “Creo que es una de las mejores ciudades de Europa para vivir, por el arte popular, el mundillo del diseño madrileño, particularmente en arte digital; aunque el sector debería crecer orgánicamente y contar con más apoyo”. A él no le va nada mal en la capital: “Abrí mi estudio aquí, y Madrid me ha ofrecido una buena base para desarrollar mi trabajo, hemos crecido hasta tener oficinas en Londres y Helsinki, y proyectos en todo el mundo”. Aun sí, no cesa en su empeño de conseguir que haya mejor servicio de autobuses hasta Pozuelo.
Cocina de mercado en El Pepinillo de Barquillo
ERIC YERNO
Con laca, pelos de colores, tachuelas y rebeldía recibió Madrid a Eric Yerno (París, 1965). “Era el final de la movida madrileña, y había una energía y un frenesí muy atractivos para un chico de 23 años; todo parecía posible”, cuenta nostálgico sobre aquel 1988 en que aterrizó en Barajas. Desde entonces no se ha movido de aquí, y ha creado una de las agencias de comunicación de moda más nombradas en la ciudad, Réplica. El Pepinillo de Barquillo (Barquillo, 42, 913 10 25 46), un bistró-taberna con cocina de mercado, es su restaurante favorito; El Rastro, su zona de compras predilecta, y la Gran Vía su rincón, “me fascina desde siempre este delirio arquitectónico, mi agencia está en el corazón de esta calle”. Y con pasión habla de esta ciudad, “aquí hay alegría y dulzura de vivir, a pesar de la crisis; el otro día un taxista me dijo: ‘En Madrid se vive mejor con la crisis que en muchos otros países sin crisis”. Y puede que sea cierto, quizá por el cielo, “despejado absolutamente”, o por la luz, “excepcional”, apunta Yerno. Y más allá de las conversaciones con taxistas, le convence Madrid por las vistas que tiene cada día desde su casa, “tengo la suerte de ver El Retiro cada día desde mi ventana”, dice. Un privilegiado que considera que, “pese a las maravillas artísticas que hay en la ciudad, la política cultural del Ayuntamiento deja mucho que desear”.
Una ciudad para caminar
AMYJO DOHERTY
“Hace ocho años, cuando llegué a Madrid, no podía comprar ni un sándwich para llevar, ahora ya hay bastantes tiendas de comida para llevar”, dice AmyJo Doherty (Aldershot, Inglaterra, 1978). “Malasaña se parece cada vez más a Londres, aunque está perdiendo su charm, las panaderías y las carnicerías de barrio ya casi no existen”. Esta cantante británica, que también cierra las cuentas del mes como profesora del British Council, acaba de sacar su primer disco, Shake it!, y es conocida en el mundo musical no solo por su divertidas y rockeras letras, sino también por ser la hermana de Pete Doherty, ex de Kate Moss y líder de la banda Babyshambles. Desde 2006 ha vivido en diferentes barrios, de Tribunal a Carabanchel, pero siempre enamorada de una ciudad “por la que se puede caminar por todos los barrios, los edificios son muy bonitos y casi nunca llueve, ¡y me encantan los menús del día de muchos restaurantes!”. Tiene sus rincones en la ciudad, desde la librería Arranca Thelma (913 66 37 96, Morería, 2), a la zona de El Rastro, donde vive, o El Templo de Susu (915 23 31 22, Espíritu Santo, 1), tienda de ropa de segunda mano. “Las calles de Madrid siempre me han servido para encontrar muebles, ropa…, era una cosa que me sorprendía mucho de la ciudad cuando llegué, que la gente tiraba cosas a la calle, ahora no tanto”, cuenta. En el tiempo que Doherty lleva aquí, ha exprimido la ciudad al máximo, desde las salas de conciertos —“Madrid era una ciudad de 24 horas, ahora a veces parece un desierto por la noche”—, a uno de sus bares-restaurantes favoritos, El Museo del Jamón (915 41 20 23; Gran Vía, 72), al que incluso le ha dedicado una canción de amor en la que su estribillo reza: “¡Ahí te ponen caña con tapón, y a veces con lacón!”.
Alonso Martínez tiene acento francés
JEAN-BAPTISTE LAURON
El amor es lo que impulsó a quedarse en Madrid. Después fue el trabajo, la gente, “el carácter español”, afirma Jean-Baptiste Lauron (Périgueux, Francia, 1981), director de moda de la revista femenina InStyle. Llegó en 2003 desde Francia, país que ve reflejado en el barrio de Alonso Martínez “por la invasión de locales, tiendas y bares afrancesados”. Aquí vivió, aunque también ha pasado por La Latina, Tirso de Molina, Huertas y ahora Lavapiés. Sus recomendaciones gastronómicas: La Vinoteca de Moratín (Moratín, 36, 911 27 60 85), La Parra (Montesquinza, 34, 913 19 54 98) y el restaurante italiano Come Prima (Echegaray, 27, 914 20 30 42). Aunque de Madrid lo que más le sigue encandilando es “esa facilidad que tiene la gente de conocer, aceptar, integrar y adoptar gente que viene de fuera”. Un tópico que se repite, como la luz que desprende la capital. Vislumbra algunas diferencias esenciales con París, por ejemplo en temas culturales: “Aquí no se siente la cultura como algo tan prioritario como en París, pero eso no significa que no haya una actividad cultural interesante; eso sí, le falta un apoyo notable a este sector por parte de las instituciones públicas”.
Experimentos a la madrileña
BEN BUSCHE
No elige mal su rincón favorito de Madrid: la piscina en la azotea de las Torres Blancas (Corazón de María, 2). Lógico que un arquitecto como él idolatre el trabajo de otro como Francisco Javier Sáenz de Oiza y su emblemático edificio, una torre que representa como ninguna el Madrid de los años sesenta. Ben Busche (Múnich, Alemania, 1968) es, desde su estudio Brut Deluxe, autor de algunos de los proyectos de iluminación más bonitos de la Navidad en las calles de Madrid, y también de los elegantes quioscos de mercadillo de acero corten en forma de casita que suelen aparecer también por Navidad. “Con 18 años vine de vacaciones a España y, sin saber aún qué carrera hacer, decidí que iba a estudiar un año en Madrid”, dice, y aquí lleva desde 1998, sin intención de irse y con proyectos en Alemania y España. Como alemán, es habitual del restaurante Fass (915 63 74 47; Rodríguez Marín, 84) y sus fiestas de la cerveza, aunque apuesta también por un nuevo casticismo a la hora de las compras cotidianas, “el asiático de mi calle”, cuenta. “Muchas ciudades se definen por su carácter arquitectónico, paisajístico; Madrid no tanto, es una ciudad que se define por el carácter de la gente, por su vida”, dice. A él no lo mueven del centro por el momento. “Madrid es una ciudad en la que la gente está dispuesta a experimentar y arriesgar, y eso me gusta”.
“Agradable, marchosa y segura”
AUDREY MARSAL
“¡Cuántas veces me he perdido el concierto de un artista en Madrid porque no sabía que venía! En París se hace mucha promoción de los eventos culturales, esto apenas ocurre en Madrid; la ciudad tiene muchos alicientes, pero no están bien puestos en valor”. Empieza fuerte la entrevista Audrey Marsal (París, 1978), relaciones públicas de Christian Dior que aterrizó en 2004 en la ciudad y desde entonces no se ha movido. El amor le impulsó a quedarse y cuando siente nostalgia de su París se pasea por el barrio de Salamanca, “me recuerda al Distrito XVI de mi ciudad”, cuenta. El cielo de la capital francesa no lo añora para nada: “Viniendo de París todos los cielos me parecen más azules, el de Madrid tiene unos atardeceres increíbles”. Es habitual de tiendas de decoración como Non Vacui (Mira el Río Alta, 8, 910 81 28 14) de muebles vintage, o del espacio que abrió recientemente el decorador Guillermo García-Hoz en el número 43 de la calle de Pelayo. Pero incluso lo bueno llega a saturar. Por ello Audrey Marsal afirma que la ciudad “es agradable, marchosa y segura”, pero cree que “uno se tiene que escapar de vez en cuando para poder apreciarla realmente”.
“Venga, ¿nos tomamos la última?”
ANNE-FRANÇOISE RASKIN
“Detrás de cada camarero borde o gruñón hay simpatía y humor”, dice Anne-Françoise Raskin (Bruselas, Bélgica, 1986), comisaria de Sound-In, la sección de música experimental y arte sonoro de la feria de arte Estampa de Madrid. Ella llegó en 2008 a la ciudad y se ha instalado en la vida cultural madrileña con aplomo, también como directora de proyectos de la plataforma Arte y Desarrollo y como editora de Continta me Tienes. “Vine por un intercambio de estudios de seis meses y llevo aquí seis años”, comenta mientras explica que de su barrio, Lavapiés, no la mueve nadie. “Es donde encuentro más semejanzas con Bruselas”, afirma, “en ambos lugares conviven con naturalidad culturas diferentes y se hablan varios idiomas”. Quizá por eso no deja de recomendar la nueva sensación gastronómica del barrio, Los Chuchis (911 27 66 06; calle del Amparo, 82), el restaurante regentado por unos británicos que ha convencido a todos con su cocina inglesa en forma de tapas. “Me encanta de aquí el ajo-camemberg al horno”, cuenta entusiasmada Anne-Françoise Raskin. Sobre la vida cultural en Madrid se muestra algo optimista, “frente a la falta de recursos, existen instituciones e iniciativas que favorecen el tejido cultural, generando espacios para colectivizar y compartir conocimientos y creación; y son estos espacios los que me animan a seguir trabajando en España”. Si tuviera que convencer a un belga de que visitase Madrid, utilizaría argumentos sencillos: “Bastaría con decirle, ‘venga, ¿nos tomamos la última?”. A Anne-Françoise ya se lo dijo algún madrileño hace seis años.
Pincha aquí para ver la fotogalería "I love el Museo del Jamón", por Alfredo Arias
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