'Tours' bajo el suelo de Berlín
Una asociación de historiadores ofrece recorridos en español por la ciudad subterránea
“Si alguna de las personas que están aquí se siente agobiado que nos lo diga, por favor”. Tras escuchar al guía de Berliner Unterwelten, Ines Muller (Alsacia, 24 años), mira a su alrededor y susurra a su compañera de tour al oído: “Ahora que lo dicen, empiezo a agobiarme”. Hace frío, la construcción es de hormigón y hay un fuerte olor a humedad. El tour 1, bajo la estación de Gesundbrunnen, va a transcurrir en el subsuelo; por un laberinto de pasadizos y estancias sin ventanas. Las paredes y el suelo están llenos de indicaciones: “Cuidado”, “Salida por aquí”, “Peligro”. Los 15 turistas que hoy visitan la instalación, y entre los que se encuentra Inés, han sido advertidos de que, haga la temperatura que haga en el exterior, han de venir abrigados. Y ahora también saben que, bajo tierra, pueden experimentar cierta sensación de claustrofobia; cada tres minutos pasa un tren sobre sus cabezas, y la estancia vibra.
Este circuito, ‘Mundos en tinieblas’, es una de las muchas propuestas que organiza la asociación en el subsuelo berlinés. En cada estancia se va a explicar su uso durante la II Guerra Mundial y la posguerra; en algunas salas hay vitrinas donde se exponen máscaras de gas, artilugios de la guerra, libros, sellos y cartas. La instalación de Gesundbrunnen fue la primera en la que Berliner Unterwelten -con 450 miembros y casi 90 guías- empezó a enseñar. Fue en 1999; desde entonces buscan encontrar y usar como museo nuevos lugares secretos bajo el suelo de Berlín. Refugios, búnkeres, torres de defensa antiaérea... Transcurrido 13 años, en 2012 acompañaron por las entrañas de la ciudad a 280.000 visitantes. “Berlín tiene un grandísimo mundo subterráneo”, cuenta Silvia Brito Morales, historiadora y encargada de la parte didáctica. “Hay muchísimo patrimonio de la II Guerra Mundial por explorar, y está bajo tierra”. Esta fue la reflexión que dio origen al trabajo de Berliner Unterwelten. Uno de los fundadores estaba fascinado por las catacumbas de París. “Estaba seguro de que bajo Berlín había refugios, búnkeres... Un patrimonio desconocido”, cuenta Silvia. Y no se equivocaba.
Arrancar fue complicado. A la “mala reputación” de cualquier trabajo relacionado con la Guerra Mundial se le unía la dificultad de obtener permisos para explotar estas instalaciones. “Nos recibieron con escepticismo”, explica, “siempre insistimos en que nuestro trabajo es imparcial, que somos investigadores”. “La historia no da dinero”, se queja, “a punto estuvo de tener otro uso diferente. Aquí se plantaban champiñones; al parecer se dan las condiciones idóneas para hacerlo. Pero eso no es lo peor... Antes de concedernos los permisos, la BVG [el consorcio de transportes, propietario de la instalación] tenía sobre la mesa dos proyectos más: ¡una discoteca tecno o un café underground! Eso es lo que podría ser hoy esto”.
Fueron la pequeña y la gran pantalla las que cambiaron todo. “La BBC hizo un especial sobre ciudades subterráneas”, cuenta Silvia, “y a las tres semanas 800 personas querían ver el búnker de Hitler”. La película El Hundimiento (2004) fue el segundo gran impulso para la asociación. “¿Recuerdas la maqueta de Berlín de siete metros que aparece en la película?”, apunta, “nos pidieron que les ayudáramos a reconstruirla. Lo hicimos”. Gracias a aquello muchas de las puertas que habían estado cerradas se abrieron.
El grupo recorre las estancias bien iluminadas y visita varias salas llenas de literas y llenas de bancos. Hacia el final de recorrido viene la parte museística, donde se descubre el sistema de correo de la época: el envío de telegramas por medio de unos tubos bajo la ciudad. “Esto era el antiguo whatsapp”, bromea el guía, “pero eso sí, no podrías esperar que la respuesta llegara en minutos, tardaba horas, pero era muy efectivo”. El guía alterna la anécdota curiosa con los detalles más duros de la guerra. Funciona y hace falta; el grupo, formado por turistas polacos, franceses, españoles, italianos, británicos y alemanes, ríe. Hasta hace un rato, se palpaba tensión e incomodidad de algunos visitantes.
Los guías de estas visitas (en ocho idiomas) tienen una formación especial para abordar este tipo de situaciones. “Porque en una visita puedes encontrar cualquier cosa”. Visitantes de los países del Este, alemanes ancianos que aún recuerdan la guerra, e incluso neonazis. “Hubo una ocasión en que un compañero se encontró con un grupo de turistas que al llegar a cierta parte del recorrido se pararon en seco y levantaron el brazo”, cuenta Silvia. Berliner Unterwelten repite constantemente que su tarea es divulgar desde la objetividad. Más de medio siglo después, algunas heridas de la guerra mundial siguen abiertas; “seis millones de polacos murieron como consecuencia del conflicto”, recuerda Brito Morales.
Ocho de los diez circuitos se dan en español. Además, la asociación imparte cursos y seminarios. Este año la temática es La diversidad destrozada. En torno a esta premisa se preparan recorridos especiales, cada miércoles hay uno diferente. Los recorridos fijos, que salen de distintas partes de la ciudad de Berlín, suelen durar unos 90 minutos. Las visitas guiadas se hacen durante todo el año, con distintos pases según el día durante las mañanas y hasta mediodía. También se pueden contratar visitas para grupos por las tardes. El precio de la entrada es de 10 euros. Hay descuentos para niños, pero la asociación no recomienda el acceso a los más pequeños. “Son temas muy sensibles que un niño no tiene por qué vivir todavía”, termina diciendo Brito Morales.
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