Vino de dos mujeres

Resulta cada vez más frecuente encontrar detrás de un gran vino a una gran mujer. En este caso, dos: madre e hija. Se trata de Victoria Pariente, bodeguera rigurosa, y de Martina, su mano derecha, abanderadas ambas de una renovación profesional que aporta al arte de hacer vino rigor y sensibilidad. Sin el lastre del superego, tan habitual en los enólogos varones.

Ejemplo de buen hacer es la sabia utilización de depósitos ovoides de cemento de arcilla, donde crían (durante ocho meses sobre sus lías) su mejor verdejo. Una cuvée verdaderamente especial que preserva y realza las virtudes varietales de nuestra uva blanca castellana por excelencia.

Aquí no hay asomo de los habituales perfumes empalagosos y simplones a frutas exóticas, que tanto distorsionan la identidad del verdejo. Al contrario, la gama de sensaciones originales de la uva, con su paisaje vegetal y floral sobre un reverberante horizonte de cascajo y floraciones calizas, se manifiesta con deslumbrante claridad.

Así, el vino emociona desde las primeras impresiones olfativas: nariz profunda y refinada, con aromas a fruta madura matizada por notas de levadura y el fresco toque balsámico, enriquecida por las sutiles notas florales y el sobrio fondo terroso. La profundidad sápida de su armonioso cuerpo y su suntuosa suavidad completan el goce de beberlo.

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