Exquisitez en Palma
CAN CERA, un palacete del siglo XVII abierto como hotel en el barrio gótico
A la ciudad de Palma hay que dirigirse con respeto, a sabiendas de que siempre encabeza las listas de las mejores urbes para vivir o donde el bienestar social encuentra argumentos sólidos. Su mediano tamaño, su equipamiento público, su historia y monumentos, la fachada marítima y un turismo de elevado poder adquisitivo avalan esta percepción de ciudad ideal. Por lo que no hay temporada que no celebre la apertura de un nuevo hotel con encanto bien sobrado de lujos, como el reciente Can Cera, de la familia Aguiló Lluna, situado entre las plazas de Santa Eulàlia y San Francisco, en pleno centro histórico. Tocado por la varita gótica de los arquitectos italianos del Renacimiento, como otros muchos edificios palmesanos construidos por la nobleza apegada al rey, este se abre (o se cierra) al exterior mediante un delicioso patio con escaleras originales del siglo XVII. Es probable que el inmueble existiera incluso antes de la conquista de Mallorca por Jaime I, en 1232.
CAN CERA
PUNTUACIÓN: 8,5
Categoría: cinco estrellas. Dirección: San Francisco, 8. Palma de Mallorca. Teléfono: 971 71 50 12. Fax: 971 71 07 29. Internet: www.cancerahotel.com. Instalaciones: patio, sauna y gimnasio, salones de estar, terraza, gastrobar, comedor. Habitaciones: 5 dobles, 7 suites. Servicios: no hay habitaciones adaptadas para discapacitados, animales domésticos prohibidos, aparcamiento privado a 100 metros del hotel. Precios: desde 165 euros + 8% IVA; desayuno, 16 euros + 8% IVA.
Preside su entrada una soberbia escalinata con balaustres de forja y, como contraste, una espigada kentia que le otorga altura y rigor aristocrático. La antigua estructura del palacete se conserva tal cual, y la decoradora Cecilia Conde no ha dudado en respetarla. Mínimos retoques en el espacio de recepción-vestíbulo y, enfrente, el bar de tapas, con un ambiente y unas elaboraciones más que notables. Se suceden los salones y descansillos que, a falta de los habituales corredores, distribuyen sus 12 habitaciones a través de cuatro pisos. Todos diferentes, todos personales. Algunos exhiben unos artesonados pintados a mano, otros se proyectan al exterior en balcones elegantes y luminosos. Si el Salón Dorado aparece flanqueado por dos estanterías de libros mallorquines, el Salón Rojo impone su rango con una delicada araña, algunos muebles de época y pinturas contemporáneas instaladas por la decoradora con veterano criterio.
Tanto de día como de noche, la estancia en Can Cera se hace agradable, sedosa. Ningún ruido se filtra desde la calle, y uno se siente atendido, pero no avasallado. La clientela, escurridiza, se apacigua en las saunas o en las habitaciones, especialmente si ha reservado una de las siete suites, con climatización individual, almohadas antialérgicas y grandes camas con colchas de llengos. No faltan detalles como flores frescas, grabados, muebles de anticuario, alfombras y hasta doseles de madera con mensaje de estirpe. Mucho refinamiento. Mucha tranquilidad.
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