Al rico vermú de grifo
Dos insectos del programa 'El hormiguero' pululan por el madrileño barrio de Malasaña
Tienen claro que el recorrido será por el barrio madrileño de Malasaña. Damián Mollá, de 31 años, la hormiga Barrancas del programa El hormiguero (Antena 3), y Juan Ibáñez, la misma edad, que da vida a la hormiga Trancas, proponen "una especie de raspa de pescado": con la calle de San Andrés como espina dorsal, y la posibilidad de ir asomándose a algunas adyacentes como Divino Pastor o Velarde. Y allá que se lanzan, relamiéndose, como gatos por territorio conocido. Un vermú, cervecita, cómics, tiendas de colegas. Y final de fiestas, copa en mano, en La Vía Láctea.
La hora del aperitivo
Quedamos en San Andrés más bien tarde que temprano porque Malasaña es un barrio más noctámbulo que madrugador. Sus comercios no suelen desperezarse antes de las once de la mañana, algunos no cierran al mediodía, y probablemente les den las nueve de la noche aún abiertos. Juan Ibáñez y Damián Mollá diseñan la ruta sentados en un café con solera, el Pepe Botella (1) (San Andrés, 12), y rodeados de portátiles Mac. Es un buen punto de encuentro, con la plaza del Dos de Mayo y su mercadillo de segunda mano a tiro de piedra. Pondrían la mano en el fuego a que han probado prácticamente todas las terrazas que se abren a esta plaza. De ahí a Casa Camacho (2) (San Andrés, 4), un templo de casticismo donde son asiduos, sobre todo a su vermú de grifo. "Aquí trajimos a mi cuñado, que es alemán", explica Juan Ibáñez. Y le tradujeron algunas de las frases escritas en placas de cerámica que cuelgan de las paredes del bar: "En Dios confiamos. / Todos los demás / pagarán al contado".
Mundo cómic
Damián Mollá, nieto del dibujante argentino Lucho Olivera, es un apasionado del cómic: tiene dos autopublicados y un tercero en proceso. "Con los de la guerra de Vietnam, o el Pyongyang de Guy Delisle, se aprende un montón", asegura a la vez que curiosea por las dos plantas de The Comic Co (3) (Divino Pastor, 17). Se interesa por un par de trabajos expuestos de Víctor Soler, ilustrador y copropietario del local.
En el número 21 de la calle del Divino Pastor espera La Fragua de Sebín (4), un restaurante de cocina mediterránea donde se puede tapear y donde conocen al dueño. "Una vez vinimos a almorzar, cerraron con nosotros dentro, y allí seguíamos cuando volvieron a abrir para la cena", recuerda Juan Ibáñez. Hoy que hace bueno prefieren una mesa fuera, en la terraza, que es uno de los principales atractivos del local; allí les sirven un aperitivo con una cerveza.
Un flamenco rosa
Próxima estación, Chopper Monster (5) (Corredera Alta de San Pablo, 21), una tienda donde se venden (y arreglan) bicis chopper y en la que es posible encontrar desde ropa (camisas o cazadoras) hasta complementos, pasando por libros, discos e ideas más o menos peculiares para regalar. Las hormigas saludan a Iván, el dueño, que es colega y les ha pasado vestuario para el programa. "Estáis en vuestra casa", da la bienvenida el anfitrión. Y vaya que si le toman la palabra: se prueban cascos dorados, montan en bicis diminutas, bromean con un flamenco rosa de tamaño natural, se hacen fotos con unas clientas... En su salsa.
Tortitas de trigo
En el número 35 de la calle de La Palma nos topamos con la Escuela de Música Creativa (6), donde Juan Ibáñez aprendió a tocar el bajo y el piano, y Marron (otro de los personajes de El hormiguero), el saxo. Les hace gracia pasar por la agencia de publicidad JWT (7) (en el número 10), que visitaron cuando eran estudiantes de Publicidad en la Universidad Complutense de Madrid, y en cuya fachada alguien ha pegado un folio que pone: "¡Sacadme de aquí!". En realidad vamos hacia La Panza Es Primero (8) (La Palma, 6), para tomar "tortitas de trigo, no de maíz, y nachos... ¡los mejores!". Además de la comida les gusta la estética, la decoración, plagada de estampas de lucha libre mexicana. "Somos muy fans". Juan Ibáñez y Damián Mollá tienen un grupo de música (El Hombre Linterna) y alguna vez han salido a actuar con máscaras de guerreros mexicanos.
Un mítico local
Cuando cae la noche procede ir a El Laberinto (9) (Velarde, 15), un bareto con futbolín donde esperan a que el local de enfrente, La Vía Láctea (10) (Velarde, 18), se llene. Y para adentro, directos al piso de arriba, que era el espacio dedicado a fumadores cuando se permitía fumar. Juan Ibáñez y Damián Mollá han vivido madrugadas muy largas y muy locas dentro de este mítico local de la movida madrileña, que sigue estando de moda con su mezcla de pop, rock e indie como banda sonora. "Mi mejor amiga, Laura, trabajó aquí de camarera durante muchos años", dice Juan Ibáñez. Él y Damián Mollá empiezan a recordar anécdotas, pero enseguida aclaran: "Ahora venimos menos, porque también salimos menos".
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