Mi cuerno solo me sirve a mí
Un grupo de rinocerontes, el 8 de mayo, en las vastas y silenciosas planicies de Waterberg, región al norte de Sudáfrica. Los cazadores furtivos están al acecho (a veces, desde helicópteros). Por ello, muchos voluntarios viajaron a Waterberg para acampar en las reservas, vigilar y protestar por la matanza de esta especie legendaria. En 2011 se alcanzó en Sudáfrica la cifra récord de 448 rinocerontes abatidos -redes de delincuentes que también están asaltando museos, zoos y anticuarios de Europa-. Solo buscan los cuernos de las magníficas bestias (hasta 200.000 euros la pieza), que embellecen las dagas en Yemen y son tenidos por mágicos en la medicina tradicional del este de Asia (sobre todo en China y Vietnam, donde ha corrido el bulo de que curan el cáncer). Pero el cuerno es poco más que queratina, como las uñas humanas o las pezuñas de los caballos (y no es afrodisiaco, esto es otra leyenda).
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