No sin mis kilos de oro
La fiesta del rey ashanti, en Ghana, muestra un alegre y opulento reflejo africano
Resulta extraño oír música en África sin que nadie de los presentes mueva un solo pie o empiece a cimbrear el cuerpo. Y, sin embargo, es lo que ocurre durante buena parte de la celebración de la fiesta del Adae en Kumasi, la segunda ciudad de Ghana, la capital espiritual y política de los ashanti. No se trata de una actitud de respeto y sumisión hacia el anfitrión, el rey de la etnia, sino uno de los muchos códigos cifrados que rigen las ceremonias de los distintos pueblos africanos, cuya esencia resulta indescifrable para los no iniciados. Porque, en realidad, el repiqueteo machacón, por momentos frenético, siempre diferente, de los tambores que integran el séquito que acompaña a cada personaje al hacer su entrada solemne en el recinto del palacio de Manhyia, en el centro de la ciudad, es la forma de pregonar su identidad, sus méritos y los de su clan.
Los ashanti, una de las etnias mayoritarias de Ghana, entre cuyos miembros figura el ex secretario general de la ONU y premio Nobel de la Paz, Kofi Annan, no pierden ocasión de celebrar festivamente cualquier acontecimiento que evoque su pujante pasado, y la Adae es la cita mensual que, desde los primeros años del siglo XVIII, les permite rememorar el nacimiento de su imperio, su paso de agricultores a enriquecidos tratantes de esclavos y comerciantes de oro, madera y cacao, tras la victoria de Osei Tutu, su primer rey, sobre el poderoso enemigo Denkyra. El peculiar calendario de los ashanti, de nueve meses al año, de 42 días cada uno, hace que la fiesta se celebre siempre en domingo, el último día de su mes. Cada dos años, la convocatoria desborda la zona de influencia de Kumasi, haciéndose extensiva a todos los jefes de los clanes ashanti del país, y cada cinco se convierte en una especie de efeméride nacional a la que acuden miembros del Gobierno, incluido el presidente. Para esta ocasión, la celebración se traslada al estadio de fútbol de la ciudad.
No hay prisa
El color y la música son los dos ingredientes básicos de esta fiesta, abierta a los extranjeros, que rompe los tópicos y muestra una cara insólita de África: la de la alegría, la elegancia y la opulencia desbordantes. Aunque la hora en la que el rey saldrá del interior del palacio para recibir el homenaje de sus súbditos está fijada de antemano, en África, el reloj y el tiempo no coinciden siempre, y el retraso se mide por horas. Se diría que forma parte del espectáculo. Nadie muestra prisa alguna. Los séquitos de los diferentes líderes de los clanes, los personajes ilustres, los cargos públicos o los miembros de la realeza, precedidos por los porteadores de sus fetiches familiares, de los regalos para el rey, de la silla para el jefe, de las tradicionales armas ceremoniales, van haciendo su entrada teatral en el recinto palaciego en un goteo cadencioso y permanente que concluye justo unos pocos minutos antes de que el rey haga su aparición. Todos los grupos, en los que las mujeres se agrupan en la parte posterior, desfilan bajo unos elegantes y enormes parasoles para protegerse de un sol abrasador, que terminan por dar al recinto la apariencia de un sembrado de setas de colores. Dentro de este protocolo no escrito resulta evidente que el último en hacer su aparición en el patio del palacio es el personaje más importante de los presentes, después del monarca; el que menos tiene que esperar.
En realidad, más que un desfile parece una justa donde los protagonistas que van ocupando durante unos minutos el centro del patio compiten en elegancia y riqueza. Tanto ellas como ellos deslumbran envueltos en sus túnicas de fantasía, de estampados llamativos y filigranas de arcoíris, de colores chillones, con fondo rojo, amarillo, naranja, calabaza, verde o azul, también rayados en blanco y negro. La mayoría, en especial los jefes, lleva varios kilos de oro encima en birretes, cascos, brazaletes, pulseras, muñequeras, anillos como huevos de gallina, collares, pectorales, cinturones, sandalias y ajorcas. Los cetros y los bastones ceremoniales son auténticas obras de arte, con mangos de marfil o de oro y conteras de plata o de hueso. Símbolos tradicionales de su rango, que muchos de los personajes principales llevan en sus manos junto con el móvil.
Sin embargo, tanta opulencia se ve eclipsada cuando el rey, transportado en un palanquín, sale del palacio en una comitiva fastuosa compuesta por más de un centenar de personas engalanadas, entre las que destaca un personaje tocado por un espectacular gorro en abanico, adornado con plumas de ave, el hechicero real. Junto al trono donde es depositado el rey para recibir las reverencias y los regalos de sus súbditos se encuentra una réplica de la silla dorada, el original no sale del palacio casi nunca, emblema de una monarquía que todavía mantiene en la actualidad un fuerte poder representativo y consultivo, símbolo de la fuerte identidad de los ashanti. El taburete dorado, según cuenta la leyenda, descendió del cielo, por intercesión del poderoso brujo Okomfo Anokye, y se posó junto a Osei Tutu un día que este se encontraba reunido con los jefes de los distintos clanes de la etnia bajo un gran árbol, designando así a la persona que los aunaría, convirtiéndose en el trono del rey. La posesión de esta silla sagrada, que nadie más volvería a utilizar tras la muerte de Osei y cuyas patas no pueden tocar el suelo, desencadenaría la última de las cuatro guerras coloniales contra los británicos a comienzos del siglo XX.
Guía
Datos básicos
» Población: Ghana tiene unos 20 millones de habitantes.
» Extensión de costa: 540 kilómetros.
Cómo llegar
» British Airways (www.britishairways.com), Lufthansa (www.lufthansa.com),
Alitalia (www.alitalia.es), Emirates (www.emirates.com) y
KLM (www.klm.com) son algunas aerolíneas que vuelan a Accra, la capital de Ghana. A partir de unos 600 euros.
Información
» Turismo de Ghana (www.touringghana.com).
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