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EL VIAJERO HABITUAL

Maneras de hacer el japonés

Sugerencias para el que llega por primera vez a Japón y no sabe por dónde empezar

Dos personas miran el jardín desde el interior del templo Tenryu-ji, en Kioto
Dos personas miran el jardín desde el interior del templo Tenryu-ji, en KiotoJORGE HERNÁNDEZ

Un proverbio japonés dice que "es mejor viajar lleno de esperanza que llegar". Debe de ser porque al que se le ocurrió el proverbio era de Japón, porque para alguien de cualquier otro lugar del planeta el descubrimiento de este país superará sin duda todas las expectativas.

Lo mejor es empezar por Tokio, la ciudad más grande del mundo. Requiere prepararse mentalmente porque la información llega a toneladas; hasta el punto de sentirse un alienígena. Superado el primer impacto solo hay que observar, dejarse llevar y empezar a disfrutar. "A donde fueres haz lo que vieres", así que toca empezar a comportarse como un japonés.

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Al poco de empezar a callejear se descubren dos polos opuestos: los lugares más concurridos de la Tierra y los espacios más armoniosamente integrados en la naturaleza. Para experimentar un impacto total, hay que coger el metro hasta Shibuya: ante un decorado de pantallas de plasma gigantes y anuncios de neón está el paso de peatones por el que más personas cruzan al día en todo el mundo.

Merece la pena acomodarse en algún lugar y observar tan variopinto paisanaje: jóvenes ultra modernos, chicas con vestidos tradicionales y pelo teñido de rosa, oficinistas trajeados de gris, adolescentes cosplay (disfrazados de personajes manga)... Un escaparate generoso en mezcolanza de tendencias es Yoyogi, punto de reunión muy animado, especialmente los fines de semana.

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Cuando el cerebro no es capar de asimilar más información hay que moverse hasta alguno los maravillosos parques de la ciudad, como Ueno, uno de los jardines tradicionales más grandes de Tokio, que incluye el Museo Nacional. Tokio acumula hectáreas y hectáreas de espacios verdes, auténticos remansos de paz para disfrutar con todos los sentidos en cualquier época del año; si coincide con la primavera se celebra el hanami, una fiesta para gozar de la eclosión de la flor de los cerezos, y en otoño el paisaje se tiñe de los tonos rojizos más asombrosos.

Bañarse en un 'onsen'

Resulta tentadora la experiencia del culto al agua que ofrecen los baños públicos japoneses. Hay de todo: desde centros equipados con aguas termales a las simples casas tradicionales que se encuentran en los barrios con mayor arraigo. Son un poco chocantes al principio: hay que sentarse en unas banquetas muy bajitas, frotarse el cuerpo concienzudamente con jabón y aclararse antes de pasar a las albercas de agua caliente y fría. Como las salas están separadas para hombres y mujeres, se comparte baño y vapor con gente del mismo sexo y todas las edades posibles. Los onsen de aguas termales, como el Jakotsuyu (www.onsenjapan.net) cuentan con albercas al aire libre y la posibilidad de disfrutar del baño contemplando el paisaje urbano circundante.

Viajar en tren bala

Aunque Tokio es infinito, salir de la ciudad permite acelerar la experiencia nipona a bordo de un tren bala (www.jrpass.com). Resulta gratificante; para empezar, porque no hay nada comparable a la puntualidad japonesa. Los pasajeros se organizan en los andenes como si formaran parte de una minuciosa coreografía, que les permite alojar y desalojar los trenes en tiempo récord. Si el tren sale a las diez y cuarto, no es recomendable subir tres minutos antes: ese es el tren anterior.

Hay que disfruta del viaje. Lo ideal es hacer con un bento, comprado previamente en la estación. Se trata de comida japonesa para llevar en bandejitas ordenadas y comodísimas. No sorprenderse al ver que la gente aprovecha para dormir. En Japón se duerme con total confianza en todas las esquinas, sin preocuparse lo más mínimo por las pertenencias propias o bolsos abiertos (por descuido) al alcance de cualquiera. Es otra de las maravillas de un país con la creencia de que los objetos adquieren el espíritu de sus dueños; hay mucha reticencia a hacerse cargo de cosas ajenas de las que se desconoce qué clase de espíritu las habita.

Dormir en un hotel tradicional

El tren bala permite recorrer medio país en una mañana y un buen lugar para ir de excursión desde Tokio es Miyajima, una isla sagrada que tiene una de las siete vistas más famosas de Japón: el famoso torii (puerta de un templo sintoísta) flotante. Como el sintoísmo (religión nativa de Japón) considera que los dioses están en la naturaleza, en esta isla hay un respeto absoluto por árboles y animales, así que no es extraño, al pasear, toparse con montones de ciervos que campan a sus anchas por las calles. O monos que se te acercan cuando andas por el campo.

Este lugar de peregrinación para los japoneses es excelente para unos días de inmersión nipona total, lo que incluye pasar una noche en un hotel tradicional: habitaciones amuebladas con mesas bajas y tatamis sobre los que se desenrollan los colchones para dormir. En las habitaciones se disponen yukatas para los clientes, unos kimonos ligeros que se usan para acudir a los onsen y cenar en el comedor. Con el atuendo adecuado, se puede disfrutar de una cena típica -sentados en el suelo ante una mesa bajita en compañía de familias japonesas- en el hotel Makoto (http://hotelmakoto.com) y en el Iwaso Inn (www.iwaso.com).

A estas primeras sugerencias para entrar en contacto con un país sumamente fascinante, le siguen otras cuantas en una lista de imprescindibles sumamente generosa. Por ejemplo, pasar unas horas en un hotel temático en la Colina del Amor de Tokio, recorrer los monasterios budistas y sintoístas de la que fue capital de Japón hasta el siglo XIX, Kioto, o pasear por uno de los increíbles bosques de bambú del país del sol naciente.

Vista de Tokio desde la torre del Ayuntamiento, el edificio más alto de la ciudad
Vista de Tokio desde la torre del Ayuntamiento, el edificio más alto de la ciudadJORGE HERNÁNDEZ
Animado cruce en el centro de Tokio
Animado cruce en el centro de TokioJORGE HERNÁNDEZ
Bosque de bambú en la ciudad de Kioto
Bosque de bambú en la ciudad de KiotoJORGE HERNÁNDEZ

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