El último paraíso (por descubrir) de África
Más un destino infalible para todos los públicos, un país introductorio para primerizos, una propuesta para viajeros esforzados con recompensa sublime y un recorrido por 'La pequeña África'. Cinco perlas en el continente negro
Para todo viajero que todavía no haya pisado suelo africano, la oferta puede resultar abrumadora. Para repetidores y enamorados de su diversidad y riqueza paisajística, los atardeceres sobrecogedores, la naturaleza salvaje o la acogedora calidez de sus gentes, el muestrario tiende, afortunadamente, hacia lo inagotable.
También a lo fascinante, pues cada incursión cuenta con un guía nativo y proporciona una integración con la población local verdadera, no como mero reclamo de catálogo. El de Cultura Africana (www.culturafricana.com), agencia especializada en el continente negro con 23 años de presencia, supera las 200 rutas en 55 países: desde la zona del Magreb al surafricano Cabo Agulhas, y desde las playas de Gambia al característico cuerno de Somalia.
01 Malí, destino Infalible
"En África, cuando un anciano muere, una biblioteca arde". El cauce del gran Níger guía los pasos del viajero desde Bamako hasta la región de Massina, cuna de Hampate Ba, etnólogo y escritor clave en la recuperación y transmisión (oral y escrita) de la cultura africana más ancestral. Las aguas del Níger articulan una ruta que recorre aldeas de singular arquitectura y mezquitas deslumbrantes, herencia de civilizaciones altamente desarrolladas, incluso refinadas. Sus costumbres sobrevivieron y las ciudades malienses mantienen hoy la atmósfera y el espíritu de otros tiempos: luz, calor humano, variedad de acentos.
El fascinante país Dogón a través de la impresionante falla de Bandiagara; la legendaria ciudad de Tombuctú, enclave tuareg y paso de ilustres viajeros; Gao, capital del imperio de los Askias a bordo de una pinaza; ponerse debajo de La Mano de Fátima y sus rocosos dedos o adentrarse en la mezcolanza arquitectónica de Djenné, ciudad mítica de las que hay que visitar al menos una vez en la vida. Por todo ello, Malí es un destino infalible.
02 La pequeña África
Todo el continente africano cabe en un solo país: Camerún. El inventario de atractivos en casi inagotable. Playas, lagos, volcanes, desiertos, selvas y sabanas; 200 etnias diferentes en convivencia con sus lenguas y tradiciones; reservas naturales, ciudades de histórica herencia colonial (alemanes, británicos, franceses) y aldeas con entornos tan diversos como sugerentes.
La propuesta arranca al norte, con el perfil basáltico de los montes Mandara, cuyos valles acogen poblaciones animistas e islámicas que invitan al viajero a convivir en sus aldeas. El Parque Nacional de Waza, naturaleza virgen y animales salvajes, contrasta con el paisaje urbano de la capital, Yaundé, tras una noche a bordo del Transcamerunés, ferrocarril que recorre de norte a sur del país la rica variedad de gentes y regala amaneceres en las antiguas tierras de los Pigmeos.
El país Bamileké, la Suiza africana, conforma una maravilloso rompecabezas de pequeños reinos, las Chefferies, todavía gobernadas por el monarca y su consejo de notables. Entre saltos de agua majestuosos se llega a los pies del mítico monte Camerún, para terminar en la región de Kribi, la más dinámica del país cuya conexión de relax, playas y discotecas demuestra la diversidad de La Pequeña África.
03 África para primerizos
Cercana y asequible, Senegal conforma la mejor introducción al continente africano. Infraestructuras cuidadas, clima moderado y gentes hospitalarias, suavidad en todos los sentidos, no exenta de atractivos: bellezas naturales como la isla Goré o el lago Rosa, las conocidas playas de Dakar, el imprescindible país Basari o un crucero por el río Senegal.
Aires modernistas a bordo de una leyenda viva de Senegal: el Bou el Mogdad, embarcación mítica que surca las aguas del Senegal y debe su nombre a un nativo que, según quién cuente su biografía, resulta un espía o un patriota. El crucero recorre enclaves de raíz colonial y aldeas remotas poco accesibles para el turismo, combinando vegetaciones frondosas, sabana apenas cubierta de acacias de espino y baobabs, y la cúpula de un cielo nocturno mil veces estrellado.
04 Turismo esforzado con recompensa
Trenes lentos, transbordadores de horarios caprichosos y carreteras precarias, una prueba para viajeros que se dicen auténticos. La recompensa merece de largo tanto esfuerzo: marchas a más de cinco mil metros en el Kilimanjaro, techo africano, largos días de navegación en el lago Tanganika, arrecifes coralinos y playas de ensueño en la isla de Zanzíbar o conocer de cerca la gran cultura suahili en ciudades históricas. Tanzania regala diversidad al esforzado turista.
A la sombra de los grandes atractivos tanzanos, se despliega el Valle del Kilombero, cuatro mil kilómetros a orillas del río homónimo que conforma una de las zonas húmedas más importantes del continente y goza de protección: el valle es camino de paso de elefantes, hipopótamos, jirafas y un número muy variado de cérvidos, además de árboles endémicos de la zona. A pie o en canoa, entrar en el Parque Selous permite observar alguno de los cinco grandes.
05 El último paraíso
"Ah, las prisas, las prisas no traen la amistad", asegura un proverbio suahili. Acertado, seguramente, aunque conviene apresurarse para conocer el último paraíso africano. Antes de que se masifique, suban los precios y baje la relación humana. Porque ése es su mayor tesoro: la gente de Mozambique es todo sonrisas y franca amabilidad.
Ya en Maputo, capital de animada nocturnidad, la huella de culturas históricas se hace palpable: bantúes, portugueses, árabes, hindúes, chinas y especialmente surafricanas. La Isla de Mozambique, de tradición suahili e historia agitada como escala importante en las rutas marítimas del Mar Rojo, vive una vibrante actualidad mestiza.
El Parque Nacional Gorongosa, pulmón del país arrasado por las guerras tras una dorada época sesentera, renace con trabajo de repoblación apoyado en las comunidades locales. Leones, elefantes, cebras, cocodrilos y hasta un safari por la tarde hacia el miradouro de hipopótamos. También se puede nadar entre delfines y tiburones ballena, impresionantes e inofensivos, en la Isla Bazaruto y disfrutar de una laguna de agua dulce en estrecha armonía con el mar, en Chidenguele.



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