De hoteles, arenques y 'rock and roll'
Las más recordadas correrías del rock tuvieron como escenario alojamientos tan dispares como moteles, pensiones, bungalós y hoteles de lujo. Ruta por hospedajes hoy míticos
Hace pocos días Diego A. Manrique ocupaba su columna semanal en EL PAÍS con el reciente arrebato de Andrés Calamaro en un hotel de Puebla (México). Malparada salió la habitación en la que se alojaba el turbulento cantante argentino.
Una más: ¿de dónde creen que los Ramones sacaron un nombre tan escasamente punk para el cuarteto? De un pseudónimo utilizado por Paul McCartney en los hoteles de Hamburgo durante una de sus estancias con los Beatles: Paul Ramone.
Excesos con trágico epílogo, salvajes leyendas de dudosa credibilidad o deportes tan rockeros como el televisioning -¿quién arroja más lejos el balón catódico desde el balcón de la habitación?- sacaron del anonimato a un buen puñado hoteles alrededor del mundo. Tanto, que algunos de ellos no dudan un ápice en esgrimir hoy semejante reclamo en sus páginas webs.
'Chelsea Hotel # 2'
Inmortalizado por Leonard Cohen en su mítica composición, el Chelsea es un ya clásico en la escena cultural (e indecente) de Nueva York. No solo porque acogiera el sexual encuentro entre el cantautor canadiense y la desaparecida Janis Joplin (el propio Cohen reconoció a la BBC que ella era la chica de la felación y la cama desecha), sino porque vio pasar por sus habitaciones a numerosos artistas (Allen Ginsberg, Patty Smith, William Burroughs, Jack Kerouac, Lou Reed...), algunos de ellos incluso residentes permanentes.
Su emblemático ladrillo rojo fue condecorado como lugar cultural y edificio histórico de la ciudad, aunque su fama también creció gracias a asuntos más oscuros. Por ejemplo, las muertes entre sus paredes del escritor Dylan Thomas (por envenenamiento en 1953) o de Nancy Spungen (1972), cuando era novia del más polémico de los Sex Pistols, Sid Vicous, que supuestamente fue quien la apuñaló.
El castillo de Hollywood
Cuatro años después de su affaire en el Chelsea con Leonard Cohen, Janis Joplin deambulaba por la costa oeste. Sin saberlo, desgranaba sus últimos días en Los Ángeles, donde grababa los temas del disco Pearl. Joplin se alojaba en el Landmark Hotel, ubicado al pie de la colina que domina el corazón de Hollywood, donde murió por una sobredosis de heroína en 1970.
Muy cerca de allí, casi al final de Sunset Boulevard, el Chateau Marmont fue residencia habitual de las grandes celebridades del rock: Jim Morrison vivió durante una temporada y por él también pasaron Dylan, Lennon y Yoko Ono, Mick Jagger, Ringo Starr, Jefferson Airplane... Hoy es lugar de peregrinación para muchos, especialmente sus bungalós. En marzo 1982, otra sobredosis se llevó por delante al genial John Belushi en uno de ellos. Como bien narra Bob Woodward (quien destapara el caso Watergate a mediados de los 70) en el recién publicado en España Como una moto. La vida galopante de John Belushi (Papel de Liar), el mítico Blues Brother culminó fatídicamente dos meses de excesos en las calles de Los Ángeles.
El incidente de la cría de tiburón
Finales de los 60. Años salvajes del cuarteto británico Led Zeppelin, que arrasa en su gira por Estados Unidos y genera, a su paso, multitud de leyendas. Una de ellas, fechada en julio del 69, tuvo como escenario el peculiar Edgewater Inn (actualmente Edgewater Hotel), ubicado sobre la misma bahía Elliott Bay de Seattle, y en el que los huéspedes podían pescar desde las habitaciones.
La historia mezcla a miembros del grupo, una groupie y una cría de tiburón. Al parecer el road manager de Page, Plant y compañía, Richard Cole decidió juguetear malévolamente con algunas de las capturas pescadas esa noche desde su habitación -crías de pargo rojo, no de tiburón- y la entrepierna de una joven fan, que en las peores versiones de la escena fue desnudada y atada a la cama contra su voluntad. Todo en presencia de John Bonham, malogrado baterista de la banda.
¿Mito o realidad? Que cada cual decida. La biografía Led Zeppelin. El martillo de los dioses (Ma-Non Troppo) del periodista Stephen Davis recoge el episodio como cierto, aclaraciones del propio Cole incluidas, aunque el controvertido road manager difundió su propia versión del incidente en una biografía posterior sobre el grupo y sus andanzas. Por supuesto, nada de esto ocurrió.
'The dark end of the street...'
Gram Parsons encontró ese oscuro lugar al final de la calle en la habitación número ocho del motel Joshua Tree Inn, en California, un 18 de septiembre de 1973. Aquella noche, tal y como explicó su buen amigo Keith Richards en un especial Rolling Stone sobre los 100 mejores artistas de todos los tiempos -Parsons logró el puesto 87-, el considerado inventor del country rock calculó mal las cantidades de tequila y morfina. Con un revelador "le echo mucho de menos" concluye Richards su artículo.
Convertida en santuario para fans, el cuarto nº 8 conserva todavía el espejo y la fotografía que Parsons colgó aquellos días de 1973. Es posible alojarse en ella -entendemos que reservando con antelación- e incluso el Joshua Tree Inn anima a sus huéspedes a sacar su guitarra y escribir canciones. Si no está libre, puede reservarse la habitación número nueve, justo al lado: está dedicada a su inseparable Emmylou Harris y era el cuarto preferido de la hermana de Gram, Polly.
Foto robada
El Morrison Hotel. Nombre y portada del quinto disco de The Doors, editado en 1970. Un edificio en cuya ventana Jim Morrison, Mazarek & Co fueron retratados por Henry Diltz. El edifico aún existe, está en el 1246 de la calle South Hope de Los Ángeles, aunque ya no es un hotel... En realidad, pasó a la historia por empeño de Morrison. The Doors pidió permiso para tomar unas fotos pero el dueño no se encontraba allí en ese momento. La banda esperó a que no hubiera nadie y posó para Diltz.
Lo mejor vino después. Cuenta Diltz que se fueron a tomar una copa a un garito de nombre Hard Rock Café. Diltz hizo unas instantáneas que acabaron en la contraportada del álbum. A los meses llamó un señor de Londres interesado en darle ese nombre a un restaurante que iba a inaugurar. El resto es historia de la hamburguesa y el rocanrol: 130 establecimientos es más de 40 países despachando costillas y mazorcas. El original ya no existe.
Víctimas del Unabomber del rock and roll
A Keith Moon le gustaba reventar las cañerías de wáteres ajenos y propios. El baterista de The Who y Unabomber del rock and roll era un huésped igualmente incómodo en casas de amigos o en el hotel de turno que tuviera la mala fortuna de acogerle. Beodo y consumidor de drogas, otra de sus aficiones era el lanzamiento de muebles por las ventanas, el destrozo a mamporros del mobiliario completo de las habitaciones y la ya mencionada colocación de explosivos en los baños.
Confesaba el bajista del grupo John Entwistle en una entrevista en 1981 que en una ocasión, Moon, que murió víctima de sí mismo en 1978, llegó a encerrar al encargado de un hotel en un baño que después voló. El hombre se había quejado de que hacían mucho ruido. Sobrevivió. Cuenta Entwistle que Moon le dijo al salir: "Esto es ruido, amigo".
Por éstas y otras lindezas, la banda llego a tener prohibido el acceso a cadenas hoteleras como Sheraton, Hilton o Holiday Inn.
Una de arenques
"Yo quiero ir a Jurelandia, y tener jureles plásticos, y bañarlos en la playa... En Jurelandia tú puedes encontrar todo tipo de cosas y otras más" El jurel, ese pez inspirador....
Derribos Arias no derribaron nunca habitaciones de hoteles, al menos, no está documentado. Aún así, la banda del difunto Poch, formación pop de lo más delirante de los 80, firmó uno de los episodios más refrescantes del binomio estrella del R&R / voy y la lío en el hotel. No fueron jureles malagueños, sino arenques: apuntalaron la habitación de un hotel con decenas de estos teleósteos de alta mar y dientes pequeños.
"Ese chico tiene un problema"
Se dice que uno de los grandes ídolos de Kurt Cobain, William S. Burroughs, ya barruntó que el líder de Nirvana e icono maldito del grunge "tenía un problema", cuando se cruzó con él a causa de una colaboración mutua en 1993. El ojo clínico del escritor estadounidense, posiblemente uno de los seres más autodestructivos bajo los focos de la luz pública, no falló.
Apenas un año después, el propio Cobain sufría una sobredosis en plena gira europea, en el distinguido Hotel Excelsior de Roma. Aunque este exceso puntual con las drogas no fuese prueba fehaciente de ello, en realidad es casi algo exigido a los llamados mártires del rock, el cantante de Aberdeen demostraría que algo no andaba demasiado bien en su cabeza cuando apenas unos meses después se pegaba un tiro en su casa de Seattle.
Aparte del amago en el Excelsior de Roma, aquella gira de Nirvana, que también los trajo a Madrid, reveló los escritos personales de su malogrado front man. Algunos de ellos, por cierto, escritos durante su breve estanacia en el lujoso Hotel Villa Magna de la capital española.
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