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Bienvenidos al colegio del mundo unido

La decisión de que la princesa Leonor curse el bachillerato internacional en Gales pone bajo los focos la red de centros educativos multiculturales

Campus de CMU en el castillo de San Donato, en Llantwit Major (Reino Unido)
Campus de CMU en el castillo de San Donato, en Llantwit Major (Reino Unido)

"Acabé en el Atlantic College por una mezcla de mala y de buena suerte", cuenta Sonia Rivero, universitaria de 19 años que, cuando tenía 15, se marchó a Gales a hacer bachillerato internacional en el mismo centro educativo de Colegios del Mundo Unido (CMU, UCW según sus siglas en inglés) al que acudirá la princesa Leonor el próximo curso. El padre de Sonia se quedó en paro cuando ella iba a cuarto de la ESO en un colegio concertado de Alcorcón (Madrid) y, "buscando becas para mi hermano, que entraba en la universidad, me encontré con esta red de colegios, que ofrecía becas completas. Me llamó la atención la mezcla de distintas culturas que convivía en ellos", recuerda. "La magia del Atlantic College no es de varita sino de contacto con compañeros de muchas nacionalidades y realidades", bromea sobre el traído y llevado parecido del castillo en el que estudió con el colegio Hogwarts de la saga Harry Potter.

La multiculturalidad es uno de los distintivos de los 18 colegios CMU repartidos por cuatro continentes, basados en las ideas del pedagogo alemán Kurt Hahn y defensores del aprendizaje experiencial, el servicio comunitario, las actividades al aire libre o el compromiso social. El pionero, el Atlantic College, fue fundado en 1962, y The Times lo saludó como "el proyecto educativo más emocionante del siglo XX", según tira de hemeroteca Berta Fraguas, directora de la Fundación Colegios del Mundo Unido, el comité español (los hay en 159 países) que se encarga del exigente proceso de selección mediante el que alrededor de 550 chicos y chicas españoles han accedido a esta educación internacional a lo largo de 57 años. El primero, en 1964; 17 (aún se le puede unir alguno más), 15 de ellos becados, en la última hornada, la que emprenderá su aventura en el curso 2021-2022.

"Casi el 90% va con ayudas", subraya Fraguas, gracias a donaciones de fundaciones, empresas y particulares. "Antes teníamos becas públicas, de comunidades autónomas, y llegamos a contar con unas del Ministerio de Educación", señala. Sonia, desde luego, no podría haber pagado los 76.000 euros que cuesta el Atlantic College por dos años (no es el más caro: el de Singapur sale por unos 118.000; el más barato, el de Mostar, por 35.000 euros). Pero sí cumplía los requisitos: nacionalidad española (u ocho años de residencia en España), cursar 4º de la ESO o 1º de Bachillerato, un buen expediente académico (de hecho, Sonia fue Premio Extraordinario de la Comunidad de Madrid en 2017) y conocimientos de inglés (no hace falta ser bilingüe, ni mucho menos). Condiciones de base a partir de las cuales entra quién es el aspirante, cuáles son sus inquietudes sociales, y su potencial para cambiar el mundo.

Cuestionarios

Sonia cumplimentó un cuestionario con sus aficiones, si hacía algún tipo de trabajo comunitario, si sabía más idiomas, los problemas que detectaba en su entorno, y cómo solucionarlos. Valeria Racu, moldava de 25 años, veinte en España, recuerda que rellenó el suyo en verso. "Era algo muy simplón, pero me di cuenta de que tenía que destacar, lograr que me pusieran una etiqueta", una suerte de 'Mira, ahí está la del verso, quiero conocerla más'. También recuerda que saldó la profesión de sus padres con un escueto 'autónomos'. "¿Qué poner? ¿Padre albañil y madre esteticista? Pensaba que buscaban un perfil concreto y alguien como yo no encajaría del todo", confiesa esta alumna brillante que entró a la segunda en CMU, cuando ya cursaba 1º de bachillerato internacional en el IES Ramiro de Maeztu de Madrid. Fraguas insiste en que la situación socioeconómica de los aspirantes no se tiene en cuenta, y que el comité seleccionador ni siquiera conoce sus nombres y apellidos. Todos se ponen un apodo, cada uno el que quiere, que les sirve de identificador durante el proceso.

Dos personas diferentes (suelen ser antiguos alumnos) evalúan cada candidatura. Las alrededor de 500 que la institución recibe al año se quedan en unas 200 en la primera fase; la siguiente criba las deja en 50 o 60, que son las que van a Madrid, a una última sesión de pruebas, presencial (este año ha sido virtual, por la covid-19), con entrevista final. A quienes consiguen una plaza los llaman por teléfono, a ellos, no a sus familias; unas semanas después les informan del colegio que les ha sido asignado. A Valeria le sonó el móvil y marchó a Costa Rica, su segunda opción tras India, en 2012-2014; Sonia a Gales, donde quería, en 2017-2019. Las dos coinciden en lo enriquecedor de la experiencia, y en que les cambió la vida. "Aunque fue duro", le quita romanticismo Valeria. "La educación es impresionante, pero te cuesta entrar hasta que no tienes el suficiente nivel de inglés; es una educación crítica, se hace difícil hasta que dominas el idioma", insiste.

Sonia, que previamente tenía claro que quería ser traductora o intérprete, se ha decantado por un doble grado en sociología y relaciones internacionales en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). "Me gustaría trabajar en la administración española o de la Unión Europea", desvela. Tras un intento frustrado en fisioterapia en España, Valeria se graduó en antropología en Londres, y cursa un máster en análisis de datos, también en la UCM. "Es gente con mucha movilidad, sin barreras geográficas", apunta Fraguas, aunque "el 60% vuelve, y buena parte del 40% restante regresa a los cuatro o seis años", incide. "El proceso de selección español tiene fama; CMU quiere alumnos españoles, muy buenos en el plano humano, social e intelectual. España se encuentra entre los 10 primeros países del mundo en solicitudes recibidas", enfatiza. "En este país tenemos chavales estupendos, salidos de centros públicos, privados y concertados, con mucho talento y ganas de cambiar las cosas, y no les estamos dando oportunidades. Merecen un reconocimiento", defiende.

A vueltas con el elitismo

"La mayoría de los alumnos de Colegios del Mundo Unido estudia con beca, total o parcial, de manera que conoces a gente de niveles socioeconómicos muy diferentes. Todos pueden presentarse al proceso de selección", contesta Sonia cuando se le pregunta si CMU es una institución elitista, una cuestión muy aireada a raíz del ingreso de la princesa Leonor en uno de sus colegios. "Recibir la educación que yo recibí por 70.000 euros es de élites", sentencia Valeria, para luego reflexionar sobre los matices. "Por suerte, el modelo de CMU abre camino a gente como yo, que no la hubiera experimentado de otra forma. Es un elitismo que no quiere serlo", argumenta. Valeria opina que podría haber alcanzado el mismo momento vital en el que se encuentra ahora sin salir de España, pero por un camino mucho más intrincado. "No se fomenta espíritu crítico ni responsabilidad social, ni en educación ni en ningún otro ámbito. En España la diversidad es brutal, pero, por desgracia, no se potencia como riqueza", asegura.

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