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La vida en Mae Sot, la puerta de entrada migratoria a Tailandia A esta ciudad fronteriza llegan ciudadanos birmanos que buscan empleo en las numerosas fábricas textiles, donde viven situaciones de explotación, ahora agravadas por la covid-19 Nu Nu Yee (nombre ficticio) es una joven birmana de 21 años. Antes trabajaba en Top Form Brassiere Co., una fábrica textil de Mae Sot, en la frontera entre Tailandia y Myanmar. Cuenta que soportó cinco años de maltrato verbal y acoso en el trabajo. Durante la crisis de la covid-19 dejó su empleo y se quedó en paro, sin posibilidad de volver a su país debido al cierre de las fronteras. Cuando la pandemia arrasó la economía de Tailandia y de todo el mundo, los trabajadores emigrantes sufrieron las peores consecuencias. Mae Sot es la principal puerta de acceso al oeste de Tailandia y un polo comercial que alberga unas 430 fábricas y al menos 44.500 trabajadores, la mayoría emigrantes que quieren ganar dinero para enviarlo a su familia. Desde que estalló la covid-19, las fábricas han reducido sus plantillas y han despedido a cientos de empleados. Otros trabajadores también han informado de abusos relacionados con la pandemia, como presiones para que dejasen su empleo, acoso y amenazas de rescisión de contrato. Nu Nu Yee vestida con el uniforme de Top Form. Sus padres son agricultores. Ella es la mayor de seis hermanos y tiene que trabajar para ayudar a su familia, como manda la tradición. Llegó a Tailandia a los 16 años con permiso legal de trabajo y empezó a trabajar en el departamento de embalaje de una de las unidades de Top Form. La joven denuncia que las trabajadoras de la cadena de producción sufren constantes intimidaciones por parte de sus supervisores. Cada trabajadora tiene que cumplir un objetivo de productividad. Cuando alguna no lo cumple, le gritan insultos como: "Otras son capaces de hacerlo con sus dos manos. Tú también tienes dos manos. ¿Es que eres idiota o subnormal?" Nu Nu Yee recuerda que, cuando le sucedió a ella, sintió "vergüenza". Las trabajadoras víctimas de maltrato verbal a menudo se echan a llorar. Las obreras de la cadena de producción también tienen que pedir permiso para cualquier movimiento en horario de trabajo. El supervisor cuenta el tiempo que pasan en el baño. Si dura demasiado, también se mete con ellas. Un supervisor y un ingeniero de Top Form que prefirieron permanecer en el anonimato confirmaron las declaraciones de Nu Nu Yee. La unidad en la que trabajaba la joven cerró durante la crisis de la covid-19 debido a la reducción de la producción. La trabajadora fue trasladada a otro departamento de una unidad diferente, en el que tenía que aprender a ejecutar toda una serie de tareas nuevas, pero decidió dejar el trabajo. Según las trabajadoras de Top Form entrevistadas, alrededor de 1.000 empleadas de la unidad que cerró fueron despedidas y recibieron indemnización. Al parecer, un grupo que volvió a Birmania a finales de marzo, cuando Tailandia anunció el cierre de fronteras, fue despedido sin indemnización. Top Form no respondió a la solicitud de declaraciones. Las trabajadoras desayunan en una de las unidades de la fábrica de Top Form en Mae Sot. Top Form Brassiere Co. pertenece a Top Form International Ltd., una empresa registrada en Hong Kong. A pesar de los problemas descritos, el suyo es un caso relativamente bueno. Según los trabajadores entrevistados, todos los empleados tienen permiso legal de trabajo y reciben el salario mínimo (315 bahts diarios, lo que equivale a unos 8,60 euros). Una investigación realizada por la Fundación Thomson Reuters en septiembre de 2019 descubrió que docenas de emigrantes de Myanmar que trabajaban en varias fábricas de la región de Mae Sot cobraban menos del salario mínimo diario. Suchart Trakoonhutip, coordinador de derechos de los trabajadores de la Fundación MAP (Migrants Assistance Program), que da asistencia a las comunidades de emigrantes birmanos en Tailandia, explicaba a Reuters que "todas las empresas que invierten en Mae Sot explotan la mano de obra barata de los emigrantes". Según la agencia, un funcionario del Ministerio de Trabajo afirmó que Mae Sot es un "agujero negro", ya que muchas de las fábricas textiles de la zona son difíciles de inspeccionar. Primer plano de la mano de Nu Nu Yee sosteniendo su teléfono móvil, en el que muestra su perfil en Tiktok. Tiene más de 6.000 seguidores y sueña con convertirse en una estrella de las redes sociales. Tras abandonar su empleo, empezó a buscar trabajo en Tailandia. Sin embargo, como no avisó a la empresa, no tiene los documentos necesarios para intentar encontrar un nuevo empleo. Le gustaría volver con su familia en Myanmar y abrir una tienda de ropa. "Pero en mi país es difícil encontrar trabajo", lamenta. Las condiciones de los trabajadores han empeorado desde la llegada de la covid-19, informa el abogado y coordinador de proyectos ‒ que prefiere permanecer en el anonimato‒ de la clínica legal especializada en Derecho laboral de Mae Sot. "Muchas trabajadoras recibieron presiones para que dejasen su empleo, y así no tuviesen derecho a indemnización". La clínica legal proporciona asistencia jurídica a los trabajadores que han sido víctimas de violaciones de sus derechos en Mae Sot. En una encuesta a trabajadores emigrantes realizada en Tailandia por la Organización Internacional del Trabajo, el 32% de los entrevistados declaró haber sufrido problemas con su empleo, acoso y maltrato relacionados con la covid-19. Un hombre con un paraguas cruza el control de seguridad en la frontera de Mae Sot. Los emigrantes que llegan legalmente a Tailandia tienen que pasar por aquí para entrar en el país. Actualmente, el puesto está cerrado, al igual que las fronteras de Tailandia desde que a finales de marzo estalló la covid-19. Myanmar y Tailandia están separados únicamente para el Moei, un río estrecho de aguas color marrón. Muchos birmanos lo cruzan ilegalmente para entrar en Tailandia. Algunos se instalan en el país, mientras que otros atraviesan a diario la corriente clandestinamente para trabajar en Mae Sot. Cruzar la frontera sin documentos se ha vuelto más peligroso desde que estalló la covid-19. Hace poco, las autoridades tailandesas empezaron a intensificar los controles fronterizos debido al aumento de casos de la enfermedad en Myanmar. Vista de una casa cercana a la frontera entre Tailandia y Myanmar, en las afueras de Mae Sot. En el actual contexto de crisis económica, los emigrantes pueden encontrarse no solo con que no tienen bastante que comer. Como señala un informe del Centro Pulitzer, los que han perdido el trabajo ya no pueden pagar el alquiler, y si bien algunos caseros se han adaptado a la situación, otros expulsan a sus inquilinos. Kyaw Zay Ya delante de su casa en Mae Sot. Antes trabajaba como contable en Royal Knitting Ltd, otra fábrica textil de la zona. La fábrica cerró en abril de 2020, en teoría debido a la crisis de la covid-19. Unos 150 trabajadores fueron despedidos sin previo aviso. Recibieron tan solo 2.500 bahts (unos 68 euros) de indemnización, independientemente de los años de trabajo. "Algunos llevaban trabajando en la fábrica más de 20 años", denuncia Kyaw Zay Ya. Incluso antes de que cerrasen los talleres, los trabajadores cobraban entre 100 y 200 bahts diarios (entre 2,70 y 5,40 euros, más o menos), una cifra muy por debajo del salario mínimo (351 bahts, equivalentes a unos 860 euros). Según el abogado de la clínica legal especializada en Derecho laboral de Mae Sot, muchos propietarios de fábricas aprovechan la crisis de la covid-19 para cerrar negocios poco rentables. No fue posible contactar con Royal Knitting Ltd. para que hiciese declaraciones. Primer plano de Kyaw Zay Ya. Junto con otros trabajadores de la fábrica y el apoyo de la clínica legal especializada en Derecho laboral, emprendió una acción legal contra la empresa para la que trabajaba. Kyaw Zay Ya se convirtió en el líder de litigio. "La situación me enfurece", afirma. "He trabajado más de 10 años en la fábrica". Cuando le pedimos permiso para publicar su nombre y su foto, respondió: "Muestren mi cara. Estoy diciendo la verdad". En 2012, los empleados de Royal Knitting Ltd consiguieron un aumento de sueldo gracias a una acción colectiva en la fábrica. El caso actual todavía está siendo examinado. Kyaw Zay Ya con el sombrero tradicional de los trabajadores birmanos. Actualmente está en paro. Para pagar los gastos diarios alquila su habitación, de unos 20 metros cuadrados, a otros dos hombres. En una encuesta reciente realizada en Tailandia por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el 57% de los entrevistados declaró que el principal problema al que se enfrentan los no tailandeses desde el estallido de la covid-19 es la insuficiencia de sus ingresos. Aunque en mayo de 2020 el Gobierno tailandés puso en marcha una serie de medidas de estímulo para ayudar a las empresas y a las personas en apuros, a menudo los emigrantes no pueden acceder a los subsidios debido a los obstáculos legales o al miedo a la deportación. Kyaw Zay Ya tiene dos hijos de 17 y 10 años que viven en Myanmar con sus abuelos. "Cuando se cierre el caso me gustaría volver a mi país", afirma. Un hombre empuja su bicicleta por la carretera que conduce al puesto de control de la frontera birmano-tailandesa en Mae Sot. La covid-19 ha tenido graves consecuencias para la vida de miles de trabajadores emigrados a Tailandia, que ven como sus ya difíciles condiciones de vida han empeorado.