No te olvides el cepillo de dientes... ni la cartilla de vacunación
Ignoro por qué aquel programa de viajes presentado por Paula Vázquez priorizaba el utensilio dental. Pero barrunto que el pasaporte sanitario va a ser otro elemento fijo de la maleta durante mucho tiempo
¿El inicio de la campaña de vacunación significa que pronto volveremos a viajar como antes? Decididamente, no. Pero que Margaret Keenan, una nonagenaria norirlandesa haya pasado a la Historia como la primera persona en recibir la vacuna contra el coronavirus (cosa que no es cierta, como bien aclara mi admirado compañero Javier Sampedro, antes la recibieron 70.000 voluntarios que arriesgaron su salud por el bien de la Humanidad) ha encendido un farol de esperanza en el vapuleado sector del turismo. ¿Será de verdad el principio del fin de esta pesadilla? El optimismo se palpa ya en el mercado, suben las acciones de empresas del sector mientras touroperadores, aerolíneas, navieras y grupos hoteleros preparan ya sus catálogos de 2021 como si no hubiera un mañana.
Pero el proceso va a ser largo y aunque hay esperanzas puestas en la Semana Santa, nadie cree que hasta el verano empiece a haber una cierta normalización ni que esta sea plena hasta finales de 2021. Pese a la importancia del turismo en el PIB mundial, los viajeros no somos grupo esencial en los planes de vacunación de ningún país. Por lógica van antes personas vulnerables, sanitarios, etcétera. Y además habrá que tener en cuenta tres palabras que van a ser manidas en los meses venideros: cartilla de vacunación.
Igual que los atentados de las Torres Gemelas trajeron una serie de protocolos de seguridad en aeropuertos que ni hubiéramos imaginado años antes, la pandemia del coronavirus nos dejará protocolos de sanidad que tampoco habríamos sospechado ni en la peor de nuestras resacas. Y uno de ellos será la exigencia de un carné de vacunación que recoja cómo hemos sido inmunizados. En realidad, la cartilla de vacunación no es nada nuevo. Existe y quienes viajamos con frecuencia a África la llevamos en la maleta, aunque luego no te la pidan nunca (a mí, una vez en treinta y cinco años).
¿Por qué rasgarse entonces las vestiduras ante la posibilidad de que nos exijan una para hacer frente a la mayor pandemia reciente, causante de más de 1,5 millones de muertos y casi 50 millones de infectados?
Yo fui de los escépticos que al principio de la enfermedad opinó que esto era poco más que una gripe y que nos estábamos pasando cien pueblos con la histeria. Obviamente, me equivoqué. Y así lo he reconocido en varias ocasiones. Así que no estoy dispuesto a equivocarme otra vez. Aquí está mi brazo para la primera vacuna, la que sea. Creo que, por convicción, por responsabilidad, porque están avaladas por organismos europeos independientes y fuera de toda sospecha y porque no podemos seguir un año más así, debemos vacunarnos todos.
Respeto a quienes no quieran hacerlo porque tengan dudas y egoístamente prefieran que sean otros los que prueben, a ver qué pasa (respeto bastante menos a ese 40% de conspiranoicos que creen que la vacuna es para meternos un "chis" y controlarnos) pero como toda decisión en la vida, esta también tendrá sus consecuencias. Y no vacunarse implicará restricciones de movilidad.
Varias aerolíneas ya han manifestado que no dejarán subir a sus aviones a quienes no estén vacunados. Y la cascada de hoteles, resorts e infraestructuras turísticas que vayan en el mismo sentido no tardará en llegar. Amén de la cantidad de países que lo exigirán para entrar en su territorio, como ahora exigen una PCR. Surgirán problemas durante los meses que transcurran entre las primeras dosis administradas y una vacunación universal. ¿Qué pasa si me exigen ya ese requisito, yo quiero vacunarme, pero a mi grupo de edad o social aún no le toca? Serán problemas temporales, sin duda, que habrá que ir solucionando sobre la marcha, pero se solucionarán (¿alguien imaginaba hace un año que obedeceríamos mansamente a llevar mascarilla y lavarnos las manos más que un cirujano y sin embargo lo hemos hecho?; "cosas veredes, amigo Sancho").
Pero vamos, hágase a la idea de que la cartilla de vacunación va a ser tan importante para moverse por amplias zonas del mundo como el pasaporte. Creo que, entre la población viajera, el rechazo a la vacuna será sensiblemente inferior a la media. Si ya asumimos que para determinados destinos debes vacunarte de fiebre amarilla o de hepatitis, ¿por qué no de coronavirus? Más de la mitad de países del mundo piden un visado para entrar... y lo aceptamos. ¿Por qué no la cartilla de vacunación?
El que no quiera vacunarse es muy libre de no hacerlo. Lo que quizá no sea tan libre entonces es de moverse por el mundo. Y si no, al tiempo.
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