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¿Y si los malos son Pinky y Cerebro?

Los conspiracionistas culpan a Bill Gates y al demonio de la aparición del coronavirus. La sencillez de estas teorías, del mal contra el bien, explican su éxito

En la imagen, fotograma de ‘Pinky y Cerebro’. En vídeo, el cardenal Cañizares, el presidente de la Universidad Católica de Murcia y Miguel Bosé apoyan teorías de la conspiración.
Patricia R. Blanco

—Cerebro, ¿qué vamos a hacer esta noche?

—Lo mismo que hacemos todas las noches, Pinky. ¡Tratar de conquistar al mundo!

El diálogo que mantenían al comienzo de cada capítulo los dos ratoncitos alterados genéticamente en los laboratorios Acme de la serie de televisión animada Pinky y Cerebro, ganadora de un Emmy, ilustra el ángulo desde el que los conspiracionistas explican la realidad: un malvado muy malvado dedica su vida a planear cómo dominar a la humanidad. Ahora ese ser maligno sería Bill Gates, quien supuestamente habría creado el SARS-CoV-2 para infectar al planeta de la covid-19. Una vez expandido el virus, aprovecharía la pandemia para vender vacunas con las que implantar microchips o nanobots a todos los seres humanos para poder controlar sus acciones gracias a la expansión de la red 5G, el último eslabón del plan.

Da igual que los científicos hayan explicado una y otra vez que el nuevo coronavirus no ha sido creado en un laboratorio o que sea inviable implantar al ser humano una microtecnología que permita dirigir sus acciones como si fuera un robot. Las teorías de la conspiración suman cada día nuevos y famosos adeptos. Una semana después de que el cantante español Miguel Bosé delirara en redes sociales sobre la supuesta verdad que se esconde tras el coronavirus, el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, y el presidente de la Universidad Católica de Murcia, José Luis Mendoza, han defendido también planteamientos conspiracionistas: el primero ha asegurado que las vacunas contra el coronavirus se fabrican con “fetos abortados”, mientras que el segundo ha respaldado el ya conocido relato de la trama para someter al ser humano mediante microchips. “¿Por qué en las Olimpiadas de Londres se anuncia el coronavirus? ¿Por qué Bill Gates y [George] Soros anuncian hace años que se avecinaba el coronavirus? ¿Cómo ha venido esto? ¿Por qué motivo? Para controlarnos, cuando se encuentre la vacuna, con un chip, a cada uno de nosotros, para controlar nuestra libertad”, ha afirmado Mendoza.

Pero tanto Cañizares como Mendoza han introducido un elemento nuevo en España: que el malvado jefe de la conspiración mundial no es Gates, sino que el fundador de Microsoft actuaría bajo las órdenes del “diablo”, del mismísimo “anticristo”. Y aunque todavía se desconoce si apelar a la encarnación del espíritu del mal atraerá a nuevos seguidores a la causa, UE vs Desinformación, el equipo de la UE especializado en la detección de bulo, sí ha comprobado que las alusiones a Satanás son fructíferas. Entre abril y mayo, Fort Russ News, una web prorrusa creada por expertos serbios, ha mejorado su tráfico un 400% gracias a la publicación de noticias en inglés en las que relaciona a Gates con el demonio y con la simbología que lo representa.

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“Las teorías de la conspiración han formado siempre parte de la condición humana y siempre lo harán”, considera Jan-Willem van Prooijen en La psicología de las teorías de la conspiración (Routledge, 2018). Según el autor, lo que las redes sociales han permitido es que estas teorías se difundan más rápido que nunca y que las personas que creen en ellas tengan mayores facilidades para conectar. El movimiento de los tierraplanistas, que avala la conspiración de que la Tierra es plana, cuenta ahora con una sociedad organizada que celebra conferencias.

Sin embargo, el desmentido constante de teorías delirantes no ha restado fuerza a quienes defienden conspiraciones imposibles o incluso diabólicas. “Vivimos en un momento en el que es muy difícil distinguir la información de la manipulación y las teorías de la conspiración son gratificantes porque la maldad producida por unos agentes muy poderosos necesita poca explicación”, sostiene el catedrático de filosofía Daniel Innerarity. Coincide en este argumento Carme Colomina, experta en desinformación y políticas globales e investigadora del CIDOB (Barcelona Center for International Affairs), que acaba de publicar junto a Innerarity el monográfico Desinformación y poder: la crisis de los intermediarios. “El desmentido puede reforzar la mentira inicial que quieres señalar, puede generar anticuerpos del tipo ‘por qué tu verdad es más verdad que la mía”, explica. Por eso, continúa, la “última tendencia para hacer frente a la desinformación no es el desmentido, sino la construcción de narrativas alternativas”.

Y cuando los hechos no importan, podría suceder que alguien intuyera que los verdaderos culpables del mal supremo no son ni Bill Gates ni el demonio. Son Pinky y Cerebro, que han escapado de los laboratorios Acme y están poniendo en marcha su plan para conquistar el mundo.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.

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