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De Cat Power y el boxeo a Fran Nixon y la gimnasia: las mejores canciones sobre deportes (II)

Visto el éxito de la anterior entrega hemos decidido dar más. Una nueva dosis de esos temas que gentes muy poco deportistas (los músicos) han dedicado a las actividades atléticas

Cualquier excusa es buena para publicar una foto de Elton John dando toquecitos a un balón con George Best en 1976 ¿o no?
Cualquier excusa es buena para publicar una foto de Elton John dando toquecitos a un balón con George Best en 1976 ¿o no?(Getty)

Si en la primera parte de este tema que quiere servir de remedio a una larga temporada sin deportes hablábamos sobre las canciones de Bob Dylan, Lorde o Super Furry Animals que trataban de disciplinas deportivas. Aquí vemos las incursiones de Kraftwerk, Belle and Sebastian, The Vandals o Stereophonics en universos como el boxeo, atletismo, ciclismo o hockey hielo.

Boxeo: The Greatest, Cat Power

Cat Power y el boxeo como metáfora de la vida
Cat Power y el boxeo como metáfora de la vida(Getty)

¿De qué nos suena esto? En 2006, a sus 34 años, la cantautora Chan Marshall, tras fracasar, triunfar y fracasar de nuevo, se embarcó en un álbum titulado The Greatest que, además de un retorno matizado a sus raíces musicales sureñas, pretendía ser una reflexión casi crepuscular sobre el éxito, la identidad y la grandeza. La canción que le da título es la que más y mejor incide en el hilo conductor del álbum: “Hubo un momento en que quise ser la más grande, / ni el viento ni las cascadas podían frenarme. / Pero luego vinieron las grandes riadas / y las estrellas nocturnas me convirtieron en polvo”.

¿Qué nos cuenta sobre boxeo? Aunque no se hable de él en la letra, la canción la inspiró el boxeador Muhammad Ali, un atleta sin problemas de autoestima que siempre se refirió a sí mismo como ‘The Greatest’ (el más grande) e incluso tituló así su autobiografía, publicada en 1975. A Marshall, que no es una gran aficionada al boxeo, pero sí tuvo la oportunidad de “leer un par de capítulos del libro”, le resultó curiosa “la enorme dosis de arrogancia y de presunción que hace falta para sentirse el mejor e insistir una y otra vez en que lo eres”. Ali era un ególatra y la egolatría es una enfermedad. Sin embargo, tras considerarlo con calma, Marshall empezó a plantearse que el problema lo tienen más bien “las personas que dudan de su propio valor, que no se quieren, que no se aceptan y que no se dan tregua: a lo mejor Ali tenía razón y es la humildad, no la arrogancia, lo que resulta enfermizo”. The Greatest es, en definitiva, una elocuente oda a las virtudes terapéuticas de la soberbia.

Rugby: As long as we beat the English, Stereophonics

Stereophonics, el orgullo de Gales.
Stereophonics, el orgullo de Gales.(Getty)

¿A qué suena esto? Grandes aficionados al rugby, Kelly Jones y compañía sintetizaron en una canción de apenas un minuto todo el orgullo deportivo de una nación sin estado. En una entrevista para la BBC, Jones explicaba hasta qué punto los galeses sienten que el 15 de la casaca roja, la más competitiva de sus selecciones deportivas, es el ejército desarmado de su país, la escuadra de héroes nacionales que sigue proporcionándoles consuelo simbólico por la larga lista de batallas perdidas contra los ingleses en siglos pasados: “En 1999 dimos un concierto en el Morfa Stadium de Cardiff y proyectamos imágenes de un partido entre Gales e Inglaterra mientras tocábamos esta canción. Un espectador escribió una carta a una revista musical quejándose de que aquello había sido un acto de incitación al odio racial y una apología del fascismo. Supongo que se trataría de un señor inglés sin mucho sentido del humor”.

¿Qué nos cuenta sobre el rugby? La letra que tanto soliviantó al aficionado inglés viene a decir más o menos lo siguiente: “Perdimos con los irlandeses, perdimos con los escoceses, nos tocó sufrir contra los franceses, pero es a vosotros a quienes queremos ganar. Si conseguimos derrotar a los ingleses, lo demás no importa”. Es decir, que se trata de un tradicional cántico de rivalidad deportiva, tan ingenuo y visceral como en el fondo inofensivo. Además, pese a la contundencia del estribillo, justo es reconocer que los tres primeros versos suenan bastante conciliadores: “No queremos ser vuestros enemigos, pero en cuanto el partido empieza, lo vemos todo de color rojo, verde y blanco”. Los colores de la bandera de Gales.

Atletismo: The loneliness of a middle distance runner, Belle and Sebastian

Belle and Sebastian,. No es lo mismo correr que ir rápido.
Belle and Sebastian,. No es lo mismo correr que ir rápido.(Getty)

¿De qué nos suena esto? No deja de ser curioso que una banda tan, a priori, poco deportiva como los escoceses Belle and Sebastian tenga en su cancionero un par de temas dedicados al atletismo (esta y la no menos brillante The stars of track and field un canto a los sinsabores de la vida de instituto y a la prepotencia de la gente guapa) y un tercero, Piazza, New York catcher, centrado en el béisbol. El líder de la banda, Stuart Murdoch, explicó en una entrevista en abril de 2019 que el deporte había formado parte muy destacada de su vida hasta que, ya en su primer año de universidad, empezó a sufrir un síndrome de fatiga crónica que le dejó “postrado y aislado del mundo”. “Yo era un atleta decente”, explicaba Murdoch, “pero siempre desprecié la ética implícita en el deporte, esa incitación absurda a competir, a dividir el mundo en rivales y compañeros de equipo, en ganadores y perdedores”.

¿Qué nos cuenta sobre el atletismo? Es un homenaje a un clásico del realismo social británico, La soledad del corredor de fondo, relato de Alan Sillitoe que inspiró a su vez una magistral película de 1962 dirigida por Tony Richardson y protagonizada por Tom Courtenay. Tanto el cuento como la película se centran en la sencilla historia de un delincuente juvenil que cumple condena en un correccional y encuentra un inesperado oasis de libertad en las carreras de fondo. En la letra de Murdoch, el fondista de Sillitoe se transforma en un mucho más modesto corredor de media distancia, pero sigue igual de solo, disfrutando de sus introspectivas carreras bajo la lluvia, corriendo a la deriva, sin sentido ni propósito.

Ciclismo: Kraftwerk, Tour de France

Kraftwerk dedicaban discos a las autopistas pero lo suyo eran las bicicletas
Kraftwerk dedicaban discos a las autopistas pero lo suyo eran las bicicletas(Getty)

¿De qué nos suena esto? El más alemán de los grupos de electrónica dedicó en 1983 uno de sus mejores temas a la más francesa de las competiciones deportivas con permiso de Roland Garros. Pionera por el uso de tecnologías digitales por entonces embrionarias, Tour of France es una sinfonía de jadeos, pedales desbocados y voces guturales que rinden tributo, en alemán y en francés, a lugares sagrados del ciclismo como las cimas del Tourmalet o del Galibier. Por entonces, los integrantes del grupo salían a pedalear juntos con cierta frecuencia por los alrededores de Düsseldorf. En mayo de 1982, el más entusiasta de ellos, Ralf Hütter, sufrió un grave accidente en la carretera y pasó varias semanas en coma. Su compañero de grupo, Karl Bartos, explicó que sus primeras palabras tras recuperar la consciencia fueron: “¿Dónde está mi bicicleta?”.

¿Qué nos cuenta sobre ciclismo? Verso a verso, Tour de France reconstruye la gran ronda francesa empezando por las etapas de pavés del “infierno del Norte” (cuyo trazado coincide a menudo con el de la clásica París-Roubaix) y llegando a los Campos Elíseos tras pasar por la Costa Azul, los Pirineos y los Alpes. La letra resulta tan simpática como rutinaria, pero la música, rotunda y vibrante, sí que consigue transmitir la sensación de estar asistiendo al despliegue de la “serpiente multicolor” por las carreteras francesas, con un centenar de corazones de esforzados atletas latiendo al unísono y dejándose el aliento en cada curva. En 2003, 20 años después de la primera versión de este clásico de la música deportiva, Kraftwerk quiso recuperarlo y convertirlo en la base de un álbum conceptual titulado también Tour de France y dedicado íntegramente a la más grande de las carreras ciclistas por etapas.

Hockey hielo: Change the World With A Hockey Stick, The Vandals

The Vandalas, 'hardcore' y hockey empiezan con h.
The Vandalas, 'hardcore' y hockey empiezan con h.

¿De qué nos suena? Hay toda una escena de grupos de hardcore punk estadounidenses que dedican canciones al hockey sobre hielo, de los brutales The Hextalls a los estridentes y malsanos the Misfits pasando por los ultraviolentos y anfetamínicos D.O.A. o esos geniales francotiradores de la canción política que son Propaghandi. Sin embargo, puestos a quedarnos con un tema que transmita la gélida intensidad y la violencia frenética de este deporte, hay que recurrir a esta hilarante salvajada de los Vandals, que en 1996 se plantearon con toda la seriedad de la que fueron capaces que el hockey puede cambiar el mundo y hacer felices a los seres humanos.

¿Qué nos cuenta sobre hockey hielo? Tal vez los de Huntington Beach, California, en activo desde 1980, tan asilvestrados y ruidosos ahora como hace 40 años, sobrestiman las virtudes del deporte que les tiene robado el corazón. Pero el caso es que en esta anfetamina sonora de menos de tres minutos se declaran capaces de “darle sentido a la vida” y acabar con “el calentamiento global, las lluvias torrenciales, las violaciones, los incendios provocados y las malformaciones fetales”. Su receta es que les den un palo de hockey, la varita mágica con la que practicarán día y noche hasta encontrar la cura para el racismo, las guerras, el sida, el cáncer o la sífilis. Nunca el activismo deportivo se llevó tan lejos, nunca se gritó y se deliró tanto ni se derrocharon tantos quintales métricos de entusiasmo por una buena causa.

Patinaje artístico: Calgary 88, Antònia Font

El vídeo de 'Calgary 88' de Antònia Font.

¿De qué nos suena esto? Lamparetes, séptimo y, por desgracia, penúltimo álbum de la banda mallorquina Antònia Font, era un crisol de referentes pop del todo alucinógenos, de Clint Eastwood a Los cañones de Navarone sin olvidar a Abraham Lincoln, el faro de Ses Salines o un peculiar homenaje a las Islas Baleares (“todas diferentes, no hay dos iguales”). Pero la cumbre del costumbrismo daliniano tan caro a la banda de Joan Miquel Oliver se alcanza en este tema dedicado a una supuesta pareja de patinadores que representó a España en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1988, una historia de amor y deporte “en sincronía y a toda velocidad” que le hace guiños simultáneos a Syd Barrett, a Jaume Sisa y a las transmisiones deportivas de Olga Viza.

¿Qué nos cuenta sobre patinaje artístico? Cinco estrofas y un estribillo bastan para asomarnos a una historia inolvidable, la de ese par de deportistas olímpicos que descubrieron que “no todo era físico y mental, sino también sentimental”, y prometieron casarse la una con el otro si conseguían la medalla de oro olímpica. Aquello acaba con un 9,5 para los rusos, un 9,75 para los grandes favoritos, los suecos, y un impecable 10 para la pareja española, a la que el juez de pista casa antes de que se bajen del podio en ceremonia “televisada a los cinco continentes”. Aunque cambia la nacionalidad de los protagonistas, ‘Calgary ‘88’ se inspira en la historia real de Katia Gordeeva y Sergei Grinkov, medalla de oro en los Juegos de la ciudad canadiense, pareja sentimental un año después de su éxito y casados a partir de 1991. Su historia de amor acabó en tragedia con la muerte de Grinkov, que sufrió un infarto fatal a los 28 años, en 1995. La canción, por cierto, ha vuelto a ser cantada estos días desde los balcones de la ciudad mallorquina de Sa Pobla en un acto de resistencia cívica contra la pandemia del coronavirus.

Gimnasia: Nadia, de Francisco Nixon

Nadia, de Fran Nixon, la inusitada afición de los indies por la gimnasia.

¿De qué nos suena esto? El gijonés Francisco Nixon, integrante en su día de La Costa Brava y Australian Blonde, publicó en 2006 un álbum en solitario titulado Es perfecta en cuya portada aparecía una imagen de la gimnasta rumana Nadia Comaneci. “La idea de escoger a Nadia para la portada se me ocurrió al ver una foto de su célebre primer 10 de la historia de la gimnasia olímpica, conseguido en Montreal 76”, contaba Nixon. “El marcador electrónico no estaba preparado para semejante nota, así que lo que en realidad aparecía en el panel, tal y como se ve en la foto, es un 1.00. La cara de asombro de sus compañeras de equipo también es digna de verse”. Nadia, el primer tema del álbum, es una pulcra canción de cuna indie a la niña de 14 años que alcanzó una perfección deportiva en la que Nixon quiso ver “el reflejo o la metáfora de la perfección moral”.

¿Qué nos cuenta sobre gimnasia? Que las grandes aventuras implican grandes renuncias, y que “la pequeña Nadia” tuvo que soltar mucho lastre y dejar atrás a muchos seres queridos cuando se embarcó en su viaje sin billete de vuelta a la perfección. La letra adopta el punto de vista de un viejo amigo de Nadia que se pregunta “en qué aeropuerto, en qué hotel, en qué país” estará la niña-mujer que se fue sin darle ni siquiera la oportunidad de despedirse. En frases de un costumbrismo color sepia, este espectro del pasado expresa su añoranza por la amiga perdida: “Aquí los inviernos son mucho peores desde que no estás. / Se han muerto las plantas, ya no viene nadie por el bar. / A pesar de todo, aún nos quedan cosas por las que luchar. / Te deseo suerte en las Olimpíadas de Montreal”. El mundo es de los audaces que tienen el coraje de lanzarse a conquistarlo, pero el arte pertenece con frecuencia a los espíritus sensibles que se quedan atrás.

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