Primitivo y futurista
El museo de arte Dune, en la playa de la bahía Bohai, al norte de China, utiliza la arena como aislante para proteger a la vez el edificio y el ecosistema
George Lucas eligió una vivienda troglodita de Matmata, al sur de Túnez, para ubicar la casa futurista del joven Luke Skywalker. Era una casa-cueva hundida en la arena, excavada en el paisaje, una vivienda subterránea de muy limitado consumo energético y que de lejos apenas se distinguía de la topografía que la rodeaba.
Algo parecido, hablar del pasado de las cuevas y del futuro de la construcción sostenible han hecho los arquitectos del estudio chino Open Architecture Li Hu y Huang Wenjing. La pareja de proyectistas y su equipo han firmado algunos de los edificios más sorprendentes levantados en China en el último lustro. Su objetivo, “reconocer el poder transformador de la arquitectura para cambiar la manera de vivir de la gente y conseguir la armonía entre la naturaleza y lo hecho por el hombre”, se materializa en un edificio que, como inspirado en juegos infantiles, fue encofrado a mano para levantar, o cavar, celdas de hormigón y luego cubierto de arena. No se trata del último capricho: la arena sirve para aislar el inmueble del frío y del calor.
Cubrir un edificio de arena podría ser una de las arquitecturas más lógicas para los edificios que se levantan junto a desiertos. En el Museo Dune, las salas y el café fueron construidas a mano por obreros de Qinhuangdao reconvertidos tras haber abandonado su trabajo en los astilleros de la zona. Al final, es la cubierta, en su cara interior, la que construye la arquitectura inesperada del museo. Tras atravesar el túnel oscuro de acceso, la diversidad de alturas y las claraboyas, desde las que se puede ver el cielo, convierten las cuevas en torres. El acabado imperfecto de las celdas es justamente lo que buscaban los arquitectos que han llevado esa huella manual wabisabi a las mesas y las sillas —todas distintas— que han diseñado para el café y las salas de exposición.
¿Una excentricidad más? Lo contrario. Se trata de un intento de aceptar la orografía y construir en diversas alturas en lugar de allanar, para proteger un ecosistema y, a la vez, emplear la arena del lugar para vestir y aislar el edificio.
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