Los hijos no son de los padres
Afortunadamente, los hijos no son propiedad de los padres y por eso no pueden maltratarlos, descuidarlos o atentar contra su dignidad. Y es el Estado quien tiene la obligación de protegerlos, incluso de sus propios padres. Los hijos tienen personalidad propia y, así, hay sacerdotes hijos de padres ateos, ateos hijos de creyentes e ideologías diferentes en una misma familia, algo normal en democracia. Nunca acabo de entender por qué a quienes están tan seguros de sus convicciones les preocupa tanto que sus hijos escuchen ideas diferentes: debería resultarles muy fácil argumentar en contra. ¿O es que no están tan seguros?
Eugenio R. Luján Martínez. Madrid
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