Mala mejora
No hay que hacer propósitos de año nuevo, sobre todo si son para progresar
Si el martes pasado pude desearles una honesta Nochebuena, este martes me toca anunciarles un año nuevo que nos va a permitir dormir entre nubes doradas con una condición: no hagan buenos propósitos o proyectos formidables; con seguir como estamos, ya será suficiente.
El tiempo cambia a velocidad de vértigo. En mi tren, un Alvia que me llevaba a Oviedo con media hora de retraso y los lavabos cerrados por suciedad, la película se cortaba de tal modo que estaba uno feliz de no verla. Me puse a leer otro Simenon de los años treinta. Era una novela normanda de cielos plomizos, lluvia agobiante, interiores gélidos, en fin, un clásico. La intriga era compleja porque el asesino tenía un doble exacto: su hermano gemelo, igualmente criminal. En el siglo pasado no cabía emplear el móvil, Internet, televisores, comunicaciones instantáneas con todo el globo o recibir resultados de ADN y demás artilugios que hacen hoy la pesquisa policial un asunto de laboratorio. En la novela de Simenon el policía tenía que perseguir al criminal por Bélgica, Alemania y Francia pegado a sus talones, esperar cientos de horas empapándose de lluvia fina y conseguir pruebas casi por milagro. El tiempo fluía con lentitud reflexiva.
Al llegar a Oviedo me fui al Museo de Bellas Artes porque Simenon me había traído a la memoria un beruete con el arrabal de Toledo pintado en 1901. A nadie le habían interesado esos yermos descampados hasta que los pintó Beruete. Un asombro. Había inventado el arrabal urbano, como Baroja y sin Internet.
No hay que hacer propósitos de año nuevo, sobre todo si son para progresar. Abominen del progreso. Bastará con que lo que hay sirva para algo y que tanto nosotros como los trenes tengamos las instalaciones en buen estado.
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