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Columna
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Sanders y el ‘efecto Corbyn’

Los demócratas necesitarán buenos candidatos, un lema imbatible y cuatro ideas claras, fáciles de entender por todos. No basta el antitrumpismo

Ramón Lobo
Bernie Sanders en la convención demócrata de California que se celebró en junio.
Bernie Sanders en la convención demócrata de California que se celebró en junio.AFP

El descalabro laborista está repleto de enseñanzas y señales de alarma para los aspirantes demócratas a la presidencia de EE UU, pero ninguno quiere verlas. Necesitan un candidato o candidata que ilusione y movilice, y no asuste a la clase media; alguien capaz de vadear un terreno político embarrado que ha cambiado en cuatro años.

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EE UU, como el Reino Unido, es una sociedad agitada por el lenguaje del odio. Necesitarán un buen ticket (candidatos a la presidencia y a la vicepresidencia), un lema imbatible y cuatro ideas claras. No basta el antitrumpismo. Como sucede en España, existe una movilización del establishment, que incluye a jerarcas demócratas y viejas glorias del partido, para impedir que el candidato sea Bernie Sanders, que no deja de crecer en las encuestas. No es el más popular entre los afroamericanos, pero tiene a los jóvenes de su parte. Tiene el apoyo de la estrella de la nueva política de EE UU, Alexandra Ocasio-Cortez, aún demasiado joven para aspirar al Senado. Tiene 28 años, y la ley exige un mínimo de 30. También le ha favorecido que la otra opción progresista, Elisabeth Warren, esté estancada desde octubre.

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El 3 de febrero comenzará en Iowa la larga cadena de caucus y primarias para seleccionar el candidato oficial. Después de las convenciones de los partidos, en verano, arrancará la gran final contra Donald Trump, quien saldrá vivo, salvo sorpresa mayúscula, del impeachment. Sanders sería un opuesto ético, pero tal vez no sea suficiente.

Más allá de si conviene un candidato moderado u otro más a la izquierda, el problema de fondo —y esta es la principal enseñanza de lo ocurrido con Jeremy Corbyn—, es que muchos seguidores de Sanders, y he hablado estos días con algunos, prefieren abstenerse, como en 2016 con Hillary Clinton, antes que apoyar a Joe Biden o al multimillonario Michael Bloomberg. Es probable que el sector centrista tampoco esté entusiasmado con la idea de votar a Sanders. Las aseguradoras, los hospitales privados y los médicos que solo ven clientes, no personas, le sienten como una amenaza para sus ingresos. Los republicanos quieren a Biden enfrente, un patricio de Washington. Representa todo lo que Trump detesta. Creen que sería un blanco fácil. Temen la opción de Pete Buttigieg, un centrista con lenguaje social, pese a que no cala entre los afroamericanos. Tampoco le apoya en bloque la comunidad LGTBI, pese a ser gay y estar casado. Serán seis meses de primarias y desgaste entre los candidatos, mientras que el verdadero enemigo, Trump, seguirá inmune a todo. Es el presidente teflón. No importa lo que haga o diga, sus votantes se lo perdonan todo porque ya no distinguen la política de un reality show. Le sucede a los seguidores de Boris Johnson que le jalean sin saber que gobernar exige algo más que estar en permanente campaña electoral, haya o no elecciones.

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